
Abdullah Öcalan y miembros del partido kurdo DEM instan al PKK a desarmarse y disolverse. Captura de pantalla de Twitter. Uso legítimo.
Tras casi medio siglo de lucha, los rebeldes kurdos de Turquía están listos para ponerle fin a su insurgencia. Si el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan se toma en serio las conversaciones, esto podría beneficiar a los turcos y a los kurdos, y también a la posición de Washington en la región. Pero si Erdoğan y su gobierno se limitan a instrumentalizar la promesa de paz como una toma de poder regional, las complicaciones en la relación entre Estados Unidos y Turquía solo van a crecer. Podría decirse que Erdoğan está negociando con los kurdos principalmente como un medio para asegurar los votos de los parlamentarios kurdos para prolongar su mandato como presidente, que actualmente está prohibido por la Constitución del país.
El 27 de febrero, el fundador y líder del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, pidió al grupo deponer las armas y disolverse. El llamado se produjo tras casi un año de negociaciones secretas con el gobierno de Turquía. El 1 de marzo, las fuerzas armadas del PKK declararon un cese al fuego, afirmaron que seguirían las órdenes de Öcalan y solicitaron a la parte turca que adoptara acciones recíprocas para facilitar su disolución.
El PKK levantó las armas en 1984 cuando Turquía estaba bajo un régimen autoritario luego de un golpe militar. La lengua y la identidad kurda quedaron criminalizadas, y los disidentes, turcos o kurdos, enfrentaban la cárcel, al exilio o a cosas peores. Desde entonces, el conflicto armado le ha costado a Turquía más de 40 000 vidas y billones de dólares. Ambas partes han mantenido negociaciones periódicas desde 1993 sin resultados perdurables.
Lo más cerca que Turquía estuvo de un acuerdo fue entre 2013 y 2015. Pese a que Erdoğan abandonó estas negociaciones tras perder las elecciones parlamentarias de junio de 2015 tuvieron un impacto duradero en una zona: Siria.
El cese al fuego permitió que las fuerzas kurdas se centraran en luchar contra el ISIS, lo que posibilitó la defensa de regiones estratégicas como Sinjar, en el norte de Irak, y Kobane, en el norte de Siria, cuando las fuerzas armadas irakíes y sirias no podían o no querían combatir. También es poco probable que la coalición global liderada por Estados Unidos hubiera podido asociarse con las Unidades de Protección Popular del pueblo Kurdo Sirio si los grupos kurdos estuvieran activamente involucrados en el conflicto con Turquía.
Diez años después, Washington confía en que la paz vuelva a dar sus frutos en Siria. Como señaló una declaración de la Casa Blanca en la que acogía con satisfacción el llamado de Öcalan, Estados Unidos cree que la disolución del PKK y la resolución de la cuestión kurda de Turquía podría resolver lo que quizá se haya convertido en el mayor problema en las relaciones entre Estados Unidos y Turquía: la hostilidad de Turquía a la asociación de Estados Unidos con las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS). Es más, es posible que Estados Unidos haya apoyado en silencio la reanudación de las negociaciones Turquía-PKK desde al menos 2023, probablemente por esta razón.
Como era de esperar, las FDS compartieron esta reacción positiva. El comandante en jefe de las FDS, Mazlum Abdi, dijo que esperaba que eliminara los pretextos para los ataques turcos contra sus fuerzas mientras negocian su lugar en el futuro de Siria. Abdi ha sido un defensor de la paz en Turquía durante años. En un artículo de opinión de 2022, declaró públicamente la disposición de sus fuerzas para ayudar con cualquier solución política. Otros dirigentes de su gobierno, como Ilham Ahmed y Salih Muslim, comparten esta opinión.
Sin embargo, el gobierno de Erdoğan está adoptando un tono diferente. En lugar de celebrar la idea del fin de la violencia que ha devastado a su país, los funcionarios turcos están utilizando la declaración para amenazar con una nueva guerra. Insisten en que la declaración de Öcalan debe aplicarse a las FDS, aluden a nuevas acciones militares si los kurdos sirios no se rinden simplemente a las milicias respaldadas por Turquía y a los nuevos gobernantes islamistas de Siria.
¿Por qué Erdoğan está iniciando un nuevo “proceso de paz” con los kurdos?
Esta actitud podría acabar con el proceso de paz antes de comenzar, lo que traería inestabilidad e inseguridad a turcos, kurdos, sirios y a la comunidad internacional por igual. Antes de poder abordar cualquiera de estos cálculos, vale la pena preguntarse por qué Erdoğan decidió emprender ahora un nuevo proceso de paz con los kurdos.
Es por razones instrumentales. Erdoğan necesita el apoyo kurdo en el Parlamento para cambiar la Constitución del país para así asegurar un cuarto mandato presidencial. En la situación actual, la coalición liderada por el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdoğan no tiene los votos requeridos (360/600) y necesita los votos de los miembros del partido Popular de la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM, antes HDP). La pregunta es: ¿qué puede ofrecer Erdoğan al DEM a cambio de su apoyo?
