
El muro fronterizo divide en dos la ciudad de Nogales. Esta foto se tomó en el lado estadounidense de la frontera. Imagen de Annika Gordon en Unsplash. Utilizada bajo licencia Unplash.
Este artículo se publicó originalmente en ruso el 25 de marzo de 2025 en Baikal People. Global Voices tradujo el artículo, lo editó para mayor claridad y lo reproduce con autorización. Los nombres de las personas han sido cambiados por seguridad.
En la primera mitad de 2024, las autoridades estadounidenses comenzaron a enviar masivamente a centros de detención a los rusos que cruzaban la frontera entre Estados Unidos y México para solicitar asilo político. Estos centros son prisiones de inmigración, donde a quienes huyen de la persecución en su país de origen a menudo se les niega asistencia legal, los guardias los maltratan y sufren condiciones insalubres. En este momento, en los centros de detención diseminados por distintos estados puede haber entre 900 y varios miles de ciudadanos rusos.
Desde 2020, Tumen Obogoyev, de 29 años y oriundo de Ulán-Udé, trabajaba como uno de los escritores y editores del sitio web estadounidense “The Fight Site”, dedicado a las artes marciales. El 18 de octubre de 2023 entró a Estados Unidos con su esposa, con la intención de solicitar asilo político tras fracasar sus intentos de obtener una visa de talento.
Un año y medio después de cruzar la frontera, en abril de 2025, Obogoev sigue detenido.
Mientras Obogoev está detenido, su esposa Adiso Budaeva, de 31 años, espera en Chicago la audiencia para su solicitud de asilo. Budaeva y Obogoev abandonaron Buriatia en marzo de 2022, luego de que Rusia inició la invasión de Ucrania. La pareja afirma que ya había estado en desacuerdo con las políticas del Gobierno anteriormente, pero el comienzo de la guerra fue la gota que derramó el vaso.
“Inicialmente, el motivo de la invasión fue formulado como la ‘desnazificación’ [de Ucrania]. Para los buriatos —que hemos sido discriminados desde la infancia por nuestra etnia en Rusia—, era un completo absurdo”, afirma Budaeva.
La pareja huyó a Mongolia, pues preveían la represión y la movilización militar, que efectivamente comenzaron solo seis meses después. Tumen siguió trabajando para el sitio estadounidense y preparó los documentos para solicitar una visa O-1 por «capacidad extraordinaria» para Estados Unidos. Los servicios del abogado para preparar la solicitud de la visa costaron a la pareja 10 000 dólares. Pero a Tumen le denegaron la visa. Entonces la pareja decidió cruzar la frontera estadounidense y solicitar asilo político.
A mediados de 2023, Obogoev y Budaeva aterrizaron en México. En la frontera, la pareja presentó billetes de ida y vuelta y un plan de viaje por el país, como turistas normales. Instalaron la aplicación CBP One en sus teléfonos e intentaron conseguir una cita cada mañana. Tras dos meses de intentos, les programaron una entrevista con un agente de inmigración a las 08:00 horas del 18 de octubre de 2023, en el paso fronterizo de Matamoros.
La pareja llegó al cruce a las 06:00 horas. Cuando fue su turno, a ellos y otros migrantes los llevaron a un gran hangar, donde separaron a hombres y mujeres (solo se hicieron excepciones con las familias con niños).
Luego de unas horas, al grupo de hombres, incluido Obogoev, lo llevaron a otro lugar. Poco después, llamaron a Budaeva para que viera al funcionario de inmigración: le escanearon el pasaporte, le tomaron sus huellas dactilares, le concedieron la entrada a Estados Unidos y le dieron una citación judicial. A las 13:30 horas, Budaeva salió del puesto fronterizo hacia Estados Unidos, en la ciudad de Brownsville, Texas. Sin embargo, no pudo encontrar a su marido en el territorio estadounidense. Budaeva contactó con los colegas estadounidenses de Obogoev y ellos pudieron averiguar que efectivamente había sido detenido.
Antes de la guerra, los rusos rara vez solicitaban asilo en Estados Unidos. Según datos del TRAC, entre 2011 y 2021, los tribunales de inmigración de Estados Unidos recibieron 11 146 casos de asilo político de ciudadanos rusos. Solo en 2022, ese número creció a casi 16 000 y, en 2023, a 42 500.
