La gestión de los residuos agrícolas en Guadalupe plantea una emergencia climática y de salud

Recuperación de residuos químicos agrícolas en Guadalupe. Fotografía de Olivia Losbar, usada con autorización.

En Guadalupe, isla francófona del Caribe cuya historia reciente ha estado marcada por un escándalo de contaminación de clordecona, la gestión de los residuos agrícolas es complicado.

La clordecona es un pesticida tóxico, que se utilizaba antes para controlar el barrenador del gorgojo del plátano en el Caribe, que se ha relacionado con todo tipo de problemas de salud en humanos, como cáncer, neurotoxicidad, daños orgánicos y daños reproductivos. No se descompone fácilmente en el ambiente, lo que significa que puede permanecer en el suelo y el agua durante décadas, acumularse en la cadena alimenticia y contaminar los cultivos, los peces y el agua. En el Caribe francés, contaminó ecosistemas enteros, y provocó crisis de salud a largo plazo.

Estos graves riesgos llevaron a que se prohibiera el producto en Estados Unidos en 1976, después de que los trabajadores de una fábrica de Virginia que fabricaba el producto químico sufrieron intoxicaciones; la Unión Europea no tardó en seguir su ejemplo. En el Caribe francés, sin embargo, se siguió utilizando hasta 1993, lo que agravó la crisis de contaminación. La clordecona figura ahora en la lista del Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes, lo que restringe su producción y uso a escala mundial.

En Guadalupe, el uso generalizado de productos fitosanitarios y plásticos agrícolas también ha tenido graves consecuencias: contaminación duradera del suelo, contaminación de las aguas subterráneas y los arrecifes de coral, y emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas a la incineración incontrolada.

Las repercusiones en la salud humana son igual de alarmantes: el estudio Kannari de ANSES (Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria de los Alimentos, el Ambiente y el Trabajo) y Santé Publique France entre 2013 y 2014, reveló que se había detectado clordecona en más del 90% de la población local, con un mayor riesgo de enfermedades graves, incluidos diversos tipos de cáncer.

Esta constatación destaca la necesidad de encontrar soluciones locales, sostenibles e integradoras a esta crisis.

El despertar de un granjero a la enfermedad

La historia de Rémi Phoudhia, granjero guadalupeño afectado de cáncer que se atribuyó a su prolongada exposición a los pesticidas, destaca la urgencia de esta transición.

«No quiero utilizar más productos2, dice este hombre de 60 años. «Estoy intentando pasarme a lo ecológico. Pasé por una enfermedad muy grave relacionada con los pesticidas, así que ahora quiero deshacerme de todo eso».

Phoudhia decidió cambiar sus prácticas agrícolas con la ayuda de iniciativas locales que lo financian para gestionar responsablemente sus residuos agrícolas y reducir el uso de insumos químicos.

«Cada vez que se recogen residuos agrícolas, vengo», explica Phoudhia. «Ahora los jóvenes entienden los peligros. Pero en mi época no lo sabíamos; nos deshacíamos de los productos bajo el árbol de mango. Ahora que lo sabemos, tenemos más cuidado».

Una solución innovadora

Ante tantas historias como la de Phoudhia surgidas a raíz de estos problemas, Agrivalor Guadalupe, organización ecológica fundada en 2017, viene ofreciendo a los granjeros una respuesta concreta e innovadora. Su misión principal es recoger y valorizar los residuos agrícolas existentes para minimizar el impacto ambiental y de salud asociados a su mala gestión.

Todos los agentes del sector, importadores, distribuidores y granjeros, se unieron para crear la organización. Se ha dispuesto una red de ocho puntos de recogida distribuidos estratégicamente por todo el archipiélago guadalupeño. A través de un programa dirigido a grandes y pequeños productores, estos centros de recogida permiten a los granjeros deshacerse en condiciones seguras de sus plásticos usados y otros productos tóxicos, como bidones de envases vacíos, cáscaras de plátano, bolsas de abono, productos fitosanitarios no utilizables y equipos de protección.

Granjero deposita residuos en una cosecha organizada por una cooperativa agrícola en Le Moule, Guadalupe. Fotografía de Olivia Losbar, usada con autorización.

Thierry Saman, agente de SAP Caraïbes, forma parte del equipo de recolección de residuos peligrosos. Ha notado una evolución desde las primeras recoñleciones: «Al principio, había muchos productos. Ahora hay cada vez menos, lo que es bueno para el ambiente».

Impacto medible sobre el clima y la salud

Gracias a la recuperación periódica de estos residuos, se ha conseguido una correlación directa entre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la incineración incontrolada y el vertido de productos tóxicos en el ambiente.

El planteamiento utilizado también fomenta una economía circular, pues reduce la necesidad de producir nuevos materiales contaminantes. Para granjeros como Phoudhia, representa una ayuda crucial en su transición hacia prácticas agrícolas sostenibles.

La organización sigue prestando apoyo técnico y logístico, lo que permite a explotaciones de todos los tamaños cumplir las normas ecológicas y climáticas, al tiempo que se reducen las desigualdades ambientales y económicas asociadas a la gestión de residuos. Agrivalor cree que es un modelo que puede reproducirse en otras regiones insulares que enfrentan problemas similares.

Combinando innovación técnica y responsabilidad ambiental, y reduciendo al mismo tiempo las desigualdades, esta asociación con los granjeros se esfuerza por construir un futuro más sostenible para Guadalupe.

Este reportaje se ha realizado con el apoyo de la Beca de Periodismo sobre Justicia Climática en el Caribe de Climate Tracker Caribbean.

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