Más allá de las estadísticas: Mi historia contra el embarazo adolescente

Ilustración de Global Voices

Por Yuri, miembro del proyecto periodístico Mi Historia

Caminaba por las calles más desgastadas y solitarias de la ciudad de Villavicencio, Meta, un departamento en el centro de Colombia. Había llovido toda la mañana y ahora las espesas nubes no dejaban cruzar el sol.

Después de salir del colegio, al llegar a casa, mis ánimos fueron decayendo con cada palabra de mi abuela, a quien yo le decía “mamá,” porque me ha criado desde que tengo memoria. Siempre ha sido una buena persona y me ha apoyado, pero ella no comprendía que cada una de sus palabras llegaban a mi corazón como una daga.

“¿Para qué quiere ir por allá? Ella es su mamá, lo sé, pero lo único que va aprender allá son malas mañas,” me dijo, enojada mientras me encogía por la fuerza de su voz. Estaba llorando pero ella no se dio cuenta y continuó.

“¿Quiere ir por allá para aprender a fumar, a tomar o para que al igual que ella quede
embarazada a los 15 y no termine su bachillerato? Si decide ir por allá se olvida de
mí,” concluyó y se fue dejándome sola en la sala.

“Yo sé que en el país hay cientos de niñas menores de edad que han quedado
embarazadas y por esto han dejado el colegio y que mi madre haya sido una de esas niñas no significa que yo pasaré por lo mismo,” pensaba a mis adentros. Yo solo quería visitarla, quedarme unos días con ella y mis hermanitos. Vivían en un municipio cercano llamado San Carlos de Guaroa.

Mi cuerpo cayó rendido en esa suave cama en la que disfruto del sueño todas las noches, aunque esta vez mi cabeza le da vueltas al tema que tocó mi abuela. Decidí averiguar un poco sobre esta situación, que no solo sucede en Colombia sino en cualquier parte del mundo y me quedé perpleja con la información que encontré.

La Organización Mundial de La Salud (OMS) y La Organización Panamericana de La
Salud (OPS) revelaron que para el 28 de febrero de 2018, América Latina y el Caribe continúan siendo las regiones con la segunda tasa más alta en el
mundo de embarazos adolescentes, estimadas en 66.5 nacimientos por cada 1,000
niñas
de entre 15 y 19 años.

Tal vez parezca poco, pero es una cifra preocupante. Casi cada 7 niñas de 100 se quedan embarazas antes de celebrar sus 20 años. Quise demostrarle a mi abuela que puede ser diferente, que podré llegar a mis 15 sin quedar embarazada y terminar mi bachillerato. En ese entonces tenía 13 años.

“Esto no es un sueño, es una meta que debo cumplir,” me repetí una y mil veces en mi
mente, al punto de quedarme profundamente dormida.

A la mañana siguiente mi abuela me levantó con el desayuno servido en la mesa.
”Levántate mi vida, está listo el desayuno,” dijo con voz poco audible cerca de mi oído, pero bastó para levantarme.

”Gracias mami, ya voy,” dije, levantándome lentamente de mi cama para tenderla.

Me sentí diferente, era algo inefable, algo mágico que recorría mi cuerpo.

Luego de desayunar, me di cuenta que mi vida había dado un giro de 180 grados y esto
realmente me haría bien. Esto lo entendí, cuando al salir del colegio no iba ensimismada sino estaba concentrada en lo que debía hacer para cumplir mi meta y llegar a mejorar cada día.

Una tarde escuché a mi abuela hablando por teléfono con un tío que estaba en una comunidad o como mayormente lo conocen un internado llamado Benposta: “Ella quiere ir, pero, ¿sí hay cupos?” preguntó con mucha ilusión.

Benposta es una organización caritativa que crea comunidades para niñas, niños, y jóvenes con proyectos y acciones que promueven su reconocimiento como sujetos sociales y sujetos de derechos. En Colombia hay tres sedes y muchos proyectos en varias regiones del país.

No supe qué respondió él, sin embargo, la cara de mi abuela reflejaba felicidad. Había
escuchado mucho sobre ese lugar, pero como no tenía la edad, no había podido ingresar y espero que ahora que la tengo pueda conocerlo, aunque Benposta queda en Bogotá y lo considero bastante lejos para ver a mi familia sé que lograré muchas cosas que pueden valer la pena las pocas visitas.

Estaba en una mesa de la panadería cuando mi madre confirmó mi sospecha. Me llenó de alegría porque se había cumplido lo que tanto había anhelado, la abracé y besé con mucho gusto.

Hice la entrevista y me aceptaron. A los pocos días llegué a Benposta, era una tarde soleado del mes de marzo del año 2018. Tenía apenas 13 años y yo solo estaba centrada en salir adelante. Conseguí varios amigos y me fui adaptando poco a poco. Allí ya había acogido a Benposta como mi segunda casa.

El tiempo en este lugar pasó muy rápido. Me encantaba leer y escribir y se dieron cuenta de esto muy rápido y me lo resaltaban junto a lo organizada y juiciosa que era.

Estando en Benposta recibí educación sobre la sexualidad y aprendí como cuidarme, aprendí sobre los derechos sexuales y reproductivos que todos y todas tenemos. Fue de gran ayuda no tener la ignorancia en estos temas de cuidado a la hora de tener relaciones para evitar embarazos.

Pasaron los años y estaba apunto de cumplir 15 años. La emoción abarcaba todo mi cuerpo, pero no por la fiesta. Estaba así porque acababa de cumplir mi primera meta.

Un informe que encontré del DANE (El Departamento Nacional De Estadísticas)
destaca que 2 de cada 1000 niñas (entre 10 y 14 años) se convirtieron en madres en Colombia en 2020 y 54 de cada 1000 adolescentes (entre 15 a 19 años) tuvieron un embarazo.

Además también surgen embarazos no deseados por los casos de violencia sexual y muchas chicas se quedan calladas por miedo. Por no saber sus opciones, estos embarazos avanzan haciendo que no solo quede el trauma de la violación sino además un niño producto de ello. En estos casos de violación la chica no tiene el control por que fue sin su consentimiento. Por esto, nuestros jóvenes, teniendo conocimientos sobre la sexualidad podrían sacar fuerza para hablarlo y buscar justicia, conociendo sus derechos.

Son temas tan importantes para la juventud, debemos dejar a un lado el tabú al hablar de esto con los adolescentes creyendo que es “una incitación a hacerlo”. No es así, el cuidado de nuestra salud es importante.

Hoy estoy en grado undécimo, a pocos meses de graduarme de bachiller y de lograr mi otra meta. He comprendido que no solo hice esto por mi familia si no para demostrarme que soy capaz de lograr lo que me propongo. Concluí esta historia con un encuentro con mi madre biológica unos meses después de salir de aquí.

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