
Captura de pantalla de la cuenta de Instagram de Muwatin. Uso legítimo.
Muwatin es uno de los socios editoriales de Global Voices.
En el Día Mundial de la Libertad de Prensa, nos dedicamos a los medios independientes que, por la censura, el acoso o las amenazas directas que reciben, se ven obligados a operar desde el exilio. Uno de ellos es Muwatin, un medio independiente con sede en Londres, fundado por el editor e investigador Mohammed Al-Fazari, que informa sobre cuestiones relacionadas con el golfo Pérsico.
Al-Fazari se vio obligado a exiliarse de Omán tras repetidas detenciones y represión continua, y ahora dirige Muwatin en Londres, donde trabaja con un equipo distribuido por todo el mundo para publicar reportajes independientes y críticos sobre la región del Golfo. Al-Fazari reflexiona sobre los orígenes de Muwatin, qué implica hacer periodismo en el exilio y el papel crucial que tienen los medios de independientes en tiempos de libertades cada vez más restringidas.
Global Voices (GV): Empecemos por el principio. Cuéntenos el contexto: ¿cómo surgió Muwatin y cuál es la historia del sitio web?
Mohammed Al-Fazari (MAF): Muwatin was founded in 2013, but the story really began long before that in Oman, where independent journalism simply doesn’t exist. Whether private or state-run, all media in the Gulf follows the same government-driven methodology. Sometimes we jokingly call it “email or PR journalism” — journalists just publish whatever comes from official PR departments, often without even leaving their desks or verifying information.
Mohammed Al-Fazari. Used with permission.
There’s no room for genuine investigative reporting. The private media sector is deeply intertwined with the state, sharing overlapping interests and relying heavily on government advertising. This dependency makes any kind of editorial independence nearly impossible. At the time, there were hardly any attempts to break out of this model. It took a personal experience to really push me to try.
In 2012, during a protest, I was arrested along with a group of activists and charged with two offenses: disturbing public order and unlawful assembly. Shortly afterward, I was transferred to a secret detention center along with a different group of activists for interrogation in a separate case, this time under the accusation of organizing to overthrow the regime. That case later shifted course and was reclassified as “insulting the Sultan.” I was convicted in the assembly case, while the second remained in court until it was eventually dropped following a general pardon issued for all those involved in political cases.
While in prison, our colored photos, full names, workplaces, even home addresses were published in all newspapers, violating every norm of privacy and decency. That experience had a deep personal impact on me. When I was released, I realized I wanted to create something new — an independent experiment, if you will, that might push the boundaries of what was possible in Oman.
Muwatin started as a purely local and volunteer-driven project. I paid for the basic technical needs, but all the writers, journalists, editors, and designers volunteered their time because they truly believed in the mission. We never broke any laws, but even so, we faced constant pressures — imprisonment, interrogations, and being denied any sort of advertising or external support, which is illegal in Oman anyway. By December 2014, things became too difficult: my passport and ID were confiscated and still haven’t been returned. Nine months later, I left Oman for London, and that marked a whole new chapter for both myself and Muwatin.
Mohammed Al-Fazari (MAF): Muwatin se creó en 2013, pero la historia empezó mucho antes en Omán, país en el que el periodismo independiente simplemente no existe. Todos los medios del Golfo, ya sean privados o estatales, siguen el mismo método impuesto por el Gobierno. A veces lo llamamos en broma “periodismo por correo electrónico o de relaciones públicas”, dado que los periodistas se limitan a publicar lo que les llega desde los departamentos oficiales, a menudo sin verificar la información ni abandonar sus escritorios.
Mohammed Al-Fazari. Utilizada con autorización.
No hay lugar para el verdadero periodismo de investigación. Todos los medios privados, que dependen en gran medida de la publicidad gubernamental, y el Estado están muy interrelacionados, ya que tienen intereses comunes. Esta situación hace que toda independencia editorial sea imposible. Hasta entonces, casi nadie se animaba a romper con ese modelo. Hizo falta que una experiencia personal me impulsara a intentarlo.
En 2012, durante una protesta, me arrestaron junto a un grupo de activistas y me acusaron de dos delitos: alteración del orden público y participación en reuniones ilícitas. Poco después, me trasladaron a un centro de detención clandestino con otros activistas a fin de interrogarme sobre un asunto diferente: esta vez se me acusó de organizar un golpe de Estado para derrocar al régimen. Más tarde, aquel caso cambió de rumbo y lo reclasificaron como “insultos al sultán”. Fui condenado por el caso de la manifestación, pero la segunda causa siguió en los tribunales hasta que se archivó tras un indulto general concedido a todos los implicados en casos políticos.
