
Chaquetas de estudiantes de Afganistán colgadas de la pared luego del inicio de la campaña «Regreso al colegio» del Gobierno afgano con el apoyo de UNICEF, que devuelve la escolaridad a 1,7 millones de menores. Foto de Eskinder Debebe, usada con autorización.
Por Clarisse Sih y Bibbi Abruzzini
Para millones de jóvenes y niñas de Afganistán, hoy la educación es más que un derecho, es un acto de resistencia. Desde que los talibanes retomaron el poder en 2021, les ha sido brutalmente arrebatado el acceso a la educación.
Afganistán despertó a una nueva realidad el domingo 15 de agosto de 2021. Una mujer que prefiere permanecer anónima recuerda haber salido de su casa y oído a un comerciante decir que los talibanes habían tomado el control de la capital, Kabul. El ambiente era tenso, el miedo y la incertidumbre estaban grabados en cada rostro. La gente corría a sus casas con expresión muy preocupada. Justo antes del regreso de los talibanes, el futuro parecía prometedor.
«Lloré mucho, porque sabía que se hacían añicos todas mis esperanzas y sueños». Ante la incertidumbre de una vida bajo el régimen talibán, la familia tomó la difícil decisión de abandonar Kabul y mudarse a su pueblo en Dara-e-Pech, en la provincia nororiental de Kunar.
Comienzo de una nueva época oscura
«En cuanto los talibanes tomaron el país, pisotearon y frenaron todos los derechos y las actividades de las afganas», explica Hela, participante del Programa de Liderazgo desarrollado por Afganas por el Pensamiento Progresista (APT).
APT es una organización sin fines de lucro liderada por jóvenes de Afganistán que abordan activamente las crisis de derechos humanos, con especial énfasis en los derechos de las mujeres y la promoción del acceso de las niñas a la educación a través de iniciativas creativas de gran impacto. Desde su creación en 2010, las actividades de APT han apoyado a más de 60 000 jóvenes en 34 provincias y promovido el liderazgo juvenil, la educación y la cultura de paz.
«Es como cuando la oscuridad se apodera de un cuarto que tiene todas las lámparas rotas, así están los corazones de innumerables niñas afganas, ensombrecidos por la desesperación y el deseo de un rayo de esperanza», declara una participante anónima de la iniciativa APT.
Ajmal Ramiyar, director ejecutivo de APT, se niega a dejar morir sus sueños.
«Llegará el día en que nadie sufrirá limitaciones por razón de su género, y ninguna niña enfrentará un futuro en el que se le niegue el acceso a la educación», declaró en entrevista con Bibbi Abruzzini de la red global de sociedad civil Forus.
Ajmal conoce de primera mano la experiencia de ser una persona desplazada por la guerra. Su lucha lleva toda una vida y comenzó cuando su familia huyó de Afganistán en 1996, la primera vez que los talibanes tomaron el país. En aquel entonces, a su hermana le prohibieron asistir a la escuela.
Hoy en día, es un activista exiliado que sigue luchando por quienes se han quedado atrás y ha liderado varias iniciativas con APT, como fundar una escuela primaria para niñas y niños internamente desplazados, e iniciar el programa Representación Juvenil Afgana para Naciones Unidas.
Los afganos representan una de las poblaciones refugiadas más grandes del mundo, asciende a 2,6 millones de personas registradas a nivel global y otras 3,5 millones desplazadas internas tras haber abandonado sus hogares en busca de seguridad.
Luego de más de cuatro décadas de conflictos, desastres naturales, pobreza extrema e inseguridad alimentaria, Afganistán está paralizado por una crisis humanitaria. Según el ACNUR, la resiliencia de refugiados, internamente desplazados y las comunidades receptoras, está «lentamente llegando a su límite».
Con el marcado descenso en la seguridad y en las oportunidades desde la toma de poder de los talibanes en 2021, se espera que más personas se vean forzadas a emigrar.
Desafiar la opresión con educación
Hasta la fecha, han pasado más de 1200 días desde que se ha privado de la educación a las niñas afganas a partir del sexto grado. Si bien los varones afganos han retomado la escuela secundaria el 22 de marzo de 2025, las niñas siguen excluidas y sin planes anunciados para su regreso. Según UNICEF, otras casi 400 000 niñas han sido privadas de su derecho a la educación en 2025, lo que eleva la cifra total a 2,2 millones.
La actual restricción es un reflejo del gobierno talibán anterior (1996–2001), cuando también se excluyó a las niñas después de la primaria. El acceso a la educación de las niñas ha sido históricamente socavado, con retrocesos especialmente significativos bajo el gobierno de Habibulá Kalakani en 1929, durante la guerra civil afgana (1992–1996) y nuevamente bajo el régimen talibán desde agosto de 2021.
