¿A dónde vas, democracia europea? El alarmante caso de las elecciones rumanas

Los centros electorales rumanos en La Haya. La fotografía es de Ana Maria Dima, utilizada con autorización.

Europa atraviesa algunos cambios radicales y sus efectos están presentes a nivel global. Según el Índice de Paz Global de 2024, los conflictos armados han alcanzado su nivel más elevado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Debemos comprenderlo. No solo somos testigos de una época violenta, sino participantes activos en un mundo en el que se cuestiona la verdad sin cesar. Desde el aumento de los espectáculos políticos de mala calidad hasta las distracciones de ‘pan y circo’ en las redes sociales, nos hacemos una pregunta existencial: ¿en qué clase de democracia queremos vivir?

Lo ideal sería que todos nos “mantuviéramos en calma y siguiéramos adelante”, pero por más tranquilizante que parezca este consejo, no hay esperanza alguna y observar el estado de la economía indica lo opuesto (sí, se remonta a lo fundamental de “es la economía, ¡idiota!”).

Rumanía, Estado democrático siempre elusivo en el extremo oeste de la Unión Europea, es un ejemplo aleccionador. En 2024, el tribunal constitucional declaró nulas y sin efecto las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre y diciembre. Este organismo mencionó preocupaciones sobre la interferencia externa y la integridad del proceso electoral, lo que manifiesta un intento audaz por obstaculizar el aumento del radicalismo. En medio de esta crisis, surgió el ultranacionalista Călin Georgescu, como triunfador pero también como paria. Se aseguró casi el 23% del electorado, un incremento notable, dado que las encuestas antes de las elecciones le daban un 5%. Tal aumento exhibe el giro preocupante hacia un discurso extremista en la frágil democracia rumana. Más del 60% de los votantes inscritos participaron; sin embargo, a pesar de la amplia asistencia, las divisiones en el electorado revelan las complejidades de la sociedad.

La situación en Rumanía ha empeorado por varias razones, muchas de las cuales están profundamente arraigadas en su transición luego del comunismo. A pesar de ser parte de la Unión Europea, las instituciones democráticas rumanas siguen vulnerables dado su pasado no resuelto, la histórica división política, corrupción y desconfianza en el sistema. Esto ha creado un entorno en el que líderes populistas y extremistas, como Călin Georgescu, pueden aprovechar la desilusión pública. Además, el sistema educativo rumano, que aún lucha con las secuelas de las iniciativas tras el comunismo para reformarlo, no ha brindado con eficacia las habilidades de pensamiento crítico necesarias para navegar por las complejidades del discurso político moderno a los ciudadanos. Por lo tanto, la población se ha vuelto más susceptible a las narrativas emocionales y simplistas promovidas por figuras como Georgescu, que son conocidas a través de las plataformas de redes sociales.

La influencia de Tik Tok en Rumanía ha crecido en gran medida y alcanzó un 8.97 millones de usuarios, y casi ha superado a los 9.05 millones de usuarios de Facebook. El aumento de la popularidad y difusión de contenido impulsado por algoritmos lo han convertido en una herramienta poderosa para el mensaje político. La anulación de la elección a través de supuestas interferencias extranjeras demuestra las vulnerabilidades en los procesos democráticos modernos, en particular, en lo que respecta al rol de las plataformas de redes sociales en la difusión de información.

El caso de Rumanía es significativo porque representa una encrucijada donde se cruzan la tecnología, la vulnerabilidad electoral y la erosión de las normas democráticas. Su frágil democracia, que se ve agravada por la interferencia extranjera y la rápida expansión de la influencia de las redes sociales, hace que Rumanía sea especialmente notable. A diferencia de las democracias más consolidadas, Rumanía tiene menos resiliencia institucional para hacer frente a estas fuerzas. El uso de Tik Tok, en específico, es una nueva frontera en la manipulación política, en la que influenciadores y líderes ultranacionalistas pueden dirigirse a jóvenes votantes, a menudo sin interés, a través de contenido emocional y de corta duración. La escala de influencia que plataformas como Tik Tok ejercen en Rumanía, donde la presencia digital es alta pero la alfabetización mediática es baja, representa una tendencia alarmante para otras democracias. En un contexto global, Rumanía es un microcosmos de los riesgos que plantea la tecnología sin control en las elecciones y de cómo las narrativas extremistas pueden encontrar terreno fértil en espacios digitales, en especial, donde los medios tradicionales y los sistemas políticos son débiles.

