
Captura de pantalla de un artículo de Russia Post. Utilizada con autorización.
El director del centro de investigación SOVA, Alexander Verkhovsky, afirma que el discurso del miedo a la mano de obra inmigrante se ha convertido en la retórica oficial rusa por defecto. En su artículo publicado en Russia Post el 19 de diciembre de 2024, sostiene que los recientes esfuerzos contra la inmigración auguran una transformación de la ideología oficial. Global Voices publica una versión editada con autoriación de Russia Post.
Observación sobre el uso de los términos “migrante” y “migración”: aunque el ruso distingue entre migrante, inmigrante y emigrante, el término migrante (мигрант) es el que se utiliza en los medios y en el lenguaje cotidiano para describir, desde un punto de vista rusocéntrico, a los grupos de personas que llegan de las antiguas repúblicas soviéticas, sobre todo Moldavia, el sur del Cáucaso y Asia Central, para trabajar en empleos por lo general manuales en toda Rusia, principalmente en el entorno urbano. Por la diferencia percibida, y a menudo amplificada en los discursos nacionalistas, de lengua, religión o color de piel, el término inmigrante conlleva implicaciones de extranjería. En inglés nos referiríamos a estas personas como inmigrantes y a la retórica que los rodea como antiinmigración, en Rusia los términos utilizados se traducen como migrante y migración.
La actual oleada de la campaña contra la inmigración en Rusia, como observó el centro de investigación Sova, comenzó en la segunda mitad de 2021, sin ninguna razón aparente, pero muy intensamente. Antes de eso, también hubo varias campañas contra la inmigración, relacionadas también con delitos de odio hacia los inmigrantes.
Luego de una pausa de seis meses al inicio de la guerra a gran escala en Ucrania (febrero de 2022), la campaña contra la inmigración del Gobierno ruso empezó a repuntar. Un reciente informe de Verstka muestra que 2023 “fue un año sin precedentes en los últimos cinco años en cuanto al número de publicaciones sobre inmigrantes en medios progubernamentales y de extrema derecha, y en los canales públicos (de Telegram)”.
Un fuerte aumento de la retórica contra la migración
Esas publicaciones de Telegram destacan la supuesta alta y creciente criminalidad de los inmigrantes. El presidente del Comité de Investigación ruso, Alexander Bastrykin, es muy activo en este sentido. Incluso ha sugerido que Rusia debería dejar de utilizar mano de obra inmigrante.
Sin embargo, según datos oficiales del Ministerio del Interior, la delincuencia de los inmigrantes no ha cambiado significativamente desde hace años, e incluso descendió entre 2023 y 2024.
Algunos medios, como Kommersant, lo han señalado en repetidas ocasiones.
Basándose en los datos oficiales de antecedentes penales, los criminólogos han señalado que la proporción de delitos cometidos por extranjeros, incluidos los delitos más graves, es estable y en definitiva algo inferior a la proporción de extranjeros en la población total. Estos hechos, sin embargo, no lograron contrarrestar las agresivas voces contrarias a la inmigración.
¿Proteger la identidad nacional rusa?
Con su discurso antiinmigración, Bastrykin, ha encontrado apoyo en el Consejo Presidencial de Derechos Humanos. Desde hace varios años, Kirill Kabanov, miembro del Consejo, se pronuncia sobre estas cuestiones, dice que “los inmigrantes con un código de civilización diferente” no pueden integrarse. Cree que la mayoría no desea vivir según las leyes rusas, que muchos son rusofóbicos y que cualquier propuesta a favor de integrar a los inmigrantes constituye un “sabotaje estratégico”.
Otra queja sobre los inmigrantes es que suponen una competencia no deseada en el mercado laboral. Antes era bastante común, pero ya no convence, pues Rusia tiene actualmente un desempleo casi nulo y sufre una profunda escasez de trabajadores en casi todos los sectores de su economía.
Se acusa a los inmigrantes de “faltar al respeto” a la cultura y las normas de la sociedad rusa. Esta afirmación es más difícil de formalizar y respaldar con datos cuantitativos, pero se expresa a menudo, incluso la dice el propio presidente. No hace mucho, en la sesión del Consejo Presidencial de Derechos Humanos celebrada a principios de diciembre, Vladimir Putin habló de la necesidad de mantener el “equilibrio etnocultural” y expresó su preocupación por el hecho de que los inmigrantes no conozcan “nuestras tradiciones”.
