
Una cocinera narra la situación de los uigures detenidos en un centro de detención rural de Tailandia. Imagen de Prachatai, colaborador de contenido de Global Voices.
Este artículo es de Prachatai, sitio de noticias independiente de Tailandia. Global Voices reproduce una versión editada en virtud de un acuerdo para intercambiar contenido.
Durante seis años, Masiyah (seudónimo) preparó comidas para refugiados uigures detenidos en un centro de detención de inmigrantes en una zona rural de Tailandia. Entregar tres comidas al día, incluidos platos especiales durante el Ramadán, fue forjando gradualmente un vínculo entre ella y los detenidos. En 2020, Masiyah inició una relación amorosa con Polat (seudónimo), uno de los refugiados uigures. Pasó a ser como familia para los detenidos y finalmente se convirtió al islam cuando su conexión se profundizó.
Masiyah contó sus experiencias a Prachatai, lo que dio a conocer las condiciones de vida en el centro de detención. Su relato surge en medio de la creciente preocupación internacional por la seguridad de 40 refugiados uigures deportados a China por el Gobierno tailandés el 27 de febrero de 2025, medida que las autoridades tailandesas afirmaron que fue «voluntaria», a pesar de las preocupaciones de grupos de derechos humanos y activistas uigures.
De las comidas al amor
Cuando la conversación giró en torno a la comida y su relación con Polat, los ojos de Masiyah se iluminaron y su voz se volvió notoriamente más animada. Explicó que los uigures siguen normas alimentarias más estrictas que los refugiados rohinyá a los que había ayudado antes.
The Rohingya would eat spicy food and accept eating meat that I prepared, such as beef and chicken, and they wouldn’t be particularly strict. But they [the Uyghurs] were very concerned about [food being] halal. They did not accept chicken from me for about three years because they weren’t sure. I wasn’t Muslim then.
Los rohinyás comían comida picante y aceptaban la carne que yo preparaba, como ternera y pollo, y no eran muy estrictos. Pero [a los uigures] les preocupaba mucho que [la comida fuera] halal. No aceptaron mi pollo durante tres años porque no estaban seguros. En aquel entonces yo no era musulmana.
Cuando Masiyah empezó a repartir comidas, los uigures se mostraban cautelosos e inseguros de sus intenciones. Como las costumbres islámicas limitan la interacción directa entre hombres y mujeres, eligieron a Polat como su representante para hablar con ella.
Los uigures exigen comida halal que no sea picante ni contenga glutamato monosódico. Evitan verduras como la berenjena y la calabaza tailandesas, pero prefieren las zanahorias, las patatas y los macarrones. Los platos que les preparaba incluían brócoli salteado, repollo chino salteado con tofu o huevos, y curry massaman, plato tailandés que cumple con los estándares halal.
A medida que su relación se profundizaba, Masiyah asumió el papel de mediadora, ayudaba a los detenidos a contactar a sus familias y a obtener medicamentos cuando enfermaban. Si bien la confianza creció gracias a las comidas y el apoyo compartidos, cree que fue su honestidad la que realmente fortaleció su vínculo.
They trust me because I make three meals every day — breakfast, lunch, and dinner. And during Ramadan, I also deliver food to them at night. They love me because even at 3 am, I still carry food to them.
Confían en mí porque preparo tres comidas al día: desayuno, almuerzo y cena. Y durante el Ramadán, también les entrego comida por la noche. Me quieren porque, incluso a las 3 de la mañana, sigo llevándoles comida.
La percepción que Masiyah tenía de los uigures cambió con el tiempo. Ya no eran las personas aterradoras que alguna vez imaginó. Más bien eran amables y considerados.
Some [Uyghurs] who have contact with their children, every time they ask about their children, they inquire how many chapters of the Quran their kids have memorized. I have never seen them talk of resentment that they have been imprisoned.
Algunos [uigures] que tienen contacto con sus hijos, cada vez que preguntan por ellos, preguntan cuántos capítulos del Corán han memorizado. Nunca los he visto expresar resentimiento por haber sido encarcelados.
Masiyah, de origen budista como muchos tailandeses, consideró convertirse el islam por sus frecuentes visitas a Polat. Finalmente, decidió convertirse. «Había empezado a invitarme», dijo Masiyah sobre Polat. «Antes, bebía mucho. Me convenció de dejar la bebida. Llevo casi seis años sin beber alcohol. Siempre me convence de hacer solo cosas buenas».
Aparte de su influencia positiva sobre ella, fue la compasión lo que los acercó y finalmente los hizo enamorarse.
He never thought of making things difficult for me. He never asked me to do anything wrong. When we talked, I had the feeling that I could no longer disappear from him. I don’t know what the future will be like, but I’ll continue helping him like this because if I disappear, he won’t have anyone else to come and do it for him.
Nunca pensó en complicarme las cosas. Nunca me pidió que hiciera algo malo. Cuando hablábamos, sentía que ya no podía alejarme de él. No sé cómo será el futuro, pero seguiré ayudándolo así porque si desaparezco, no tendrá a nadie más que venga a ayudarlo.
Escape del abuso
En 2014, Polat se encontraba entre los 220 uigures arrestados por la Policía tailandesa cuando intentaba cruzar a Malasia. El grupo fue procesado por inmigración ilegal, y luego quedó dispersado en centros de detención por toda Tailandia. Los uigures habían huido de Sinkiang, donde el Gobierno chino mantiene un estricto control a pesar de la condición de «autonomía» de la región, y han enfrentado críticas generalizadas por las violaciones contra la minoría musulmana.
