
Imagen de un tambor metálico vía Canva Pro. La reforma propuesta al escudo de armas de Trinidad y Tobago incluye la representación de un tambor metálico para reemplazar a las tres carabelas de Colón.
Tras mucho debate público sobre el rol de estatuas, iconografías y otros aspectos visibles del pasado colonial caribeño compartido, cuya presencia sigue limpiando la exactitud de la narrativa histórica, el Gobierno de Trinidad y Tobago ha decidido hacerle cambios al escudo de armas del país.
Esos cambios incluyen reemplazar las imágenes de las tres carabelas de Cristóbal Colón por el de un tambor metálico, el recién acuñado instrumento nacional. El emblema nacional fue diseñado en 1962, año de la independencia de Trinidad y Tobago de Gran Bretaña, por un comité que incluyó al respetado artista Carlyle Chang y al diseñador del carnaval, George Bailey, y debía incorporar elementos coloniales e indígenas de la historia del país. Encima, lo que se llama cimera, está el timón dorado de un barco frente a un árbol de coco, que tradicionalmente aparecía como la imagen central de los sellos de la Tobago colonial británica. Por su lado, el timón, un casco de oro que representa a la entonces reina, corona el escudo en el que aparecen los tres barcos en cuestión.
El 13 de enero, a través del proyecto de ley de emblemas nacionales de Trinidad y Tobago (Regulación) (enmienda) de 2025, hubo una aprobación parlamentaria para la modificación propuesta, que daba efecto legal al cambio. Sin embargo, mientras los participantes de Pan Trinbago recibían la decisión como «momento que definió nuestra nación», cuando el nuevo diseño se dio a conocer, artistas, escritores y diseñadores gráficos locales empezaron intervenir.
El primero fue el ilustrador Raj Ra, que fue quedó atónito ante el hecho de que el artista que lo hizo usó herramientas digitales en una imagen tradicional». Señaló que las técnicas usadas en el escudo de armas original incluía eclosión, sobras con lápiz y resaltado pero «nada de mezclas suaves del pincel».
«Porque hay dos medios diferentes», continuó, «el tambor metálico empuja para avanzar y se siente que no estás viendo una sola pieza». Para que el nuevo diseño funcione, sugirió, había que replicar las técnicas usadas en el original». Y bromea al final de su video, «no me hagas hablar de los palitos del tambor metálico».
En su blog, la diseñadora gráfica Ayrid Chandler dio su opinión. Empezó por aclarar la narrativa prevalente de cómo se diseñó el escudo de armas: «Cuando Trinidad y Tobago logró su independencia en 1962, a Carlisle Chang lo ‘contrataron’ para dibujar/diseñar nuestro escudo de armas. Esta es una tradición británica pues estábamos bajo dominio británico en ese tiempo. Su boceto fue enviado a Londres para que lo ilustre adecuadamente un artista heráldico en el estilo de todos los otros escudos de armas. No le pagaron por ese trabajo, y lo hizo solo en poco tiempo, aunque debía ser el trabajo de un comité de independencia. Esto es lo que usamos los últimos 60 años para representar a nuestro Gobierno y ministerios y nuestros país».
También cuestionó el proceso en torno al rediseño. El artista a cargo del rediseño de la joyera local Gillian Bishop,»y dos meses después», dijo Chandler, «nos presentan lo que debe ser nuestro nuevo escudo de armas. […] Si digo que estoy decepcionada me quedo corta. […] Tengo un problema con que nuestro país no entienda la importancia de nuestra identidad y que el proceso no vaya por el camino correcto. Nuestra identidad nacional no es algo que deba tomarse a la ligera. Y definitivamente no es tan simple como eliminar unos barcos y agregar un recién designado instrumento nacional».
Chandler menciona los escudos de armas de país como Haití y México, que «reflejan muy bien la identidad de sus países y de sus personalidades poscolonial», y propuso que si la intención del cambio, como dijo el primer ministro Keith Rowley, era eliminar «los vestigios coloniales insertados en nuestra Constitución”, y luego «muchos elementos adicionales deben revisarse».
Por su parte, el ministro de Turismo, Culturas y las Artes, Randall Mitchell, repudió las críticas al nuevo escudo de armas, y defendió la «expresión artística» de Bishop, «La mayoría está a favor del escudo». Al respecto, el diseñador gráfico Marlon Darbeau publicó en su cuenta de Instagram:
No nos gusta el proceso.
