La zona protegida de Jamaica que no fue

La autora, la novelista y ambientalista Diana McCaulay cuando era bebé camina en el cabo de Palisadoes de Jamaica. Foto cortesía de la autora, usada con autorización.

Por Diana McCaulay

Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en la cuenta de Substack de la autora el 7 de marzo de 2025. A continuación  reproducimos una versión editada con autorización.

Comienzo con esta imagen borrosa para dejar en claro que el valor de este lugar es personal para mí. Hay quienes lo despreciarán, lo caracterizarán como «emotivo», pero ¿de qué otra manera surge el amor y el respeto por un lugar? Esta soy yo, a los dos años, con una tía abuela en el cabo de Palisadoes. Para los no jamaicanos,  el cabo de Palisadoes es una larga franja de tierra, una especie de península, que originó el puerto de Kingston.

Mis padres, mis abuelos y mis tías abuelas nos llevaban a mí y a mis hermanas a esa playa cuando éramos niñas. Lanzábamos piedras al agua mientras las olas nos perseguían y nos obligaban a correr de vuelta a la playa, recogíamos conchas, corríamos. En aquellos días, podías caminar o conducir a través de pequeños huecos en las dunas de arena, y la vista de la costa y del sol poniente estaba allí para todos.

La playa de Palisadoes también fue un elemento catalizador para mi activismo ambiental cuando descubrí que se había convertido en un basurero: no me refiero a basura dispersa, sino a camiones cargados de desechos. «Alguien debería hacer algo», pensé mientras estaba allí. Después, cuando ese alguien fui yo, Fondo para el Ambiente de Jamaica comenzó con limpiezas de playa en Palisadoes, y cuando la concurrencia sobrepasó el espacio disponible, se trasladaron a un lugar llamado Fort Rocky, más abajo en el cabo, a aproximadamente un kilómetro y medio de la histórica ciudad de Port Royal.

Fort Rocky es un sitio histórico listado en el sitio web del Fondo del Patrimonio Nacional de Jamaica. Fue construido a fines del siglo XIX y renovado en el siglo XX para evitar el acceso de los barcos de guerra al puerto de Kingston. Los cañones fueron retirados cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial.

Para entonces, esta zona había sido declarada zona protegida de Palisadoes/Port Royal bajo la ley jamaicana. Además era un Humedal de Importancia Internacional según la Convención Ramsar de Naciones Unidas. A pesar de esta protección legal, las degradaciones continuaron: revestimiento de la costa entre Harbour Head y Gunboat Beach, eliminación de manglares por diversas razones, basura arrastrada desde los arroyos que desembocan en el puerto de Kingston. Los planes de gestión avanzaban a paso de tortuga..

Vista de Lime Cay desde la playa en Ft. Rocky. Foto de Diana McCaulay, usada con autorización.

Cuando terminaba la limpieza anual de playas del Fondo para el Ambiente de Jamaica, cansada y quemada por el sol, subía al viejo fuerte, y desde allí veía la brillante franja de la costa, Lime Cay, justo frente a la costa, y las imponentes montañas Azules detrás de mí. Y me imaginaba Fort Rocky como un lugar donde cualquiera pudiera venir solo para mirar el mar, llenarse de paz, caminar por un sitio antiguo y pensar en lo que había allí antes, tal vez dar un paseo por las dunas, entre la vegetación, tal vez comprarle un coco a un vendedor.

En octubre de 2017, el ministro de Cultura, Género, Entretenimiento y Deportes de Jamaica declaró a Fort Rocky zona de entretenimiento. Era inapropiado en todos los sentidos para grandes actividades nocturnas: espacio limitado para estacionamiento, justo al lado del mar, abundante vegetación con manglares en la costa y muchas otras plantas, incluidas especies endémicas, y una playa de anidación de tortugas. A pesar de las objeciones planteadas en ese momento, esta idea siguió adelante con el apoyo del regulador ambiental de Jamaica y el administrador de la zona protegida, la Agencia Nacional de Ambiente y Planificación del Territorio. Las cosas se calmaron por un tiempo y surgieron esperanzas de que esta fuera otra idea grandiosa que nunca llegaría a completarse.

Anuncio de la fiesta en Fort Rocky. Foto de Emma Lewis, usada con autirización.

Pero no. A principios de marzo, llegaron las excavadoras y, a pesar de los requisitos del plan de gestión que se había demorado tanto, arrancaron una franja de pequeñas dunas, manglares y vegetación, aparentemente con la bendición del Ministerio de Cultura para una fiesta llamada Good Times, programada para el 15 de marzo.

Hacia finales de marzo, no había una respuesta formal de ninguna de las agencias estatales involucradas, pero se rumorea que la Agencia Nacional de Ambiente y Planificación del Territorio emitió órdenes de detención que, como es habitual para nuestro regulador ambiental, se enviaron cuando el daño ya ESTABA HECHO.

Algo que aprendí durante mis 28 años al frente del Fondo para el Ambiente de Jamaica es que cualquier acción, se puede defender, y se defenderá. Así que ya puedo escuchar las excusas, las explicaciones, las evasivas, los señalamientos, las promesas de restauración y rendición de cuentas, que no se harán efectivas nunca. La fiesta siguió. Los guerreros del «desarrollo» pondrán alguna superficie que canalizará aceite y basura hacia el mar. Tal vez se replantará algún pequeño grupo de manglares y habrá un cartel conmemorativo. Sin embargo, inexorablemente, las leyes ambientales se han incumplido una vez más, y eso se pasará por alto, ah nuh nuttn (no es un problema).

Me alegra haber pasado tiempo en los Palisadoes de niña, de adulta, y como activista. Pronto, si nuestras agencias estatales siguen como hasta ahora, lo que alguna vez estuvo allí y se consideró digno de protección legal vivirá solo en fotografías y recuerdos.

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