
Líderes en la Conferencia Mundial sobre la Mujer en COP26. Imagen del Gobierno escocés de Wikimedia Commons (CC BY-SA 2.0).
Por Brian Malika, fundador de One More Percent y miembro de la Junta Asesora de la Iniciativa Democracia Digital.
Mucho antes del inicio de la primera revolución industrial, alrededor de 1760, está registrado que los primeros humanos usaban armas rudimentarias para cazar, empleaban métodos básicos para pescar en aguas poco profundas y trabajaban solo con las manos para plantar y cosechar. Existen evidencias de todas estas actividades. En general, los libros de historia describen a la sociedad antes de 1760 como un período de lucha igualitaria para todos. Sin embargo, esto no es exacto, ya que existía una forma de estratificación basada en roles de género socialmente definidos que ponía a mujeres y niñas en una clase inferior en comparación con los hombres. Esto significaba que las mujeres, niñas e incluso los niños, eran clasificados como propiedad junto con el “ganado”. Realizaban los trabajos más duros con las manos desnudas, no tenían derecho a consentir y no podían decidir su futuro ni el de la sociedad.
Primera Revolución Industrial
A principios de la década de 1760, ocurrió una revolución en la que los seres humanos utilizaron el agua y el vapor para mecanizar la producción agrícola, e inventaron la hiladora Jenny, que transformó la industria textil y de vestimenta. Diversos avances en el procesamiento del hierro hicieron mucho más fácil el proceso de fundición. Estos avances llevaron a una acelerada producción en masa y al aumento del crecimiento económico en algunas partes del mundo.
Sin embargo, aunque la primera Revolución Industrial fue un gran avance para la humanidad, sentó las bases de muchas injusticias sociales. Por ejemplo, con la introducción de la mecanización, los hombres ahora podían acceder a grandes terrenos para la agricultura, gracias a los tractores que eran más eficientes que el trabajo realizado por manos humanas.
Por el contrario, mujeres y niñas fueron empujadas a atender las necesidades de los hombres y sus familias, y a asumir el cuidado del hogar. A menudo, estaban a merced de los hombres que se beneficiaban de enormes ganancias y territorios debido a la mecanización. La primera revolución industrial fortaleció las economías y a los hombres, además de consolidar su imagen en los medios populares. Pero el final de esta era limitó el rol de la mujer a atender las necesidades de los hombres, de los niños y del hogar.
Segunda Revolución Industrial
Con la llegada de la segunda revolución industrial, aproximadamente entre 1870 y 1914, el descubrimiento de fuentes de energía modernas, como la electricidad, reemplazó la dependencia del vapor y del agua para alimentar la mecanización de la producción. En esta era, se desarrollaron bombillas, teléfonos, frenos neumáticos, aviones, refinerías y otras máquinas que usaban electricidad moderna como fuente de energía.
Desde una perspectiva de género, la segunda revolución industrial ocurrió en una época en la que el dominio patriarcal era alto, lo que permitió a los hombres viajar más fácilmente a expensas de las mujeres, en barcos, aviones y automóviles modernos para descubrir y explorar el mundo. Los hombres también podían difundir sus ideas en periódicos y televisión más que las mujeres en esta época.
Lamentablemente, por la mayor efectividad de las máquinas de artillería y a las herramientas de comunicación para el sector de la vigilancia y al transporte, los hombres estuvieron a la vanguardia de los inicios de guerras y conflictos, como la Primera Guerra Mundial. Curiosamente, este período vio un pequeño avance en la igualdad de género, ya que se necesitaban más mujeres para reemplazar a los hombres que iban a la guerra. En consecuencia, aumentó el empleo en trabajos de oficina para mujeres, lo que les permitió trabajar como maestras, oficinistas y también en fábricas, a diferencia de épocas anteriores.
Aún así, las investigaciones muestran que las mujeres y las niñas no podían acceder a trabajos bien remunerados ni a puestos gerenciales. Se les negaban oportunidades para estudiar medicina, ingeniería o derecho, y se les confinaba a trabajos mal remunerados y de baja categoría. No se les permitía votar, mucho menos ser elegidas para cargos de mando.
Pero incluso en estos tiempos difíciles, algunas mujeres lograron avances y dejaron su huella en la sociedad. Marie Skłodowska-Curie, física y química polaco-francesa, superó numerosos obstáculos para recibir el Premio Nobel de Química y Física. Se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nobel y en la primera persona en ganarlo dos veces. Mientras estudiaba los rayos del uranio, descubrió nuevos elementos, que nombró polonio y radio. Además, acuñó el término «radiactivo» para describirlos. De otro lado, la baronesa Bertha von Suttner, talentosa escritora austriaca, escribió contra la guerra y la violencia en su novela titulada Lay Down Your Arms (¡Abajo las armas!), lo que la impulsó a ser la primera mujer en ganar el Premio Nobel de la Paz.
