¿Carga de una mujer? Histórico cambio en la presidencia de Surinam

Photo of Suriname's first woman president Jennifer Geerlings-Simons via Wikimedia Commons, used under a Creative Commons Zero, Public Domain Dedication license.

Foto de la primer mujer presidenta de Surinam, Jennifer Geerlings-Simons en Wikimedia Commons, con licencia de Creative Commons Zero, dominio público.

“Trabajaremos duro”. Esa fue la promesa que hizo la exdoctora Jennifer Geerlings-Simons durante su campaña presidencial. Una frase que era a la vez una advertencia y una invitación. Ahora, Surinam, la nación caribeña de habla neerlandesa situada en el extremo norte de Sudamérica, está a punto de tener la primera presidenta mujer en toda su historia.

En el contexto de la libertad de prensa, la identidad y el legado político en Surinam, el peso de este momento se siente en todo el país y también en su comunidad en el extranjero. Pero como sabe cualquier mujer en la vida pública, ser “la primera” viene con obligaciones dobles. La presidencia de Geerlings-Simons será examinada no solo a través de un lente político, sino también de género. Sin embargo, su elección es histórica y no simplemente por el género, sino por lo que representa: un país en una encrucijada, que enfrenta su pasado y se atreve a imaginar un futuro diferente.

Una coalición y una oportunidad

Tras las elecciones generales del 25 de mayo, el panorama político de Surinam tuvo cambios significativos. Para empezar, ningún partido logró obtener mayoría absoluta. Sin embargo, el 27 de mayo, el Partido Nacional Democrático (NDP) de Geerlings-Simons (que alguna vez fue liderado por el controvertido expresidente Desi Bouters anunció una coalición de seis partidos que suma 34 de los 51 escaños parlamentarios, suficientes para una supermayoría y llevarla a la presidencia.

Geerlings-Simons aporta décadas de experiencia política al cargo. Ha sido parlamentaria desde 1996, presidenta de la Asamblea Nacional y líder del NDP desde julio de 2024. Ahora, a sus 72 años, se convierte en un símbolo de continuidad y ruptura a la vez: una veterana del sistema con la promesa de forastera de desmontar la corrupción, reducir el exceso gubernamental y modernizar el Estado.

Poder de género en un contexto poscolonial

Geerlings-Simons es conocida por su disciplina estratégica y no por los llamados emocionales, y alguna vez dijo a los periodistas que a las mujeres en el poder “se les exige que limpien los desastres con menos herramientas”. A diferencia de sus predecesores masculinos, probablemente se espera de ella que no solo que lidere, sino que también sane; que gobierne con firmeza, pero con empatía; que sea competente, pero también maternal.

En el Caribe, las mujeres en el poder suelen caminar sobre la cuerda floja, pues se espera que encarnen virtudes maternales mientras cumplen funciones administrativas. En Trinidad y Tobago, a la primera ministra Kamla Persad-Bissessar la llaman a veces «tía Kams»; entre los jóvenes surinameses ya ha comenzado a circular el apodo tía  Jenny para Geerlings-Simons.

El apodo no les ha caído bien a todos. Shanelle (apellido omitido por privacidad), activista juvenil de 28 años, dijo a Global Voices por teléfono: “Necesitamos un liderazgo responsable, no figuras parentales. No necesitamos una ‘tía Jenny’. Necesitamos una líder dispuesta a enfrentar verdades incómodas y redistribuir el poder, no solo los recursos”.

Sin embargo, en una región donde las herencias coloniales aún modelan el poder de género, la victoria de Geerlings-Simons no puede subestimarse, no solo para Surinam sino para todo el Caribe, porque aunque las mujeres lideran movimientos, hogares e instituciones, siguen estando subrepresentadas en los niveles más altos de la vida política.

Lograr la igualdad de género requiere cambios institucionales transformadores, no solo representación.

Política exterior feminista

Aunque el liderazgo femenino en el Caribe y en Sudamérica ha abierto puertas a nuevas ideas y a normas democráticas más sólidas, también ha revelado límites. En Chile, por ejemplo, Michelle Bachelet impulsó reformas de género, pero enfrentó reacciones adversas; en distintos momentos de su carrera política, Mia Mottley de Barbados enfrentó un intenso escrutinio y resistencia tanto de opositores como de miembros de su propio partido. En Costa Rica, Laura Chinchilla, y Xiomara Castro en Honduras, llevaron una renovada atención a la democracia y a los derechos humanos, pero la inercia sistémica resultó difícil de romper.

