
Contaminación plástica en un rio de Trinidad. Foto del Instituto de Asuntos Marinos, cortesía de la red de noticias ambientales Cari-Bois. Usada con autorización.
Por Suemita Teeluck
Este artículo se publicó en la red de noticias ambientales Cari-Bois con apoyo de la beca de periodismo sobre justicia climática del Caribe, iniciativa conjunta de Climate Tracker y Open Society Foundations. Publicamos una versión editada como parte de un acuerdo de intercambio de contenido.
Un día, caminaba por las calles llenas de basura de Couva, en el centro de Trinidad, y pensé en cómo ya no soy sensible a la basura. Estas son las mismas calles en las que crecí; me alarmó que estemos tan acostumbrados a ver basura que ya casi ni la notamos.
Se puede argumentar que, en esencia, el maltrato a la naturaleza en Trinidad y Tobago es más que una crisis ambiental. La forma en que los trinitenses interactúan con la naturaleza también puede reflejar problemas más profundos de falta de empatía y compasión.
Las consecuencias de las inundaciones, la deforestación y la contaminación son problemas innegables que deben enfrentarse. Pero la desconexión y la indiferencia hacia el ambiente en Trinidad y Tobago también es un problema importante, ya que con demasiada frecuencia la naturaleza se ve como algo que debe ser explotado en lugar de respetado y cuidado.
No es descabellado pensar que la apatía y el desapego han impulsado la degradación ambiental. ¿Por qué tantos ignoran las advertencias urgentes de los expertos climáticos? ¿Por qué se recibe con indiferencia la destrucción de hábitats, y no con indignación?
En noviembre de 2024, un activista juvenil hizo la encuesta “Maltrato a la naturaleza”, y encontró que: “La mayoría de las personas tiende a ignorar cosas que son perturbadoras o sombrías, ya sea que esas ideas sean hechos o no. No consideran la sobrevivencia de lo no humano como importante, ni se detienen a pensar en el impacto que nuestro entorno más amplio tiene en nuestra sobrevivencia como especie».
Lo que será clave para minimizar la degradación ambiental en Trinidad es la resistencia a la renuencia que algunos puedan tener para aceptar responsabilidad personal o enfrentar las deficiencias de la sociedad. Si bien es cierto que la acción individual por sí sola no puede compensar el daño ambiental que causan las corporaciones, las élites irresponsables o incluso las tecnologías emergentes como la IA, la responsabilidad personal sigue jugando un papel crucial.
Tratar la degradación ambiental requiere un cambio cultural hacia la empatía por la naturaleza y comprender que la vida de todos depende de la naturaleza. Esto se traduce en reconocer cómo las decisiones cotidianas, ya sea reducir los desechos o apoyar políticas sostenibles, contribuyen a una ética ambiental más amplia.
Al mismo tiempo, debemos exigir responsabilidad a las corporaciones y Gobiernos por el impacto ambiental que generan. Todo esto debe contribuir a fomentar un sentido colectivo de responsabilidad.
Abordar la crisis ambiental implica mucho más que asumir que la sociedad moderna simplemente adoptará nuevos valores, debemos pensar: ¿cómo facilitamos ese cambio?
Ambos principios ecocéntricos, que enfatizan las relaciones de cuidar la naturaleza y desarrollar empatía, pueden ser herramientas poderosas para fomentar una sociedad que se funda en la responsabilidad ecológica.
Se debe trabajar para combatir el auge del individualismo, que ha jugado un papel importante en la degradación ambiental. Una mentalidad individualista a menudo prioriza la comodidad personal por sobre el impacto ambiental.
Existe un dicho que dice que «el cambio comienza en casa», y he tenido que trabajar con mi familia para confrontar estos problemas de individualismo y degradación ambiental. Por ejemplo, mi hermana menor insistió en usar sorbetes de plástico de un solo uso porque no le gusta la sensación fría de los sorbetes de metal reutilizables.
Desafortunadamente, su propia conveniencia prevaleció sobre la reducción de desechos plásticos, lo que refleja una lucha común entre la comodidad personal y la responsabilidad ambiental. Aunque es un trabajo en proceso, tener conversaciones con ella y mostrarle la importancia de reducir los plásticos de un solo uso es un ejemplo de la vida real de cómo todos podemos tomar medidas a pequeña escala, comenzando en nuestros hogares.
De manera similar, mi madre sigue apoyando a las grandes cadenas comerciales, cree que sus compras individuales tienen poco impacto en un entorno más amplio. Esta noción pasa por alto el efecto acumulativo del comportamiento del consumidor, en el que las pequeñas acciones colectivas, ya sean positivas o negativas, pueden generar consecuencias ambientales sustanciales.
El cambio hacia la conciencia ecológica requiere romper estos patrones habituales a través de la educación, de los cambios en las políticas y de fomentar una cultura que valore la sostenibilidad. Cuando las personas reconocen las consecuencias más amplias de sus elecciones, el cambio ambiental significativo se vuelve posible.
Ahora nos corresponde a los ciudadanos de Trinidad y Tobago, decidir cómo será la relación de nuestro país con la naturaleza en el futuro. Debemos reflexionar profundamente sobre nuestras acciones y realmente entender que cada «pequeño» acto de falta de respeto hacia el ambiente está causando un daño irreparable.
Si tiras un tenedor de plástico al suelo, ¿realmente piensas en cuánto daño estás causando? Si sabes que puede terminar en los desagües, pero piensas: “Es solo un tenedor de plástico, no es gran cosa”, entonces eres parte del problema. ¿Qué pasaría si una de cada tres personas pensara de esa manera?
A menudo. la gente elige la solución que le es más fácil a diario, y, más a menudo de lo que se piensa, esa decisión es dañina. Es hora de que todos empecemos a pensar más en el impacto que provocamos en el mundo que nos rodea.
Hemos llegado a un punto donde muchos olvidaron que la amabilidad es gratuita. Ya sea sostener una puerta abierta para alguien con las manos ocupadas, ofrecer un simple “buenos días” a un desconocido o dar pasos adicionales para desechar correctamente la basura, gestos como estos no cuestan nada. Son simples actos de decencia que requieren poco esfuerzo, pero marcan una gran diferencia.
No tendrían que ser tácticas por miedo o culpa las que motiven a las personas a tomar acciones que deberían preocuparles inherentemente. Hacer lo correcto debe ser algo natural, no algo impuesto.
En Trinidad y Tobago, nos encanta conseguir una buena oferta; la idea de que algo sea “gratis” resuena profundamente con nosotros. Bueno, la compasión por nuestro planeta y sus habitantes no tiene costo. Es fácil abordar la crisis climática con empatía, ver el mundo, y a los demás, con amabilidad. Esa es la mejor oferta que podemos conseguir para nosotros y para las generaciones futuras.
Invito a todos a aprovecharlo.