En los Llanos Orientales, la seducción también es un arma de guerra

Ilustración de Global Voices

Por Lorena Andrade, miembro del proyecto periodístico Mi Historia

En 2018, mi vida cambió de una manera que nunca hubiera imaginado. Crecí en el departamento del Meta, Colombia, en un lugar donde la ley parece una sugerencia y la pobreza es una certeza. Aquí, los niños, las niñas y los adolescentes somos presa fácil para los grupos armados, especialmente para los disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Desde pequeña, el fútbol era mi refugio. Cada tarde, después de la escuela, corría al campo de tierra con mis amigos y practicaba hasta que el sol se escondía. Fue durante uno de esos entrenamientos que conocí a David. Él era nuevo en el colegio, un chico de 17 años que llegó para terminar sus estudios de noveno grado. Al principio, me pareció interesante; hablábamos mucho y siempre me esperaba al final de mis entrenamientos. Poco a poco, se ganó mi confianza y, eventualmente, mi corazón. Nos hicimos novios y, por seis meses, pensé que había encontrado a alguien especial.

Pero un día, después de un entrenamiento, la realidad me golpeó como un balonazo en la cara. Estábamos solos, y de repente, su tono cambió. Me agarró con fuerza y me dijo que tenía que irme con él. Mi corazón se detuvo por un segundo. Intenté entender lo que estaba pasando, pero el miedo me paralizaba. Le dije que no, que no podía irme. Fue entonces cuando me confesó que, si no lo acompañaba a la guerrilla, lo matarían. Ahí me di cuenta de que todo era una trampa. David, el muchacho que pensé que era mi novio, había estado tratando de reclutarme para la guerrilla todo este tiempo. La seducción y la manipulación emocional eran sus armas.

En Colombia, los grupos armados han utilizado la seducción como técnica de reclutamiento. Pero obligar a hombres jóvenes a reclutar a niñas más jóvenes es una técnica sin precedentes que se ha denunciado en los Llanos Orientales colombianos.

A medida que las facciones disidentes de las FARC y otros grupos armados buscan expandirse y llenar el vacío dejado por la guerrilla desmovilizada, aprovechan nuestra vulnerabilidad, prometiéndonos protección, seguridad y un sentido de pertenencia que muchos y muchas de nosotros no encontramos en casa. Nuestros profesores nos advirtieron sobre estos métodos, y yo misma conocía historias de otros jóvenes que habían caído en esta trampa. Pero nunca pensé que me pasaría a mí.

Tuve suerte. Ese día, mi hermano nos vio peleando en la calle y corrió a mi rescate. No sé qué hubiera pasado si él no hubiera estado allí. Quizás no estaría contando esta historia. Hoy en día, sigo jugando fútbol, pero ya no es lo mismo. Algo dentro de mí se rompió ese día. Tal vez fue la pérdida de la inocencia, la sensación de seguridad, o simplemente la alegría pura que sentía al correr detrás de un balón.

Según la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad y el “Estudio de caracterización de la niñez desvinculada (2013-2022)”, publicado en conjunto por Unicef y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), las víctimas de reclutamiento suelen provenir de sectores sociales pobres y rurales y la manipulación emocional suele ser una técnica recurrente y sistemática utilizada por los grupos armados. A menudo, las niñas y adolescentes, especialmente aquellas que han sufrido maltrato o abuso en sus familias, son más vulnerables a los chantajes afectivos.

Mi historia es solo una de muchas. Aquí, en los Llanos Orientales, la promesa de una vida mejor o simplemente una comida caliente puede ser suficiente para que muchos jóvenes se sientan tentados a unirse a estos grupos armados. A algunos los secuestran, a otros los chantajean, y a otros les ofrecen sobornos. Los métodos varían, pero el resultado es el mismo: la pérdida de nuestra juventud y de nuestro futuro.

Hoy sigo luchando, en el campo de fútbol y en la vida. Cada día intento recuperar lo que perdí y ser una voz para aquellos que no pueden contar su historia. Porque en medio de tanta oscuridad, necesitamos recordar que hay esperanza, y que juntos podemos cambiar nuestro destino.

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