Darbeau aclaró, «Un escudo de armas no es una obra de ‘arte’ sujeta a gusto individual, y por lo tanto no existe meramente por placer o entretenimiento. Es la identidad de un país, un símbolo hecho para distinguirnos, encarnar nuestros valores y reflejar nuestras aspiraciones… Juntos aspiramos, juntos logramos. […] Este proceso no se trata de que a la gente ‘le gusta’; se trata de definir quiénes somos y expresar claramente esos valores a través del escudo de armas, y todos los materiales de comunicación relacionados con el tambor metálico como elemento principal de la narrativa más amplia».
Agregó que el proceso también debió incluir «investigar, lo que hubiera incluido reunir información de entrevistas de participantes y auditar el entorno visual del escudo de armas», y probar el diseño.
Por su parte, el escritor Kevin Jared Hosein dio su punto de vista: «Un escudo de armas es un historia bordada a partir de emblemas. Los barcos son parte de esta particular historia. Los barcos, las colinas, por eso la isla se llama Trinidad. Pero no estoy acá para debatir eliminar la historia […] Mira bien la historia, y verás cómo se hubiera beneficiado de un rediseño completo para incorporar la imagen del tambor metálico. Entonces, ¿por qué detenerse con el tambor metálico, con el casco colonial ahí, tan ostentosamente? Solamente algo más, imaginen el mismo casco y túnica aplastados a los pies de nuestra ave nacional, plumaje y todo. Sin los barcos, ¿cuál es el propósito del timón, las colinas, las olas en el canal? Una historia editada torpemente, ¡se perfila!».
La estética del escudo de armas revisado tampoco impresionó a Hosein, y con el fin de eliminar los vestigios de colonialismo, sostuvo, «No es así. Es un sueño a medias, suspendido entre intención e inacción. No, esto nunca se trató de vestigios de coloniales. ¿El escudo de armas será como un árbol en la cima de una excursión natural con carga política? Antes de irte, saca tu cuchillo y deja marcado: _______ ESTUVO AQUÍ. Y debajo, _______ TAMBIÉN ESTUVO AQUÍ. Y más y más. Sigue siendo cierto, para muchos países, que un escudo de armas es una carga y un alarde».
Para sustentar lo que dice, Hosein regresó el debate al artista original, Carlisle Chang, y su obra maestra destruida: «Ahora, en la sala de llegadas en el aeropuerto de Piarco hay una réplica de un fascinante mural, La inherente nobleza del hombre. Lo conocieron por el indígena alado. Carlisle Chang hizo el original. Chang también codiseñó el escudo de armas. Ambos cuentan una historia; colonial, anticolonial, casi como los dos lados de una moneda. El mural original se presentó en 1962. En 1976, el Gobierno permitió que lo destruyeran. En entrevistas, Chang parece muy lúgubre para explicar más.[…]
«Por supuesto, no conocemos el informe de la joyera (como profesional, debió saber cómo rechazar el trabajo), y no fue lo único que hizo, sostiene. Es más, nadie sabe todavía quién aprobó esta versión, ni siquiera ella. Es culpa de muchos. Todos son capitanes a lo lejos. La joyera ha proclamado ahora que no le importa el público para el que diseñaba. Un día, morirá. La persona o comité anónimos de la Oficina del Primer Ministro que seleccionó esta versión morirá algún día. […] El presidente que lo apruebe morirá algún día. Los demás nos quedaremos con esto por décadas».
El artista contemporáneo Christopher Cozier publicó ejemplos visuales —que incluyen la última versión del escudo de armas— de «los actos de vandalismo procesados en nuestro nombre una y otra vez». En Facebook, Ismail Barton resumió toda la debacle: «Supuestamente, el impulso era promover la descolonización. Eso es necesario y bueno. Sin embargo, la manera en que lo hicimos no se siente como descolonización. Un diseño hecho por una persona, elegida a dedo por el círculo más cercano del primer ministro, y se nos impone a los demás sin que podamos retractarnos, no resulta muy liberador. Lo que podría haber sido un hermoso momento de nuestra historia se ha convertido en otro recordatorio de que, aunque nuestros ‘amos’ coloniales se hayan ido, su sistema de subyugación sigue intacto».