Sin embargo, esto no se trata solo de la postura mesiánica de Georgescu o de inspirarse en la Biblia para atraer seguidores a lo largo de la línea de “Quien me sigue no caminará en tinieblas”. La verdadera historia es la guerra híbrida que se libra contra la democracia de Rumanía. Las plataformas de redes sociales, particularmente Tik Tok, desempeñaron un rol fundamental en la amplificación de su alcance. El contenido emotivo y breve de Tik Tok resultó ser una herramienta poderosa para movilizar a votantes desilusionados. Rumanía se ha convertido con éxito en un campo de prueba sobre cómo las grandes compañías tecnológicas pueden manipular a la opinión pública, un sentir que incluso Viktor Orbán de Hungría, que no es ajeno a las tendencias antidemocráticas, ha reconocido abiertamente.

Además, las autoridades rumanas acusaron a Rusia de interferir en las elecciones en nombre de Georgescu. “Los servicios de inteligencia alegaron formalmente la existencia de una campaña de un millón de euros que involucra 25 000 cuentas coordinadas de Tik Tok, ninguna de las cuales fue declarada en los informes oficiales de financiamiento de campaña. Según los documentos divulgados, la operación mostró características claras de actor estatal, con infraestructura técnica relacionada con Rusia para apoyar la distribución de contenido”, señala un informe del medio de verificación de hechos Funky Citizens.

En febrero, los fiscales abrieron formalmente una investigación criminal contra Georgescu “por seis cargos, que incluyen pertenecer a una organización fascista, promover criminales de guerra y organizaciones fascistas, y comunicar información falsa sobre el financiamiento de campañas».

Al parecer, los actuales alumnos de Rumanía –futuros votantes– enfrentan tasas bastante altas de analfabetismo funcional, en torno al 40%, según informan los medios nacionales. Este problema refleja dificultades sistémicas más profundas dentro del sistema educativo y de desigualdad económica. El sistema educativo, que aún trabaja en las reformas poscomunistas, no ha equipado efectivamente a los estudiantes con herramientas esenciales para el pensamiento crítico, la alfabetización mediática y el compromiso político.

Las organizaciones de encuestas en Rumanía, al igual que en muchos otros países, también tienen dificultades para adaptarse a la era digital. Muchos métodos de encuestas siguen siendo tradicionales, y a menudo no logran captar con precisión el sentir de los votantes, particularmente quienes participan principalmente en línea. En Rumanía, donde el uso de las redes sociales está en rápida expansión, estos fracasos en las encuestas pueden atribuirse en gran medida a una subestimación de la influencia que estas plataformas tienen en la formación de la opinión pública. Esta tendencia es especialmente destacadas en zonas rurales o marginadas, donde la confianza en los medios tradicionales es baja.

Sin embargo, este no es solo un problema rumano. La erosión de los valores democráticos en toda la Unión Europea refleja las batallas geopolíticas que están dando forma al siglo XXI. Desde la ciberguerra hasta las campañas de desinformación, estamos presenciando la estrategia de dividir y reinar reimaginada para la era digital. Las palabras de advertencia de Hannah Arendt: “La violencia puede destruir el poder; no puede crearlo”, resuenan ominosamente mientras consideramos las consecuencias de permitir que la tecnología dicte nuestras vidas cívicas. Internet, alguna vez celebrada como fuerza democratizadora, se ha convertido en un campo de batalla lleno de agresiones contra mujeres, minorías y comunidades marginadas. Esto no se trata solo de la libertad de expresión, sino de las estructuras fundamentales de poder en el mundo moderno. A medida que Rumanía se prepara para otra ronda de elecciones en mayo de 2025, las apuestas no podrían ser más altas.

¿Puede la democracia resistir las presiones de la corrupción, la interferencia externa y la manipulación tecnológica? ¿Y qué lecciones puede sacar la Unión Europea de las luchas de Rumanía? Las respuestas no están en las promesas de líderes populistas, sino en la resiliencia de las instituciones y el compromiso activo de ciudadanos que se niegan a ser meros espectadores. La democracia, como siempre, es un trabajo en progreso. Pero la pregunta sigue siendo: ¿la moldearemos nosotros o dejaremos que nos moldee a nosotros?

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