Antes de la primera toma de poder de los talibanes en 1996, Afganistán tenía un sistema educativo relativamente inclusivo con más de 230 000 niñas escolarizadas y miles de mujeres con roles profesionales y docentes. Todos esos avances han sido revertidos.
Actualmente, Afganistán ocupa el último puesto (177) en el Índice de Mujeres, Paz y Seguridad, lo que destaca el profundo impacto de la veda educativa vigente. Ajmal y su equipo de APT no se resignan ante la veda talibana sobre la educación de las niñas, y trabajan para alzar las «voces ahogadas de las jóvenes» y presentar «las impresiones de quienes sufren hoy las políticas de violación a sus derechos en el terreno».
We had two choices: walk away and let 20 years of progress disappear, or find new ways to support Afghan youth. We chose the latter.
Teníamos dos opciones: alejarnos y dejar que desaparezcan veinte años de progreso o buscar nuevas formas de apoyar a la juventud afgana. Esta última es la que elegimos.
APT ha desarrollado programas formativos innovadores para mantener viva la educación centrados en las iniciativas de formación a distancia, que sortean las restricciones físicas de acceso a las escuelas. Su programa de tutoría en línea conecta a las niñas afganas con expertos de todo el mundo y brinda un espacio seguro donde las jóvenes pueden escribir, contar historias, y luchar por el cambio y por la publicación de sus artículos y resúmenes de políticas para proyectar internacionalmente sus voces.
Even if they cannot enter a classroom, we will find ways to ensure they continue learning.
Aunque no puedan ingresar a un aula, buscaremos la forma de asegurar que continúen aprendiendo.

Grupo de afganas, antiguas refugiadas y recientemente repatriadas desde Irán, se reúne en el campamento de repatriados del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Sari Pul, Afganistán.
El poder de la alfabetización: una herramienta de resistencia
Para Ajmal, la alfabetización es mas que leer y escribir; es un arma contra la opresión: «La alfabetización brinda a las personas las habilidades necesarias para romper el círculo de la opresión y defender sus derechos».
A tres años de la vuelta al poder de los talibanes en Afganistán, la veda educativa de las niñas no solo ha despojado a las jóvenes de sus derechos fundamentales a la educación, además ha desencadenado una crisis de salud mental de proporciones alarmantes.
Recientemente, APT difundió los relatos de una joven afgana sobre la incidencia negativa de las políticas restrictivas talibanas en la salud mental de mujeres y niñas, en particular, sobre cómo deben lidiar cotidianamente con el trauma, la ansiedad, la depresión y las ideas suicidas.
Este año, 82% de las afganas han informado que se agudizaron los sentimientos de ansiedad, aislamiento y depresión, una cifra que solo puede empeorar en la medida en que las mujeres sufren cada vez más limitaciones a la vida pública.
La lucha de Ajmal ha atraído atención internacional, pero las dificultades continúan. Suplica por el apoyo global a las iniciativas afganas como APT, que necesitan recursos para sostener su trabajo. La defensa de un sistema de becas es crucial para garantizar que las niñas afganas tengan acceso a la educación. Amplificar sus voces por medio de contar sus historias y publicar sus trabajos ayuda a visibilizar su crítica situación.
Adicionalmente, responsabilizar a los Gobiernos y presionar a los encargados de generar políticas para que desafíen las medidas opresivas de los talibanes son pasos esenciales de la lucha por los derechos humanos y la justicia en Afganistán.
Protecting the rights of Afghan women is not just Afghanistan’s responsibility — it is a global duty.
Defender los derechos de las afganas no es responsabilidad exclusiva de Afganistán, es un deber global.
En palabras de Sona, universitaria integrante de la red APT: «Creo que merecemos más de lo que tenemos hoy».
No se puede ganar la lucha por la justicia de género sin educación. Así lo expresa Ajmal:
Afghan women don’t need saving. They need access to opportunities. And when they get them, they will show the world just how powerful they are.
Las afganas no necesitan que las salven; necesitan tener oportunidades. Y cuando las tengan, demostrarán al mundo lo poderosas que son.
Tamana, participante del programa de mentorías de ATP, añade: «Esta es la frase que siempre me ha motivado: si cualquier persona o cosa se interpone y frena tu avance, es que estás en el camino correcto. Y si continúas por ese camino, harás grandes avances».
El presente artículo, redactado por Clarisse Sih y Bibbi Abruzzini, es parte de la campaña #MarchWithUs [Marcha con Nosotras’], serie de relatos de activistas por la justicia de género de todo el mundo.