Más allá de la balanza: El reto de la obesidad en Turquía, entre tensiones económicas y temores por la seguridad alimentaria

Image of half-eaten bread in outstretched palms, via Canva Pro.

Imagen de Canva Pro adaptada por Arzu Geybullayeva.

En abril, el Ministerio de Salud de Turquía puso en marcha una iniciativa nacional titulada «Conoce tu peso ideal, vive sano», cuyo objetivo es combatir la creciente ola de sobrepeso y obesidad. Hasta el 19 de junio, más de tres millones de ciudadanos habían participado de la campaña.

Los resultados divulgados por la agencia estatal de noticias Anadolu a partir de la información del ministerio indicaban que más de dos millones de participantes tenían sobrepeso. Sin embargo, aunque la campaña supuestamente se centra en promover estilos de vida más saludables, un análisis más detallado del panorama socioeconómico y de las prácticas de producción alimentaria de Turquía revela problemas sistémicos más profundos, que pueden hacer sombra a los ambiciosos objetivos del proyecto.

Los elevados costos de la alimentación sana

Para muchos turcos, el reto de mantener un «peso ideal» no es solo cuestión de dietas, sino de sobrevivencia económica. En la actualidad, Turquía tiene la tasa de inflación alimentaria más alta de 38 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), realidad que impacta de manera directa en los presupuestos familiares y el acceso a alimentos nutritivos.

Datos recientes dibujan un panorama desolador de la privación alimentaria, sobre todo entre los más jóvenes de la población. Varios informes sobre pobreza infantil han demostrado que Turquía está entre los países más afectados de Europa. El informe de 2023 del Instituto turco de Estadística (TÜİK) revela cifras alarmantes: el 49,5% de los niños no consume frutas a diario, el 67% no come verduras a diario, y el 87,3% no puede consumir carne, pollo, o pescado todos los días. Según datos de Eurostat de 2024, el 39,5% de la población turca menor de 18 años está en riesgo de pobreza. En comparación a un año antes, en 2023, ese porcentaje era del 34,4%.

Estos indicadores elevados pueden considerarse en el contexto de aumento del costo de vida. Según la Confederación de Sindicatos de Turquía (Türk-İş), en mayo de 2025 el umbral de hambre para una familia de cuatro personas alcanzó las 25 092 liras, (633 dólares) al mes, mientras que el umbral de la pobreza llegó a las 81 000 liras (2043). El salario mínimo en Turquía llega a los 22 104 liras (558 dólares) por mes. Esta realidad económica hace que los alimentos nutritivos se conviertan en un lujo, lo que empuja a las familias a alternativas más baratas, y a menudo, menos saludables.

Hacer Foggo, fundador de la Red de Pobreza Profunda, explicó en una entrevista con Aposto:

Minimum wage is below the poverty line. If a household has to support itself with an income below the poverty line, that household is in deep poverty. A household in deep poverty has difficulty accessing basic needs such as shelter, education, and health, so that household also has food insecurity. The families I have witnessed living in deep poverty are forced to buy cheaper and processed foods, eat a single type of food, skip meals, and are forced to feed their children unhealthy food. Obesity is on the rise in our country because both obesity and stunting are the result of inadequate and unhealthy nutrition.

El salario mínimo está debajo de la línea de pobreza. Si un hogar tiene que mantenerse con los ingresos de esa línea, entonces está en pobreza extrema. Un hogar en pobreza extrema tiene dificultades para acceder a necesidades básicas como vivienda, educación y salud; por lo que ese hogar también tiene inseguridad alimentaria. Las familias que he visto vivir en esta pobreza se ven obligadas a comprar alimentos más baratos y procesados, a comer una sola clase de comida, a saltearse comidas y a alimentar a sus hijos con comidas poco saludables. La obesidad está aumentando en nuestro país, porque la obesidad como el retraso del crecimiento son resultado de una nutrición inadecuada y poco saludable.

La magnitud de la inseguridad alimentaria también es evidente en los entornos educativos. Los datos del Ministerio de Educación Nacional para el año académico 2023-2024 muestran que, si bien el 1.03 millones de estudiantes recibieron almuerzos gratuitos, esto es solo una fracción de los 18.71 millones de los estudiantes en riesgo de inseguridad alimentaria en toda Turquía. Las investigaciones de la Deep Poverty Network corroboran esta desigualdad: al 47,3% de los estudiantes no tienen cómo comprar en el comedor escolar, el 40,2% puede hacerlo una vez a la semana, y solo el 32% lleva sistemáticamente una lonchera. Esa tensión económica generalizada sugiere que, para millones de personas, la preocupación no es una alimentación sana sino simplemente evitar el hambre.

¿Qué sucede con la seguridad alimentaria?

Más allá de la asequibilidad, la propia seguridad de los alimentos consumidos en Turquía presentan otra preocupación crítica que impacta a la salud pública. A 2024, Turquía ocupó el primer lugar entre todos los países en notificaciones relacionadas con plaguicidas dentro del Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF) de la Unión Europea. La mayoría de estas alertas fue por residuos químicos encontrados en productos de consumo habitual, como limones, fresas, tomates, granadas, pomelos y pimientos.

Esta constante posición destacada de rechazo de las exportaciones relacionadas con plaguicidas indica un problema más profundo y generalizado, que va más allá del comercio exterior; también plantea serias dudas sobre la seguridad alimentaria nacional. Un estudio reciente coordinado por Bülent Şık de Greenpeace apoya estas preocupaciones, y revela que el 61% de 155 muestras analizadas tenían más de un pesticida, y el 43% dio positivo a sustancias químicas que contienen PFAS. Estas «sustancias químicas eternas» (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas) son altamente persistentes en el suelo, el agua y el cuerpo humano, lo que plantea riesgos para la salud a largo plazo.

Otro peligro radica en la falta de transparencia sobre si los productos contaminados y rechazados en la frontera se redirigen o no al mercado interno de Turquía para el consumo local.

La disminución del control de calidad agrícola exacerba más el problema. El número de productores que participan en las buenas prácticas agrícolas (agricultora ambientalmente responsable, protección de los recursos naturales, y sostenibilidad general) pasó de más de 72 000 en 2017 a solo 9570 en 2022. De manera similar, según Aposto, el número de agricultores orgánicos se redujo de 75 000 a 45 000 en el mismo período. Esta disminución se atribuye a la reducción del apoyo agrícola, el alto costo de los insumos, la protección inadecuada para los productores y el fracaso de los mecanismos de control.

El problema está en los detalles

Aunque la campaña del Ministerio de Salud puede demostrar un esfuerzo encomiable para atender la salud pública, su eficiencia es limitada si no se abordas las dificultades socioeconómicas y de seguridad alimentaria subyacentes.

La elevada inflación de los alimentos y la pobreza generalizada obligan a muchas familias a priorizar el precio sobre la nutrición, lo que conduce a opciones dietéticas poco saludables. El uso generalizado de pesticidas y la posible recirculación de los productos contaminados aumentan las preocupaciones sobre la seguridad alimentaria, lo que añade otra capa de complejidad a la crisis sanitaria del país.

En realidad, para que Turquía afronte su desafío de obesidad, es más que beneficioso, es esencial, un enfoque integral que aborde la desigualdad económica y la calidad de los alimentos.

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