La ambigüedad de mi acento jamaicano

La autora, Candice Stewart, segunda a la izquierda, con otros miembros del equipo Global Voices Caribe en la Cumbre 2024 en Katmandú, Nepal. Foto de Jer Clarke, usada con autorización.

¿De dónde eres realmente? Cuando me hacen esta pregunta, mi respuesta es automática: «¡Soy jamaicana!». Pero, ¿cómo lo sabrías con certeza? ¿Es por la audaz bandera negra, verde y dorada con la que camino? ¿Es por mi pasaporte jamaicano con la marca CARICOM? ¿Mi paso confiado? Probablemente la pista más obvia sea mi acento al hablar, salpicado con los sonidos del patois jamaicano.

La conexión con mi lengua materna (el patois/creole jamaicano), sus sonidos y variaciones distintivas, y poder hablarlo, entenderlo y escribirlo realmente me importa. En casa, el patois suena diferente dependiendo de la parroquia de la que provengas; mis influencias provienen principalmente de Kingston y de St. Andrew, pero hacia finales de 2024, pasé por una casi crisis de identidad. Lo que orgullosamente declaro como mi jamaicanidad resultó ser bastante ambiguo, hizo que muchos me confundieran con una estadounidense o incluso con alguien de cualquier otro país caribeño, pero no jamaicana, o al menos no lo suficientemente jamaicana.

Esta toma de conciencia me llegó cuando me confundieron, compatriotas como admiradores de Jamaica que viven en Londres, con una estadounidense o una canadiense. Luego de eso, un funcionario de inmigración, que sin duda conocía el acento jamaicano, confundió mi nacionalidad con otra. Incluso en casa, algunas veces la gente lucha por ubicar de dónde soy. ¿Cómo es posible que yo, una jamaicana que ha vivido toda su vida en la isla, no suene como tal? La sorpresa inicial poco a poco se transformó en una serie de recordatorios cultural e históricamente relevantes, así como en momentos de revelación.

Mis abuelos crecieron en una Jamaica preindependiente; mis padres pasaron parte de sus años formativos en esa era también, al final se  convirtieron en parte de un país postindependiente mientras se resolvían sus imperfecciones. Los vestigios del dominio colonial británico seguían presentes, incluso influyeron en las formas socialmente «aceptables» de hablar. El patois no se fomentaba ni se hablaba en casa; es más, me regañaban si no hablaba mi mejor inglés con la gramática y el tono adecuados. No ayudaba que asistiera a una escuela secundaria colonial para mujeres en un sector educativo que desaprobaba muchas cosas que celebraban nuestra cultura africana, incluido nuestro idioma materno. Sin embargo, desde entonces he hecho esfuerzos deliberados por ir contra la norma, lo que , como pueden imaginar, ha sido difícil.

El inglés es el idioma oficial de Jamaica; durante mucho tiempo, el patois ni siquiera estuvo reconocido. Todo nuestro ecosistema social se configuró de una manera que veía al patois como primitivo (el idioma de los no educados) se asumía que eras dunce o estúpido si te comunicabas de esa manera. Esa percepción, aunque en menor medida, sigue existiendo. Muchos que hablan patois (en particular en ciertos contextos) a menudo son objeto de burlas, lo que lleva a que se evite el idioma por miedo al ridículo. Esto hace más daño que bien, en mi opinión, ya que nos despoja de nuestra identidad. Fuera de los círculos literarios, uno de los pocos espacios donde el patois se celebra  (¡y siempre ha sido así!) es el sector turístico. Nuestro idioma se utiliza para atraer a los extranjeros, pero generalmente no es bien recibido en otros lugares.

En este contexto, tiene sentido que mi acento sea ambiguo; he tenido que doblar y contorsionar esta parte de mi identidad durante la mayor parte de mi vida. Al principio, esta repentina conciencia me hizo cuestionar mi jamaicanidad, pero también me permitió reclamar aún más esa identidad . Me uní a la comunidad de Global Voices en Nepal para la Cumbre 2024, donde estuve inmersa en un crisol de nacionalidades e idiomas. En una de las muchas sesiones, a un subgrupo del grupo principal se le asignó la tarea de traducir un poema a nuestra lengua materna. Leí el original y pude traducirlo fácilmente en mi cabeza. Sin embargo, no estaba segura de cómo escribirlo por razones que iban más allá del hecho de no ser traductora. Conozco el patois cuando lo escucho y lo hablo, pero no puedo escribirlo. Sin embargo, completé la tarea y me comprometí a aprender el idioma oficial del patois jamaicano.

Lo considero una forma de rebelión y liberación, que reconfigura las connotaciones negativas del patois en positivas. El idioma ya ha tenido muchas victorias, como la creación en 2002 de la Unidad de Lengua Jamaicana (Jamiekan Langwij Yuunit, o JLU), encargada de estandarizar el patois a través del sistema Cassidy-JLU  y de ofrecer apoyo a los jamaicanos que no hablan inglés. Otros triunfos incluyen la traducción del Nuevo Testamento de la Biblia al patois con Di Jamiekan Nyuu Testiment y el impulso para convertir el patois en el idioma oficial de Jamaica.

