
Vista de los ataques de Israel contra Teherán al amanecer del viernes 13 de junio de 2025. Agencia de noticias Mehr. Wikimedia Commons (CC BY 4.0).
El 22 de junio, Donald Trump lanzó un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes de Natanz, Fordow e Isfahán con bombarderos B-2 y misiles Tomahawk disparados desde submarinos.
Antes del ataque, Trump expresó en las redes sociales su exigencia de «rendición incondicional» de Irán, un sentir que recuerda al de Harry Truman tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Curiosamente, el e embajador de Estados Unidos en Israel Mike Huckabee se había referido a Trump como «el segundo Truman«, y lo calificó de salvador y figura mesiánica.
El GBU-57 alcanzó los puntos nucleares. Las imágenes revelaron varios cráteres de unos seis metros de diámetro. Sin embargo, como las instalaciones son subterráneas, el alcance total de los daños sigue sin estar claro. Según algunos informes, Irán evacuó los puntos y sacó 400 kilogramos de uranio de las instalaciones. Es posible que Irán estuviera al corriente del ataque y que coordinara a qué hora sería.
Algunos analistas interpretan este ataque como una maniobra estratégica entre Irán e Israel. Según se informa, desde Washington se ha transmitido un mensaje que sugiere que ambas partes han logrado sus objetivos: el programa nuclear iraní se ha detenido e Israel ha reafirmado su prestigio militar frente a los ataques con misiles de Irán. Pero ¿significa este gesto un alto al fuego? O quizás debería preguntar, ¿será una paz duradera? Hoy, Trump ha anunciado que tanto Irán como Israel han violado el alto al fuego, pero ha culpado con mayor dureza específicamente a Israel. ¿Es la tregua simplemente una pausa para que Israel se reagrupe solo para que seamos testigos de otro enfrentamiento inútil más adelante? ¿Está el enfrentamiento marcado por las publicaciones de Trump en las redes sociales?
En respuesta, el 23 de junio Irán lanzó misiles contra la base aérea de Al Udeid en Catar. A pesar de la evacuación de la base, que es uno de los centros de mando de las Fuerzas Aéreas estadounidenses, se informó que un misil cayó sin causar victimas.
El enfrentamiento entre Irán y Estados Unidos fue cauteloso, muy contenido y calculado. La elección de Catar, un país con relaciones relativamente amistosas con Irán, sugiere una sutil dualidad en el desarrollo de la estrategia.
Mientras tanto, Trump publicó, y declaró la necesidad de un cambio de régimen en Irán. Poco después, Reza Pahlavi celebró una conferencia en París en la anunció un plan de cien días para la transición de régimen.
Sin embargo, en las primeras horas del 24 de junio (cerca del amanecer de Irán), Trump volvió a publicar, y en esa ocasión insinuó una extraña y ambigua forma de alto al fuego entre Irán e Israel, marcada por un intercambio de disparos de seis a doce horas. Tras algunas idas y venidas en las redes sociales, funcionarios de ambas partes confirmaron implícitamente que el alto al fuego era temporal. Israel aprovechó la situación, y en las primeras horas antes del amanecer, bombardeó varias partes de Teherán. Las bombas alcanzaron objetivos militares y zonas residenciales, que golpearon lugares indiscriminadamente.
Tras el ataque, las autoridades israelíes afirmaron que Irán había violado el alto al fuego al lanzar un misil hacia Israel, afirmación que las autoridades iraníes negaron rotundamente. Ese mismo día, Trump reaccionó airadamente, criticó a ambas partes, especialmente a Israel, por romper el alto al fuego. Aunque las autoridades israelíes aún no han emitido ninguna respuesta oficial, parece que por ahora, el intercambio de disparos ha cesado. Este alto al fuego solo es efectivo temporalmente. Algunos funcionarios israelíes e iraníes incluso señalaron que los enfrentamientos pueden continuar hasta que se logren sus objetivos, a pesar de las advertencias de Trump.
Si este anuncio de alto al fuego no es un «momento taco» de impulsividad, la pregunta sigue en pie: ¿cuáles son los términos de esta tregua?
Mientras continúan los ataques israelíes, y con el espacio aéreo iraní efectivamente bajo control israelí, sus defensas aéreas inutilizadas y las instalaciones nucleares en crisis, ¿pueden ambos países acordar realmente un cese de hostilidades? Debemos considerar esto en el contexto de que Israel nunca ha cumplido realmente ningún acuerdo hasta ahora y sigue existiendo la posibilidad de que, incluso si se alcanza un acuerdo de paz, Israel pueda lanzar nuevos ataques contra Irán, especialmente si se tiene en cuenta el importante daño ya infligido a la infraestructura de defensa de Irán. Tales ataques formarían parte de una estrategia más amplia para mantener un alto nivel de tensión, infundir miedo y preservar la superioridad aérea, una táctica que Israel empleó antes en el Líbano. La cuestión es: ¿sería factible una estrategia de este tipo en un país tan vasto y complejo como Irán?