Mientras estábamos detenidos, se publicaron en todos los periódicos nuestras fotos a color, nuestros nombres completos, lugares de trabajo e incluso las direcciones de nuestros domicilios, lo que infringió toda norma de privacidad y decencia existente. Aquella experiencia me marcó muchísimo. Cuando me liberaron, me di cuenta de que quería crear algo nuevo, un experimento independiente, por así decirlo, que fuera más allá de lo que era posible en Omán.
Muwatin empezó como un proyecto de carácter local impulsado por voluntarios. Yo pagaba las necesidades técnicas básicas, pero todos los redactores, periodistas, editores y diseñadores trabajaban de forma voluntaria porque de verdad creían en nuestra misión. Nunca violamos ninguna ley, pero aun así enfrentamos presiones constantes: encarcelamientos, interrogatorios, y nos negaron todo tipo de publicidad o apoyo externo, que de todas formas está prohibido por ley en Omán. En diciembre de 2014, las cosas se pusieron por demás difíciles: me confiscaron el pasaporte, junto con el documento de identidad, y todavía no me los han devuelto. Nueve meses después, me fui a Londres, lo que marcó un nuevo comienzo para mí y para Muwatin.

Captura de pantalla del sitio web de Muwatin. Uso legítimo.
GV: ¿Cómo cambiaron las cosas para Muwatin tras abandonar Omán y cuáles fueron las dificultades prácticas y profesionales que tuvo que enfrentar? ¿Cree que la expresión “periodismo en el exilio” se aplica a su trabajo?
MAF: Yes, “exile journalism” is an accurate term for what we do. When I left Oman, Muwatin’s mission also had to adapt. At first, we remained focused on Omani issues, but gradually, we expanded to cover broader Gulf and Arab topics. That transition was both strategic and necessary. As our editorial line pushed against “red lines” — topics like political criticism, gender, or minority rights — we found ourselves blocked in Oman and several other countries, so reaching audiences was a real challenge.
Personally, starting over in London meant rebuilding my life from scratch — socially, financially, and psychologically. All these pressures inevitably affected my work. I also had to balance studying for my master’s and PhD, which demanded a lot of my time.
Another challenge is the nature of the journalism we want to do. Our mission has always been to push boundaries and address taboo issues — politically, socially, religiously, and on gender. It’s not easy to keep that up from exile, and, for several years, our team had to work entirely in secrecy for their own safety. Between 2017 and 2021, there wasn’t a single public team member; everyone was either outside Oman or contributing anonymously.
MAF: Sí, “periodismo en el exilio” es una forma acertada de describir lo que hacemos. Cuando me fui del país, la misión de Muwatin también tuvo que adaptarse. Al principio, seguíamos dedicados a cuestiones omaníes, pero poco a poco fuimos ampliando nuestra cobertura para escribir sobre asuntos más generales del Golfo y de otros países árabes. Esa transición fue estratégica y necesaria. A medida que nuestra perspectiva editorial desafiaba las “temáticas prohibidas”, nos vimos bloqueados en Omán y en varios otros países porque publicábamos sobre temas como críticas políticas, diferencias de género o derechos de las minorías. Por ende, llegar al público era un verdadero reto.
En lo personal, empezar de nuevo en Londres me obligó a reconstruir mi vida desde cero: social, económica y psicológicamente. Todas esas presiones afectaron inevitablemente mi actividad profesional. También tuve que encontrar el equilibrio entre el trabajo y la universidad, dado que estaba estudiando un máster y un doctorado, lo que me exigía mucho tiempo.Otra dificultad es la naturaleza del periodismo que queremos hacer. Nuestro objetivo siempre ha sido superar los límites y abordar temas tabúes: políticos, sociales, religiosos y de género. No es fácil mantener eso desde el extranjero y, durante varios años, nuestro equipo tuvo que trabajar en absoluto secreto por su propia seguridad. Entre 2017 y 2021, no hubo ni un solo miembro en el equipo que fuera conocido de manera pública: todos contribuían de forma anónima o se encontraban fuera de Omán.

Imagen de uno de los eventos en vivo de Muwatin. Utilizada con autorización.
GV: ¿Cómo cambió la relación con el público, en especial después de ampliar la cobertura?
MAF: When we focused only on Oman, people often accused us of being funded by foreign actors or having an anti-Omani agenda. After expanding to cover Gulf-wide issues, those accusations mostly disappeared. Omanis, as well as people from other Gulf countries, began engaging more — sharing, retweeting, and even attending our webinars and events. Some participants were even aligned with the Omani government, which was a breakthrough for us.