Tercera Revolución Industrial
Después de las dos guerras mundiales, la década de 1950 inauguró la tercera Revolución Industrial. Este período se caracterizó por el desarrollo de las primeras computadoras, sistemas de comunicación y transporte automatizados, y la aparición de internet.
Durante esta era, los movimientos liderados por mujeres y los grupos de derechos humanos exigieron su espacio en las esferas social, económica y política de manera más organizada y consciente. Estos movimientos derivaron en logros sin precedentes: Sirimavo Bandaranaike fue la primera mujer primera ministra del mundo, lideró Sri Lanka en 1960. En 1966, Indira Gandhi se convirtió en la primera y única mujer primera ministra de India hasta 2025. Esta ola también llevó a Margaret Thatcher a convertirse en la primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990, y es la primera mujer en liderar un país desarrollado.
Durante la tercera revolución industrial, se celebró la famosa Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín, China, en 1995, que reunió a activistas feministas de todo el mundo para implementar un marco legal de 12 puntos destinado a lograr la igualdad entre mujeres y hombres, niños y niñas, en rubros sociales, económicas y políticas de la sociedad. La Conferencia de Pekín logró exhortar a los Gobiernos a incorporar el género como una vía para lograr la igualdad. Este principio guio la elaboración de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, con la integración del género como uno de los pilares fundamentales.
Otros logros notables para mujeres y niñas durante la tercera revolución industrial incluyen a más mujeres como líderes de países: Wangari Mathai fue la primera mujer africana en ganar el Premio Nobel de la Paz; Malala Yousafzai recibió el Premio Nobel de la Paz a los 17 años, y Katie Bouman lideró el desarrollo de un algoritmo para capturar imágenes de agujeros negros.
Por otro lado, las mujeres aún enfrentaban barreras para acceder a una educación igualitaria. Mientras tanto, problemas de salud como la epidemia del virus del VIH dañaron gravemente a las mujeres y niñas a nivel global y crearon barreras a largo plazo para acceder a la igualdad en algunas áreas.
Cuarta Revolución Industrial
Si avanzamos rápidamente hasta hoy, nos encontramos en una era única en la que, a diferencia de las revoluciones anteriores, la tercera y la cuarta revolución industrial están ocurriendo simultáneamente.
Estamos viviendo una época en la que internet se entrelaza con las tecnologías digitales y se inserta profundamente en nuestras esferas sociales, económicas, políticas, e incluso, en nuestra anatomía física humana.
Al mismo tiempo, estamos a menos de cinco años de 2030, cuando se espera que se materialicen los objetivos para el desarrollo sostenibles de las Naciones Unidas, incluida la agenda para reducir las desigualdades para las mujeres y lograr la igualdad de género.
Es aterrador que en cualquier año, menos del 2% de mujeres y niñas en empresas tecnológicas emergentes reciban reciban fondos de inversionistas y subvenciones para hacer prototipos o escalar sus innovaciones a nivel global. En algunas partes del mundo, las estadísticas llegan al 0%.
Además, el 50% de mujeres y niñas no pudieron retomar su trabajo luego de la pandemia de COVID-19. Esta realidad ha retrasado efectivamente nuestros logros previos en igualdad de género.
A medida que navegamos en la cuarta revolución industrial, debemos ser consistentes en asegurar que los avances tecnológicos proyectados, como los de cadenas de bloques, beneficien a las mujeres y las niñas africanas. Que por ejemplo, les garanticen acceso a la educación y a lograr independencia financiera, lo que se complica por el hecho de que solo el 20% de las mujeres en el continente tienen acceso a cuentas bancarias hoy en día.
También debemos encontrar formas de garantizar que las tecnologías emergentes en la agricultura fomenten la agricultura no basada en la tierra, ya que solo el 15% de las mujeres tienen tierras cultivables a nivel mundial, por lo que es difícil que puedan influir en la producción agrícola.
Por último, espero que la cuarta revolución industrial haga más fácil que mujeres y niñas en entornos vulnerables usen sus teléfonos para denunciar casos de violencia de género directamente a la Policía e iniciar procedimientos judiciales. Esto puede ser posible si se financian soluciones tecnológicas que aborden las necesidades de las mujeres y de las niñas víctimas y sobrevivientes de violencia de género.
Creo que la tecnología inclusiva es la pieza faltante en un rompecabezas necesario para cerrar la brecha de la igualdad de género mientras ingresamos al futuro de las revoluciones industriales tecnológicas.