Tales declaraciones, en esencia, tienen que ver con proteger la identidad nacional rusa, pero resulta curioso que casi nadie lo plantea así.
Los políticos rusos no quieren plantearlo así, lo que es popular entre sus homólogos occidentales, que vinculan la preocupación por la inmigración a la protección de la identidad nacional y la protección de la “propia civilización”.
En la retórica rusa actual, la identidad nacional y la civilización deben protegerse de Occidente ante todo.
Las alusiones a los inmigrantes como una amenaza para la identidad rusa solo se dan en el nivel medio de la estructura vertical de poder. Por ejemplo, en palabras de un fiscal del Departamento de Seguridad, Relaciones Interétnicas y Lucha contra el Extremismo y el Terrorismo de la Fiscalía General, “muchos (inmigrantes laborales) no quieren cumplir las leyes y normas de comportamiento locales, traen de forma manifiesta su propia cultura y faltan al respeto a la población local”; “estamos perdiendo nuestra identidad”.
Prohibición de escolarizar a niños inmigrantes
Otra queja común contra la inmigración es el supuesto gran número de niños que hablan poco ruso en las escuelas. Esto es un problema real y durante mucho tiempo ha sido una fuente de frustración. Sin embargo, el Gobierno no ha hecho ningún esfuerzo, ni a nivel federal ni regional, para dar educación en ruso a estos niños, ni dentro ni fuera de la escuela.
En diciembre, se tomó y aplicó una rápida decisión. La Duma aprobó una enmienda a la ley de educación en primera lectura y, al día siguiente, por unanimidad, en segunda y tercera lecturas. Esta enmienda establece dos condiciones obligatorias para acceder a la educación, a partir de la escuela primaria: un ciudadano extranjero debe demostrar que vive legalmente en Rusia y aprobar un examen especial de ruso.
Esta enmienda impedirá el acceso a la educación escolar no solo a los niños con escasos conocimientos de ruso, sino también a aquellos cuyos padres, por diversas razones, no hayan conseguido los documentos adecuados, situación que, según los defensores de los derechos humanos, es bastante común.
”Sin embargo, la enmienda no prevé ningún curso de ruso para los niños privados de su derecho a la educación, garantizado por la Constitución”.
La magnitud de la campaña contra la inmigración
Algunos funcionarios están adoptando un lenguaje abiertamente racista: el jefe de la Policía de la región de Moscú, por ejemplo, ha expresado públicamente su intención de “ aliviar “ su región.
Los miembros de la clase política suelen retomar el tema de la “amenaza inmigrante”. Por ejemplo, el (muy moderado) partido opositor Nuevo Pueblo, evita una retórica abiertamente antimigratoria aunque ha impulsado la prohibición de llevar el niqab en lugares públicos, así como de celebrar servicios religiosos en edificios residenciales.
La “amenaza de la inmigración” se considera a menudo un instrumento de la guerra híbrida de Occidente contra Rusia, similar al tránsito masivo de inmigrantes de Asia Occidental de Bielorrusia a Polonia en la primera mitad de 2021, pero a una escala mucho mayor. Por ejemplo, así es precisamente como Rybar, el canal más popular de “voenkor” (canales de Telegram que describen la guerra de Rusia contra Ucrania), explicó el apoyo del Reino Unido a una antigua ONG rusa, el Comité de Asistencia Cívica, que ayuda a los refugiados y a otros no ciudadanos dentro de Rusia.
Inmigrantes en los medios
La frecuencia de las palabras “inmigrantes” e “ilegales” en los medios indica un uso creciente de estas palabras desde el comienzo de la guerra en Ucrania, y en especial desde mediados de 2023.
Si se observa cómo se representa la palabra “inmigrante” en los 10 canales de noticias de Telegram más citados, se puede ver que, indudablemente, el canal nacionalista Readovka se destaca, pero también es evidente algo de crecimiento en los demás canales.