The reality, though, is that Gulf societies lack a real tradition of independent civil society or media plurality. In countries like Lebanon or Egypt, you can find several major newspapers openly disagreeing on politics; in the Gulf, all outlets look and sound the same. This “single voice” culture makes it difficult for people to support anything that’s perceived as dissenting.
Even among the diaspora, financial support is almost non-existent. We’ve had a donation link open for years, but not a single donation has come in. People are simply too afraid.
MAF: Cuando publicábamos solo de Omán, se nos acusaba de recibir financiación de entidades extranjeras o mantener una agenda antiomaní. Esas acusaciones desaparecieron casi por completo tras extender nuestra cobertura a todo el Golfo. Los omaníes, así como personas de otros países de la región, empezaron a participar más, difundían y retuiteaban publicaciones y asistían a nuestros seminarios web y actividades. Algunos participantes incluso eran afines al Gobierno omaní, lo que consideramos un gran progreso.
Sin embargo, la realidad es que las comunidades del Golfo no tienen una verdadera tradición de sociedad civil independiente o de pluralidad en los medios. En países como Líbano o Egipto se pueden encontrar varios periódicos importantes que discrepan sin reparos sobre política; pero en el Golfo, todos los medios se parecen y suenan igual. Esta cultura de “voz única” dificulta que la gente apoye todo lo que se perciba como disidente.
Incluso en la comunidad en el extranjero, el apoyo económico prácticamente no existe. Hace años que tenemos abierto un enlace para donaciones, pero no ha llegado ni una. La gente tiene mucho miedo.
GV: Entonces, ¿cómo se sostiene Muwatin a nivel económico si la publicidad y las donaciones no son opciones viables?
MAF: We’re in a very challenging position. Advertising is impossible — no business owner would risk associating with us. Google ads aren’t an option either, unless you have millions of visitors daily, which we don’t yet, and it would only disrupt the reader experience. So our only support comes from organizations, and we insist that it remains unconditional, but such support is limited and progress is slow.
To put it into perspective, the support we receive doesn’t even cover 20 percent of our operational needs or ambitions. Personally, I feel torn between two conflicting paths. On one hand, dedicating myself fully to Muwatin is essential to ensure its continuity and growth, but this comes at the cost of both financial and psychological stability. On the other hand, taking on a different job outside of Muwatin might offer that stability, but it would inevitably come at the expense of Muwatin’s sustainability and development. I’m still resisting the second option, trying to hold the line, but how long I can keep going this way — I honestly don’t know.
MAF: Estamos en una posición muy precaria. Hacer publicidad es imposible: ningún empresario se arriesgaría a asociarse con nosotros. Los anuncios de Google tampoco son una opción, a menos que tengas millones de visitantes diarios, cosa que aún no tenemos, además de que solo entorpecerían la experiencia del lector. Así que nuestro único apoyo proviene de organizaciones y nos empeñamos en que siga siendo incondicional, pero ese sustento es limitado y los avances son lentos.
Para que se entienda mejor, la ayuda que recibimos no cubre ni siquiera el 20% de nuestras necesidades o ambiciones operativas. Me siento en una lucha interna entre dos caminos posibles. Por un lado, dedicarme por completo a Muwatin es esencial para garantizar su continuidad y crecimiento, pero esto tiene el precio de sacrificar mi estabilidad financiera y psicológica. Por otro lado, aceptar un trabajo diferente podría ofrecerme esa estabilidad, aunque significaría hacerlo a expensas de la sostenibilidad y el desarrollo de Muwatin. Sigo resistiéndome a la segunda opción e intento mantenerme firme, pero, la verdad, no sé cuánto tiempo podré seguir así.
GV: Al margen de los asuntos económicos, ¿trabajar desde el exilio lo expone a amenazas contra su seguridad o afecta la conexión con su hogar?
MAF: Absolutely. Next July marks ten years since I left Oman, and I haven’t been able to return even once. If I want to keep up my political activism and continue publishing Muwatin, it’s simply not possible to go back. Even my books or articles wouldn’t be allowed.
The Omani authorities have a policy of keeping people “within the fold.” If you leave, they’ll often reach out, trying to entice you to come back with promises. But “a normal life” doesn’t really exist for dissidents. People who return are pressured either to cooperate with the system or remain silent.