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En 2016, Polat y otras seis personas fueron trasladadas a un centro en la provincia de Mukdahan, donde permanecieron detenidas durante casi una década. Masiyah contó los relatos de los detenidos sobre que las autoridades chinas inundaron Sinkiang con colonos chinos han, prohibieron las prácticas islámicas y obligaron a los uigures a comprometer su fe con acciones como actuar en presentaciones culturales o consumir alcohol.
En busca de una vida mejor en otro lugar, los uigures terminaron en los centros de detención de Tailandia.
Según el relato de Masiyah, a todos los obligaron a vivir juntos en una habitación estrecha de 4×6 metros con un baño. Como era imposible ver más allá del reducido espacio y a la falta de luz solar, algunos desarrollaron problemas de visión. Además, los agentes los maltrataban físicamente y les hacían comentarios despectivos.
The condition of the detention cells is very bad. In the cell, there are two layers of bars: an inner layer and an outer layer. There are also zinc sheets blocking the view [outside] so no one can see them. The wind can't get in either.
One person inside here was physically abused because this person liked speaking Thai and would often answer back to some of the officers … so he was beaten badly. One of the Uyghurs once mentioned something about food, and [the officer] said, ‘They’re really making a fuss. These people should be made to eat pork.’
Las condiciones de las celdas de detención son muy malas. Tienen dos capas de barrotes: una interior y otra exterior. Además, hay láminas de zinc que impiden ver [al exterior], por lo que nadie los puede ver. El viento tampoco entra.
Alguien aquí dentro sufrió maltrato físico porque le gustaba hablar tailandés y responderles mal a algunos funcionarios… así que lo golpearon brutalmente. Uno de los uigures mencionó algo sobre comida, y [el funcionario] dijo: «Están armando un escándalo. Deberían obligarlos a comer cerdo».
El grupo de Polat intentó escapar dos veces. En 2019, la primera vez que se fugaron fue tras una intensificación de las tensiones con los agentes que negaron atención médica a un detenido enfermo. Cuando los agentes ordenaron que los trasladaran a una sala de detención más grande para reforzar la más pequeña, temieron que los golpearan, lo que provocó su fuga.
Tras su recaptura, cumplieron condena en la prisión de Mukdahan antes de ser devueltos al centro de detención de inmigrantes. En 2020, intentaron fugarse de nuevo. Esta vez, fueron enviados a la prisión de Klong Prem por evadir la custodia y presuntamente robar a los aldeanos. Cinco de los reclusos, incluido Polat, permanecieron en prisión, mientras que los otros dos, tras cumplir sus condenas, se encontraban entre los deportados a China el 27 de febrero.
Sorprendentemente, los uigures prefieren la prisión de Klong Prem al Centro de Detención de Inmigrantes de Mukdahan. Masiyah explicó:
They like it here [Klong Prem Prison] because there is a dining hall separate from the sleeping rooms, and they get to see sunlight. When it rains, they get wet. But at the Immigration Detention Centre (at Mukdahan), it was not okay at all … It’s worse than prison.
They have the feeling that they would rather stay in prison than in the Immigration Detention Centre because the environment is better. If they’re sick, they can see a doctor at the Medical Correctional Hospital. [But at Mukdahan IDC], to get out to see a doctor just once, requires a lot of officers. If it’s not serious, they won’t take them. But here, they can write a request. If they get sick from something, they can write a request and submit it to the medical unit.
Les gusta aquí [la prisión de Klong Prem] porque hay un comedor separado de los dormitorios y pueden ver la luz del sol. Cuando llueve, se mojan. Pero en el Centro de Detención de Inmigrantes (en Mukdahan), no estaban nada bien… Es peor que la cárcel.
Sienten que prefieren quedarse en prisión que en el Centro de Detención de Inmigrantes porque las condiciones son mejores. Si están enfermos, pueden ver a un médico en el Hospital Correccional Médico. [Pero en el Centro de Detención de Inmigrantes de Mukdahan], salir a ver a un médico solo una vez requiere muchos agentes. Si no es grave, no los llevan. Pero aquí, pueden hacer una solicitud. Si se enferman, pueden hacer una solicitud y presentarla en la unidad médica.
Nadie quiere regresar
“Ninguno de los que están en las celdas quiere regresar”, dijo Masiyah sobre Polat y sus amigos. “Solo nos piden que oremos por ellos, que hagamos una [súplica] por ellos, para poder ir a un tercer país, para que puedan escapar de China”.
Masiyah no cree que los 40 uigures detenidos en la Oficina de Inmigración de Suan Phlu regresen voluntariamente a China.
Según un comunicado de prensa del Gobierno tailandés del 27 de febrero, el Gobierno chino solicitó oficialmente la deportación de 45 uigures que habían estado detenidos durante más de 10 años por ingresar ilegalmente a Tailandia, con excepción de unos pocos que habían escapado de la custodia y agredido a los funcionarios.
Entre ellos se encuentran Polat y otros cuatro, cuyos crímenes, irónicamente, los han salvado. El ministro de Justicia declaró recientemente en una rueda de prensa que sus condenas se cumplirán en 2029, momento en el que se tomará una nueva decisión.
Masiyah se siente aliviada por ahora, pero en el fondo sigue preocupada por la incertidumbre que se avecina.
It's … a little bit [difficult], but we have a feeling that it’s not that hard. By saying it’s not hard, [I mean] it is good that he [Polat] is in prison, so it’s not hard. But if he were in Immigration, I would probably worry. Right now I am not too worried. I will be worried only if I am concerned whether he will be sent back or not.
Es… un poco [difícil], pero tenemos la sensación de que no es tan duro. Al decir que no es duro, [quiero decir] que es bueno que él [Polat] esté en prisión, así que no es duro. Pero si estuviera en Inmigración, probablemente me preocuparía. Ahora no estoy demasiado preocupada. Solo me preocuparé si lo devuelven o no.