Lo que piensa el público en general
Según Levada Center, el nivel de xenofobia hacia los centroasiáticos alcanzó su punto punto más alto en 2018, pero en 2021 esa actitud se había vuelto menos hostil. Esto sugiere que no fue la presión desde abajo lo que provocó el inicio de la campaña antiinmigración. La postura hacia los centroasiáticos mejoró más en 2022.
Sin embargo, una encuesta de agosto de 2024 del Centro Levada arrojó resultados más alarmantes.
La inmigración aparece como la segunda inquietud más acuciante de la opinión pública, junto con la corrupción y el conflicto con Occidente, que incluye la guerra de Ucrania (la principal preocupación era el alza de precios).
La mitad de los encuestados están preocupados por una “crisis de la moral y la cultura”, incluidos por ejemplo los “movimientos” LGBTQ+ y sin niños, que han sido inventados por la propaganda gubernamental. La preocupación por la inmigración es un 6% mayor que el “récord” anterior de 2013, con un repunte en los últimos uno o dos años.
La mayor intranquilidad por la inmigración es atribuible a la campaña del Gobierno, ya que en realidad el número de inmigrantes está disminuyendo, y lo mismo ocurre con el nivel de delincuencia de los inmigrantes. Además, la competencia en el mercado laboral es menos problemática ahora.
Dos explicaciones plausibles de la intensificación de la retórica contra la migración
La primera es pragmática. Por supuesto, desde una perspectiva económica amplia, una campaña contra la migración parece irracional. Sin embargo, beneficia a las grandes empresas que dependen en gran medida de la mano de obra inmigrante, pero que no quieren ni pueden aumentar mucho sus salarios.
Las grandes empresas esperarían tener acceso preferente a mano de obra fuera de Rusia. Además, si el Estado impide el acceso de los inmigrantes al mercado laboral libre, estas empresas podrán vincular a trabajadores extranjeros a sus puestos de trabajo.
Sin embargo, no está claro cómo puede aplicarse en la práctica esta “vinculación”, ya que muchos ciudadanos de Tayikistán tienen pasaporte ruso y Kirguistán es un Estado miembro de la Unión Económica Euroasiática, lo que significa que sus ciudadanos disfrutan de los mismos derechos en el mercado laboral que los ciudadanos rusos.
La segunda explicación de la intensificación de la retórica antiinmigración es ideológica.
Es posible que estemos asistiendo a una transformación gradual del nacionalismo oficial proclamado en los documentos y declaraciones de 2011 y 2013. Desde entonces y hasta finales de la década de 2010, Rusia como “Estado-civilización” se concebía como un núcleo ortodoxo y étnicamente ruso, en torno al cual giraban otros pueblos y religiones tradicionales del país. Estos incluían las naciones más o menos aliadas de la antigua URSS, el más amplio “mundo ruso” (aunque, desde 2014, los dos últimos grupos se han cruzado de forma dramática en Ucrania) y, finalmente, una amplia alianza de defensores de los “valores tradicionales”. Toda esta “matrioska“ estaba posicionada para oponerse a Occidente (aunque allí también había aliados).
El comienzo de la transformación puede haber llegado con las enmiendas constitucionales de 2020. Una enmienda menciona “el ruso como idioma del pueblo formador del Estado, que integra la unión multinacional de pueblos iguales de Rusia”.
Esta fórmula, que destaca el idioma ruso y no en la etnia rusa, engloba a todas las minorías étnicas que conforman la nación multinacional rusa, ya que casi todas hablan ruso con fluidez y, por tanto, son “nuestro pueblo”. Por tanto, la oposición nosotros contra ellos se refiere a los extranjeros considerados “extranjeros”. Esto incluye, ante todo, a los inmigrantes laborales, en su mayoría procedentes de Asia Central y en parte del Cáucaso Sur (y no de Moldavia o Ucrania).
La duración y el alcance de la actual campaña contra la inmigración sugieren que estamos ante un cambio estratégico de política.
Mientras que la fórmula anterior de “Rusia como Estado-civilización” implicaba que Rusia debía formar (incluso liderar) una alianza con otras civilizaciones “tradicionales” contra Occidente, hoy esta tarea se ha ampliado para incluir la protección de la propia “civilización Rusia” frente a las influencias perjudiciales de Occidente y “el Sur”.
Aunque no se diga explícitamente, este parece ser el objetivo de las actuales medidas contra la inmigración.