Compared to other Gulf countries, Oman is less harsh — if I were Saudi or Emirati, my family would probably face continuous harassment. In the beginning, my brother and a group of close friends were arrested, and my family — some of whom were especially vulnerable — had their passports confiscated and were questioned. Things have calmed down now, but the personal toll is still there.
MAF: Desde luego. En julio se cumplirán diez años desde que dejé Omán y no he podido volver ni una sola vez. Si quiero mantener mi activismo político y seguir publicando en Muwatin, no es posible que pueda regresar. Ni siquiera tendría permitido publicar mis libros o artículos.
Las autoridades omaníes tienen la política de mantener a la gente “bajo control”. Si te vas, a menudo vuelven a buscarte e intentan seducirte con promesas para que regreses, pero en realidad no existe una “vida normal” para los disidentes. A quienes deciden volver se los presiona para que cooperen con el sistema o permanezcan en silencio.
En comparación con otros países del Golfo, Omán es menos duro: es probable que mi familia sufriera hostigamiento constante si yo fuera saudí o emiratí. Al principio detuvieron a mi hermano y a un grupo de amigos cercanos, luego interrogaron a mi familia, algunos de cuyos miembros eran muy vulnerables, y les confiscaron los pasaportes. Ahora las cosas se han calmado, pero el daño personal sigue presente.

Captura de pantalla del sitio web de Muwatin. Uso legítimo.
GV: A lo largo de estos 12 años, casi diez en el exilio, ¿cuál es el tipo de historia más difícil de cubrir desde el extranjero? ¿Hay algún caso o tema que le haya sido muy significativo?
MAF: The hardest thing is to produce objective, investigative reporting from outside. There’s no legal protection for sources, and no right to access information, as you’d find in the UK or Europe. Inside Oman, sources are afraid to talk — even the families of detainees sometimes ask us not to publish their stories out of fear for their safety. Covering human rights abuses in the Gulf remains the most challenging part of our work. One mistake could cost us all our credibility.
Being outside makes it harder to verify facts, build trust with sources, and respond quickly to developments. But we do our best to create impact and keep independent journalism alive, no matter the constraints. Whenever possible, we try to find alternatives to direct sources by relying on open data and verified figures.
That said, in recent years, thanks to several strategies we’ve worked on, it has become increasingly clear to many in the Gulf that Muwatin is an objective media platform, not driven by an agenda of demonization. This shift became more evident as Muwatin expanded from a local to a Gulf-wide focus. As I mentioned earlier, we've reached a point where we can access first-hand sources from within, including some with ties to the regime itself.
Still, our ambition is to deepen this access by positioning ourselves in the minds of our audience as a credible institution. We aim to shape a mental image where Muwatin stands for fearless journalism that pushes boundaries, not for the sake of opposition, but to reflect people’s concerns, address their needs, and act as a genuine fourth estate.
MAF: Lo más difícil es producir reportajes de investigación objetivos desde el exterior. No hay protección legal para las fuentes ni derecho de acceso a la información, a diferencia de Reino Unido o Europa. En Omán, quienes nos informan tienen miedo de hablar; en ocasiones, hasta las familias de los detenidos nos piden que no publiquemos sus historias por motivos de seguridad. Hablar sobre los abusos contra los derechos humanos en el Golfo sigue siendo el mayor reto de nuestra labor. Un error podría costarnos toda nuestra credibilidad.
Estar en el exterior hace más complicado verificar los hechos, crear confianza con las fuentes y responder rápido a los acontecimientos. A pesar de todos, hacemos todo lo posible por crear impacto y mantener vivo el periodismo independiente, sin importar las limitaciones. Siempre que podemos, intentamos buscar alternativas a las fuentes directas, con datos abiertos y cifras verificadas.
Dicho esto, en los últimos años, gracias a varias estrategias en las que hemos trabajado, ha quedado cada vez más claro para muchos en el Golfo que Muwatin es una plataforma de medios objetiva, que no tiene una perspectiva de demonización. Este cambio se hizo más evidente cuando pasamos de tener una perspectiva local a abarcar otros países. Como ya mencioné, hemos llegado a un punto en el que podemos acceder a fuentes de primera mano desde adentro, incluidas algunas vinculadas al propio régimen.
Aun así, nuestra ambición es profundizar este acceso y posicionarnos en la mente de nuestra audiencia como una institución creíble. Queremos crear una imagen mental en la que Muwatin represente un periodismo intrépido que traspase los límites, no por el mero hecho de oponerse, sino para reflejar las preocupaciones de la gente, atender sus necesidades y actuar como un auténtico cuarto poder.