Aun así, una mujer líder comprometida con la transparencia podría elevar la reputación internacional de Surinam. Participar en foros internacionales, gestionar acuerdos petroleros (el país ha descubierto recientemente importantes depósitos de petróleo en altamar) y forjar alianzas en temas de clima, género e inclusión económica son tareas en las que la diplomacia feminista podría redefinir la política exterior de Surinam.

Alberg, vendedora de 48 años, recordó sentirse “orgullosa de saber que una mujer probablemente nos liderará […] una mujer como nosotras, al fin a cargo”. Sin embargo, para matizar su comentario añadió: “Pero el orgullo no es lo mismo que la confianza”.

La sombra de Bouterse

Para algunos, la victoria de Geerlings-Simons genera inquietud. El partido NDP sigue siendo perseguido por el fantasma de Desi Bouterse: hombre fuerte del Ejército, narcotraficante condenado y figura central en el infame caso de los Asesinatos de Diciembre que tanto trauma causó al país. Hilde Neus, profesora de la Universidad Anton de Kom en Paramaribo, dijo a Global Voices que la decisión de Geerlings-Simons, “como doctora”, de “alinearse con un asesino [es] absolutamente incomprensible”.

Al enfatizar el estado de derecho y la integridad democrática, Geerlings-Simons ha intentado distanciarse del legado de Bouterse, pero críticos como el economista Guillermo Samson advierten que el núcleo del NDP permanece sin cambios. La confianza, dicen, debe ganarse.

De cualquier manera, la apuesta política de Surinam es arriesgada: los votantes han elegido un rostro familiar con un mensaje renovado. Según la catedrática Neus, si esa apuesta resulta o no dependerá de cómo gobierne la nueva presidenta, no solo de lo que prometa: “Es buena con las palabras y sus planes prometen un Surinam próspero. Sin embargo, sigo siendo crítica”.

Petróleo, oportunidad y vigilancia

Las apuestas son altas. Por ejemplo, se espera que los descubrimientos de petróleo en alta mar entren en producción para el 2028, ya que están destinados a transformar la economía del país. Sin embargo, considerando cómo la crisis climática ha afectado a la región en general y a Surinam en particular, el petróleo puede ser tanto una maldición como una bendición.

Para evitar que el país se convierta en un petroestado, Geerlings-Simons deberá gestionar este auge con transparencia y con el interés público en mente. Ya ha advertido que sin una supervisión estricta, 20 familias en Surinam podrían volverse millonarias mientras el resto del páís permanece en la miseria, pero los críticos replican que señalar las promesas petroleras podría distraer la atención de la rendición de cuentas dentro de sus propias filas.

Un artículo de opinión en Waterkant calificó al NDP a “niet-democratische partij”  (partido no democrático), acusándolo de sembrar censura, tergiversar hechos e incluso incendiar medios de comunicación durante los años 80. Cómo Geerlings-Simons reconcilie esta historia podría definir su presidencia. Queda por ver si frenará la ola de prohibiciones de libros y de censura, tácticas envueltas en nacionalismo y pánico moral que amenazan la libre expresión y bloquean el espacio para voces diversas. Igualmente relevante será el papel de la prensa surinamesa para exigir rendición de cuentas y hacer las preguntas difíciles.

Sea cual sea el rumbo de su mandato, el hecho de que Jennifer Geerlings-Simons haya llegado al palacio presidencial de Surinam permanecerá en la historia. Desde las niñas en Paramaribo que sueñan posibilidades futuras, hasta las activistas que se preguntan cómo podría cambiar el país para mejor, su elección ya ha ampliado lo que se considera imaginable.

Surinam está en el umbral de algo nuevo y, aunque la representación es poderosa, muchos surinamenses sienten que debe ir acompañada de justicia. Si la elección de Geerlings-Simons significa un renacimiento o una repetición dependerá enteramente de cómo ejerza el poder que se le ha confiado y, quizás igual de importante, de cómo la ciudadanía que la eligió la haga rendir cuentas.

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