La motivación de los kurdos para ayudar a Erdoğan estaría basada en el interés propio y la realpolitik. A fines de 2024, Erdoğan y su aliado de coalición nacionalista de extrema derecha, Devlet Bahçeli, comenzaron a negociar con los líderes de DEM. Esto fue una sorpresa, principalmente porque Bahçeli, líder lidera del ultraderechista Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), es históricamente antikurdo y contrario a los derechos de las minorías. Sin embargo, el AKP y el MHP no tienen el número de votos necesarios para cambiar la Constitución.
Los rumores procedentes de las deliberaciones secretas entre el AKP/MHP y DEM sugieren que Erdoğan se está preparando para anunciar la liberación de Öcalan. La inspiradora figura ha estado en una prisión turca desde su captura y condena en 1999. Lograr su liberación sería una gran victoria para DEM, ya que es ampliamente reconocido a nivel internacional por los kurdos como el equivalente kurdo de Nelson Mandela. Al parecer, Erdoğan también estaría considerando la posibilidad de conceder autonomía a los kurdos de Turquía. Se desconoce lo que esto significa en la práctica, pero es probable que incluya medidas como derechos culturales legalmente protegidos y quizá autonomía territorial. Juntos, la liberación de Öcalan y la autonomía cultural/administrativa serían ganancias difíciles de rechazar.
Estas dinámicas se complicaron con la detención del alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu, el 19 de marzo. Es una amenaza a la continuidad del gobierno de Erdoğan, ya que tiene un historial electoral sólido de derrotar al AKP en elecciones locales. Los votantes de la oposición ven a İmamoğlu como el próximo presidente de Turquía y como el candidato del CHP más capaz de atraer el apoyo kurdo. Es poco probable que un gobierno dispuesto a encarcelar a semejante figura de la oposición bajo acusaciones falsas pueda hacer las reformas democráticas y legales que los kurdos exigen como parte del proceso de paz. Al mismo tiempo, será difícil para el PKK y DEM rechazar totalmente las negociaciones con todo lo que está en juego, una decisión que podría abrir una brecha entre los kurdos y la oposición.
Satisfacer las demandas políticas de los kurdos dentro de Turquía es una condición necesaria pero insuficiente para garantizar una paz duradera. Es poco probable que el PKK se desarme y disuelva a cambio de nada. Dar a los kurdos sirios una oportunidad en las negociaciones es uno de los pocos intereses lo suficientemente poderosos como para justificar concesiones tan grandes a los líderes y a los miembros del grupo. Si este interés no está sobre la mesa, aumenta drásticamente la probabilidad de que se armen grupos disidentes y de que se desate la violencia.
Si los partidos kurdos continúan quedando al margen del acuerdo político de su país a petición de Turquía, es probable que el nuevo gobierno cree un sistema centralizado sin protección para la identidad, la lengua y la cultura kurda, condiciones que generaron la rebelión kurda bajo el régimen de Bashar al-Assad. Las fuerzas kurdas son también la única alternativa importante a la política islamista de línea dura del nuevo gobierno de transición, y defienden la libertad religiosa y la inclusión de la mujer, además de los derechos de los kurdos. Las recientes masacres de alauíes en la costa de Siria a manos de las fuerzas del gobierno provisional y de las milicias del Ejército Nacional Sirio respaldadas por Turquía, algunas de las cuales están sometidas a sanciones estadounidenses, muestran una visión sombría de lo que será el futuro de Siria si no se incluye a las FDS.
Si Turquía viola el cese al fuego mediado por Estados Unidos que ha estado vigente entre Manbij y Kobane desde diciembre y emprende nuevas acciones militares contra los kurdos sirios, reiniciarán la guerra civil siria, darán una nueva oportunidad al ISIS y harán imposible cualquier reconciliación turco-kurda durante toda una generación.
Estas consecuencias son las que Estados Unidos quiere evitar. La administración actual ha expresado su interés en poner fin a las guerras perpetuas, de llevar la paz al Medio Oriente y luchar contra grupos yihadistas como el ISIS. Por consiguiente, Washington tiene interés en asegurarse de que Turquía se toma este proceso de paz en serio.
Estados Unidos debería apoyar mantener los ceses al fuego existentes en Siria, y crear y observar un cese al fuego entre Turquía y el PKK en Turquía e Irak. Debería instar a Turquía a establecer una conexión con las normas legales nacionales e internacionales existentes, dar fin a la persecución de políticos kurdos no violentos y liberar a los presos políticos, como el copresidente del HDP encarcelado Selahattin Demirtas, con el objetivo de desvanecer el atractivo de la resistencia armada. Debería aprovechar esta oportunidad para mostrar la independencia de las FDS del PKK manteniendo el rumbo en Siria: manteniendo la presión sobre el ISIS y facilitando un acuerdo político en el que los kurdos sirios encuentren un lugar en el gobierno y en las fuerzas de seguridad del país.