¿Qué será del enriquecimiento de uranio? ¿Cómo afectarán estos acontecimientos al Líbano, Palestina o incluso Yemen? ¿Podría la actual limitación del alcance regional de Irán allanar el camino para una reconciliación mayor? ¿Tendrán lugar las negociaciones sobre la reestructuración gubernamental en Teherán con la participación directa de Estados Unidos?
Las soluciones distan mucho de ser sencillas. Algo está claro: la República Islámica no seguirá siendo lo que era. La magnitud de los golpes militares, la profunda infiltración de inteligencia por parte del Mossad y la erosión de la legitimidad y el apoyo popular plantean retos críticos para la sobrevivencia del régimen. ¿Desempeñará ahora el pueblo iraní un papel más decisivo?
Por otro lado, ¿continuará la vida política de Netanyahu o simplemente se repetirá este enfrentamiento en un futuro próximo? Nada es seguro. Sin embargo, lo que más importa es que el pueblo de Irán sufra lo menos posible. Pero ¿cómo vamos a abordar estos traumas relacionados con la guerra, que se suman a todas las crisis anteriores?
¿Puede la República Islámica, acercarse a su pueblo y respetar los derechos humanos, construir siquiera una pequeña paz interna? ¿Podría atribuirse la cuestión únicamente a la agresión de Israel, o podría implicar también a las políticas de la República Islámica?
Israel intentó por todos los medios provocar protestas masivas o incluso una guerra civil con sus ataques, pero la gente no se echó a las calles. Quizá la represión y el miedo influyeron, pero también es posible que las profundas heridas infligidas por el régimen llevaron a muchos a aferrarse a la idea de salvaguardar su patria.
No son preguntas retóricas. Exigen respuestas de los intelectuales iraníes. En la situación actual, e incluso antes, la comunidad intelectual iraní ha avanzado poco en curar las profundas heridas del país y en resolver sus viejos problemas. No niego el papel del régimen, pero ¿podemos realmente absolver a los intelectuales? ¿Todos los problemas tienen que ver realmente con el poder y las armas? Por eso, algunas de estas difíciles preguntas deben dirigirse también a ellos. ¿Cómo puede producirse una transformación política sin intervención extranjera? A pesar de la disminución de las fracturas y divisiones sociales, persisten las políticas erróneas en materia de hiyab, economía y seguridad, e Israel no puede cargar con la culpa.
La crisis actual también ha sido posible gracias a las condiciones internas de Irán: el silenciamiento de la voz del pueblo, el énfasis en la represión interna en lugar de la contrainteligencia y el liderazgo autoritario del ayatolá Khamenei, todo lo que ha creado un terreno fértil para que Netanyahu actúe.
Cuando el dictador español Francisco Franco pidió a la Alemania nazi que bombardeara Guernica el 26 de abril de 1937, más tarde paseó orgulloso por las ruinas, ruinas que él mismo había provocado, y las declaró un símbolo de liberación. Este tipo de «franquismo» ya se manifiesta desde dentro de un país o se impone desde fuera, es una tragedia infligida no por un lejano invasor extranjero, sino por quienes afirman gobernar en nombre del pueblo.
Cuando en el París ocupado por los nazis, un oficial de la Gestapo preguntó a Picasso: «¿Ha hecho usted esto?», señalando su famoso cuadro “Guernica”, el pintor español respondió: «No, lo ha hecho usted«.

Vista de la destrucción de Guernica en 1937, España. Fuente: Wikimedia Commons. Dominio público
No debemos repetir los Guernicas, ni en Palestina ni en Teherán. Pero recordemos también: los gobernantes opresores de nuestro lado son igualmente culpables de este luto. Y la historia, por supuesto, está lejos de terminar.
Gobernantes que, al debilitar al pueblo, suprimir el capital humano, no invertir en un sistema de defensa adecuado y dar la espalda a la idea misma de «pueblo», crearon la imagen de una nación vulnerable, que allanó el camino para que un agresor despiadado como Netanyahu atacara Irán. Son ellos quienes han contribuido a la fragmentación de la sociedad iraní. Y, sin embargo, mucha gente, intelectuales, pobres y marginados, permaneció junto a esta tierra. A pesar de ser humillados y torturados, no permitieron que un enemigo extranjero, una fuerza que solo traía destrucción, intensificara su agresión.
Espero que llegue un día en que por fin se reconozca este sacrificio, no como defensa del régimen, sino como resistencia contra una figura brutal como Netanyahu. Es fácil comprender su sacrificio: aunque Guernica se repita, aunque persista, la historia olvidará a los Franco.