Según la periodista y activista Alexandra Garmazhapova (designada agente extranjera en Rusia), la idea de emigrar a Estados Unidos ya circulaba entre los residentes de Buriatia antes de 2022: «A veces, varias familias partían de un pueblo a Estados Unidos, y eso se convirtió en el camino más trillado». Uno de los motivos de asilo es la discriminación racial. Si los inmigrantes buriatos hubieran enfrentado ataques étnicos en su país, hubieran podido utilizarlo como justificación para asilo político.
En la segunda mitad de 2023, por la misma época en que Tumen Obogoyev fue detenido, surgieron las primeras denuncias de detenciones masivas de rusos en la frontera. En ese momento, sin embargo, a las mujeres y las familias con niños no las enviaban a centros de detención. Las detenciones en masa se detuvieron brevemente, pero se reanudaron en la primera mitad de 2024.
Según la abogada de inmigración Tatyana Edwards-Behar, en repetidas ocasiones atraparon a los solicitantes de asilo rusos con casos fraudulentos: “Había una sensación cada vez más fuerte de que, junto con los casos reales, también había solicitantes falsos: por ejemplo, mercenarios del grupo Wagner. Las autoridades (en Estados Unidos) simplemente no saben cuántos miembros de Wagner podrían haber llegado aquí haciéndose pasar por evasores del servicio militar o por personas que realmente tenían una postura de protesta civil contra el régimen y la guerra”.
No hubo confirmación oficial de una prohibición hacia los rusos, pero en junio de 2024 los medios obtuvieron lo que supuestamente era un memorando de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) que indicaba que no solo los ciudadanos rusos estaban en una categoría aparte, sino también los procedentes de Georgia, Moldavia, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Según Yulia Nikolaeva, estos son países cuyos ciudadanos no pueden quedar en libertad “condicional”, es decir, no se les permite esperar sus audiencias judiciales en libertad. Estos países están marcados como “extremadamente difíciles de deportar” porque no cooperan con Estados Unidos en el proceso de deportación.
Aldar Tsympilov, de 29 años y oriundo de Ulán-Udé, cruzó la frontera entre México y Estados a mediados de 2024. Llevaba seis años viviendo ilegalmente en Corea del Sur, donde se había trasladado por trabajo. No logró regularizar su situación migratoria allí. Temía volver a Rusia debido a la movilización militar que había comenzado: antes de irse, había servido bajo contrato en el Ejército ruso. Aldar decidió cruzar la frontera entre Estados Unidos y México, aun sabiendo que los rusos eran detenidos con frecuencia. Para intentar protegerse, contrató un abogado por adelantado, pero tuvo dificultades
Fue detenido en la frontera junto con otras dos personas de países exsoviéticos. Cuatro días después, lo trasladaron a un centro de detención en el estado de California. Allí se puso en contacto con abogados cuyos números de teléfono le dieron otros detenidos:
They said that last year this ban lasted three months, and maybe this year it’ll also be about three months. For now, don’t file any documents, because if we do, the case will move forward and it’ll be hard to get out from there.
Dijeron que el año pasado esta prohibición duró tres meses, y puede que este año también sean unos tres meses. Por ahora, no presenten ningún documento, porque si los presentan, el caso seguirá adelante y será difícil salir de ahí.
El 18 de octubre de 2023, mientras Adiso Budaeva esperaba a su marido en el paso fronterizo, Tumen Obogoev era sometido al proceso de admisión. A él y otro hombre con pasaporte ruso los pusieron en «una celda helada de un metro y medio cuadrado», les dieron colchonetas y mantas finas «que parecían fundas plásticas para asar». Tras 30 horas, lo trasladaron al centro de detención de Port Isabel, en Texas.
A Obogoev lo enviaron a una celda dentro de un barracón construido para 70 personas, diseñado para que los guardias pudieran vigilar a los detenidos las 24 horas del día.
Las malas condiciones en los centros de detención son un tema que los medios estadounidenses y las organizaciones de derechos humanos tratan con regularidad. Por ejemplo, según un informe conjunto de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles, Médicos por los Derechos Humanos y American Oversight, de las 52 muertes en centros de detención entre 2017 y 2021, 49 podrían haberse evitado si los detenidos hubieran recibido atención médica a tiempo.