La perspectiva de un lingüista jamaicano

A pesar de haber desentrañado los problemas detrás de mi acento ambiguo, anhelaba más contexto, así que hablé con el reverendo Fr. Bertram Gaye (lingüista, traductor del patois jamaicano y firme defensor del idioma y sus matices) y le pregunté cómo el hecho de hablar patois jamaicano ha influido en su sentido de identidad.

«Hablar creole jamaicano», me dijo, «es una forma poderosa de conectarse con el corazón y el alma de la isla. Es un idioma que refleja la historia y cultura únicas de Jamaica, una mezcla de influencias africanas, europeas y algunas otras. Cuando hablas creole, no solo estás usando palabras, estás accediendo a un patrimonio compartido, a un sentido de pertenencia que resuena profundamente».

Sin embargo, señaló que también había un elemento agridulce: «Es un idioma nacido del desplazamiento y la adaptación de personas de diferentes orígenes y lleva los ecos de esa historia. Entonces, aunque hablar creole te conecta con Jamaica, también te impresiona sutilmente que este no sea el hogar ancestral de quienes lo hablan».

Gayle cree firmemente que el patois jamaicano es una herramienta clave para ayudar a preservar y promover la cultura jamaicana al reflejar influencias históricas y culturales; para expresar identidad y solidaridad cultural al promoverlo en las artes y los medios de comunicación; para preservar la tradición oral y el folclore, y para facilitar la transmisión intergeneracional de ese conocimiento.

Como una mezcla vibrante de varios idiomas (incluidos el inglés, los idiomas africanos occidentales, el español e incluso algunas palabras indígenas taínas) la fusión lingüística del patois refleja diversas influencias históricas que incluyen la colonización, la esclavitud y la migración. Hablarlo fomenta un sentido de pertenencia y conexión entre los jamaicanos, tanto en la isla como en en el extranjero, sirve como un símbolo de experiencias, valores y perspectivas compartidas, y fomenta un sentido de comunidad.

La tradición oral, por su parte, con su riqueza de proverbios, cuentos populares, canciones y acertijos, encapsula y preserva todo lo jamaicano de una manera viva y atractiva, ofrece información sobre la historia de la isla, la dinámica social y las prácticas culturales. Como un país con diversas formas populares de expresión cultural, que incluye la música, la literatura y las artes escénicas, el patois ayuda a difundir la cultura jamaicana a una audiencia global. De manera similar, escritores y poetas jamaicanos utilizan el idioma para capturar los matices de la vida local en sus obras y contar historias, tradiciones y valores, lo que asegura la continuidad del patrimonio cultural y fortalece los lazos comunitarios.

«Por ello, el idioma jamaicano no es simplemente un medio de comunicación», subraya Gayle, «sino una vibrante representación de la cultura jamaicana. Al abrazar y promover el idioma, los jamaicanos contribuyen activamente a preservar y enriquecer su único patrimonio cultural».

Pero volvamos a mi pregunta central: ¿Cómo afecta usar (o no usar) patois la forma en que otros perciben tu identidad y de dónde eres? Gayle estuvo de acuerdo en que la habilidad de hablar jamaicano puede «impactar significativamente» la forma en que nos perciben los demás. Esto, por supuesto, puede ser positivo o negativo, dependiendo de la actitud del oyente hacia el idioma. «La decisión de hablar jamaicano o no», me dijo, «es una decisión personal con complejas implicaciones sociales. Mientras que hablar jamaicano puede ser una fuente de orgullo y conexión cultural, es importante ser consciente del potencial para percepciones negativas y perfilado lingüístico. Afortunadamente, las actitudes hacia los jamaicanos están evolucionando, y hay un reconocimiento creciente de su legitimidad como un idioma distinto con un rico significado cultural».

Gayle también cree que enseñar un sistema de ortografía estandarizado para el creole jamaicano en las escuelas públicas podría ofrecer varios beneficios: mayor alfabetización en jamaicano, mejor rendimiento académico y un sentido más fuerte de identidad cultural. Me dejó con muchas cosas en qué pensar.

Ahora, cuando me preguntan de dónde soy realmente, la respuesta sigue siendo clara para mí, a pesar de mi acento ambiguo. Mi viaje a través de «no sonar jamaicana» ha profundizado la comprensión de mis raíces y la importancia de celebrar mi único patrimonio lingüístico. Mientras continúo aprendiendo y aceptando el patois, me llevo las historias, la resistencia y el espíritu de mi país.

Soy inconfundiblemente jamaicana, en cada sonido y en cada sílaba que pronuncio.

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