Según Garmazhapova, presidenta de la Fundación Buriatia Libre (nombrada organización extremista y “agente extranjera” en Rusia), la fundación había ayudado a varias personas a llegar a Estados Unidos después de solicitar ayuda para huir de la movilización. También solicitaron asilo personas que se habían manifestado contra la guerra durante la campaña “Buriatos contra la guerra” o que fueron voluntarios en la fundación. Ahora, si son deportados, podrían encontrarse en grave peligro, especialmente desde 2024, cuando la Fundación Buriatia Libre fue calificada como una “organización terrorista”.
Algunos inmigrantes aún consiguen ser liberados antes de sus audiencias de asilo. Por ejemplo, Aldar Tsympilov tuvo suerte de acabar en un centro de detención en California, en el que —gracias a un precedente judicial de hace diez años— un juez pudo liberar a los detenidos tras seis meses bajo custodia. Tsympilov quedó en libertad bajo fianza de 7500 dólares, que pagó la organización benéfica Border Angels, de lo que se enteró durante su detención.
En algunos casos, los detenidos quedan en libertad si tienen un patrocinador en Estados Unidos con ingresos suficientes para responder por ellos, pero este método apenas funciona actualmente. Budaeva logró encontrar un patrocinador para su marido, pero aun así no fue puesto en libertad, y explicó:
The decision ultimately rests with the immigration officer, whose job (at the moment) is essentially not to let people out. If the officer decides that a person can be released, they will be released. If not, they’ll stay detained until the very end
La decisión recae en última instancia en el funcionario de inmigración, cuyo trabajo (por el momento) es esencialmente no dejar salir a la gente. Si el funcionario decide que una persona puede ser liberada, será liberada. Si no, permanecerá detenida hasta el final
El 20 de enero de 2025, cuando Donald Trump asumió oficialmente la presidencia de Estados Unidos, obtener asilo se hizo más difícil para los ciudadanos de todos los países. Combatir la inmigración ilegal era uno de los puntos principales de su campaña electoral, y lo ha cumplido. En las primeras horas de su mandato, Trump cerró la aplicación CBP One, que otorgaba a los solicitantes de asilo un acceso legal a la frontera.
La periodista Anastasia Lisova, de 47 años, cruzó la frontera en diciembre de 2023 junto con su familia, huían de la persecución gubernamental. Lisova nació y vivió muchos años en Buriatia, trabajó como observadora electoral independiente para Navalny HQ (la organización de voluntarios de Alexéi Navalny, exlíder opositor ruso asesinado mientras estaba en la cárcel rusa en febrero de 2024) y para el movimiento de vigilancia electoral Golos (calificado como agente extranjero) y, tras el comienzo de la guerra, escribía para un canal de Telegram contrario a la guerra. Aunque todos los miembros de la familia presentaron solicitudes de asilo ante los tribunales, recibieron permisos de trabajo y su hija menor empezó a asistir a una escuela estadounidense, ahora tampoco están protegidos de una deportación expeditiva.
“Ahora mismo, nada está realmente claro, pero da mucho miedo, porque confiaste en el Gobierno estadounidense, viniste aquí de buena fe, te quedaste en México cuatro meses, gastaste mucho dinero, nervios, etcétera. Hiciste todo honestamente, exactamente como el Gobierno estadounidense te dijo que hicieras. Y ahora resulta que te califican de delincuente”, declara Lisova.
Cuando Tumen Obogoev acabó detenido, el costo promedio para contratar a un abogado de inmigración, según él, se había disparado a 15 000 dólares. Obogoev decidió representarse a sí mismo ante el tribunal, ya que su inglés era lo suficientemente bueno como para escribir artículos para los medios estadounidenses.
A pesar de traer representantes de dos organizaciones buriatas contra la guerra y a un antropólogo de la Universidad de Georgetown especializado en regiones siberianas, y de presentar un paquete de documentos de “diez centímetros de grosor” en apoyo a su caso, el juez denegó si solicitud de asilo.
Obogoev cita una de sus declaraciones:
The respondent is so intelligent that he was able to avoid persecution by the Russian government for nearly two years in the past and can continue to do so in the future after returning, therefore he is safe to return.
El demandado es tan inteligente que pudo evitar la persecución del Gobierno ruso por casi dos años y puede seguir evitándola en el futuro después de regresar, por lo que es seguro regresar para él.
Obogoev presentó una apelación con la ayuda de los abogados que él y su esposa finalmente decidieron contratar. Adiso y Obogoev no han hecho planes sobre qué hacer si pierde la apelación. Normalmente, los inmigrantes son deportados a su país de origen. Según la ley, en un plazo de 90 días, pero en la realidad la espera suele alargarse.