¿Se normaliza la vigilancia en la vida cotidiana'?

Grid in the sky above a silhouette of mountains. Image by Safa and Liz Carrigan, with visual elements from Yiorgos Bagakis, Alessandro Cripsta, and La Loma, used with permission.

Imagen de Safa y Liz Carrigan, con elementos visuales de Yiorgos Bagakis, Alessandro Cripsta y La Loma, usada con autorización.

Este artículo de Safa para la serie “Digitized Divides” se publicó originalmente en TacticalTech. Global Voices reproduce una versión editada en virtud de un acuerdo de colaboración.

La vigilancia, el seguimiento y el control se han utilizado antes y ahora con el pretexto de proteger y garantizar la seguridad. Pero, como explicó la profesora Hannah Zeavin, “el cuidado funciona como una manera de acomodar y justificar la vigilancia como práctica, y se la enmarca como un ‘bien’ ético o una necesidad de seguridad en vez de como una elección política”.

La organización no gubernamental Tactical Tech tiene su sede en Berlín, la antigua capital del espionaje internacional. Entre 1950 y 1990, el Ministerio para la Seguridad del Estado, también conocido como Stasi, fue el organismo de seguridad estatal y la policía secreta del Estado de la antigua Alemania Oriental (República Democrática Alemana o RDA), y se la considera como una de las organizaciones policiales más represivas que han existido. Tras su disolución, miles de manifestantes ocuparon su sede en Berlín e impidieron la destrucción de sus archivos. Lo que se conserva con casi dos millones de fotografías y tantos expedientes que, si se pusieran en fila, superarían los 111 kilómetros (70 millas) de largo.

Además, la Stasi emprendió operaciones internacionales con consecuencias duraderas fuera del país. Entrenó exhaustivamente a la antigua Mukhabarat (policía secreta) siria del ahora derrocado régimen de Assad, bajo el mando de Hafez al-Assad, “[en] métodos de interrogatorio, infiltración, desinformación y obtención violenta de confesiones, que agentes superiores de la Stasi inculcaron meticulosamente en las mentes de los funcionarios de inteligencia sirios”. Con la caída de la República Democrática Alemana y del Muro de Berlín, la Stasi se disolvió y Alemania Oriental y Alemania Occidental se reunificaron.

Si bien Alemania ha tomado algunas medidas para enfrentar su pasado, la vigilancia sigue siempre presente. Desde 2017, los estados alemanes utilizan el software Palantir para contribuir a las tareas de seguimiento de la población. En 2021, Human Rights Watch expresó su preocupación por la enmienda de dos leyes que daban más poderes de seguimiento a la policía federal y a los servicios de inteligencia. Aunque los alemanes han vivido una larga y continua historia de control, y se han ganado la reputación de valorar las cuestiones relacionadas con la privacidad, con el tiempo esta perspectiva ha cambiado. Un estudio de 2017, para el se encuestó a más de 5000 alemanes sobre temas relacionados con la intimidad personal, reveló que “los alemanes consideran que la privacidad es valiosa, pero, al mismo tiempo, casi la mitad de la población piensa que en nuestra sociedad es cada vez menos importante”.

Aunque la Stasi es famosa en el mundo por su control y la recolección de información, el escenario actual de las fuerzas del orden es un banquete de datos. La representación visual “Stasi versus la NSA”, elaborada en 2013, muestra una comparación entre las recopilaciones de ambas entidades y proyecta que “la NSA puede almacenar casi mil millones de veces más datos que la Stasi». Gracias tecnologías modernas, como algoritmos y el acceso a todos los registros digitalizados, desde el estado de salud hasta las consultas de búsqueda y chats privados, nunca fue tan fácil obtener no solo un vistazo, sino una visión completa de la vida de casi cualquier persona.

Según un informe de Amnistía Internacional, “el archivo de la Stasi es una advertencia oportuna de las posibles consecuencias de una vigilancia sin control. Demuestra lo rápido que un sistema creado para identificar amenazas puede convertirse en el deseo de saberlo todo sobre todo el mundo”. El proyecto The Glass Room (La sala de cristal), de Tactical Tech, ha explorado este tema por años y ha señalado: “Hay un mercado cada vez mayor para las tecnologías que prometen reforzar el control, seguridad y protección contra los daños. A la vez, estas pueden normalizar la vigilancia a nivel macro y micro, desde la forma de la oreja de un niño hasta las imágenes satelitales de hectáreas de tierras agrícolas. Es habitual que quienes necesitan más apoyo son quienes tienen menos control sobre cómo y cuándo se utilizan sus registros”.

La exposición Big Mother de The Glass Room adapta la imagen del Gran Hermano a una figura más protectora, la de una madre, para ejemplificar cómo las personas tienden a relajarse cuando el seguimiento de datos se presenta dentro de un marco de utilidad y resguardo. Esto se puede ver en los anuncios de productos tecnológicos, como por ejemplo dispositivos que ayudan a las personas a controlar a sus familiares mayores, aplicaciones de seguimiento de la fertilidad y registros biométricos de refugiados y solicitantes de asilo. Estados Unidos e Israel se encuentran entre los mayores proveedores mundiales de tecnología de vigilancia, dentro de los que se incluyen la sede estadounidense de Palantir y el grupo israelí NSO y Elbit Systems, utilizados por Gobiernos en lugares como la frontera entre Estados Unidos y México, Centroamérica y Europa.

Vigilancia de menores

La llamada industria de la tecnología educativa ha ido ganando fuerza durante años, incluso antes de la pandemia de COVID-19. El término “tecnología educativa” describe las nuevas herramientas y métodos que se comercializan en las escuelas y que se supone benefician a estudiantes, profesores y administradores escolares. Estas innovaciones no son todas iguales, y se están implementando medidas para llevar la digitalización a las escuelas con el fin de acortar la brecha digital, en especial en zonas rurales y de bajos ingresos. Con todo, algunas de las herramientas digitales que utilizan los administradores escolares pueden actuar también como herramientas de vigilancia. Entre ellas se incluyen grabar niños en guarderías, usar inteligencia artificial para analizar los movimientos corporales y oculares durante los exámenes y supervisar redes sociales de los estudiantes.

Tanto control no está exento de consecuencias, en especial para los grupos tradicionalmente marginados. Un estudio reveló que las tecnologías de vigilancia de los estudiantes ponen en mayor riesgo a los estudiantes negros, indígenas, latinos, LGBTQ+, indocumentados y de bajos ingresos, así como a quienes tienen discapacidades. En 2023, la Unión Americana por las Libertades Civiles (ACLU, sus siglas en inglés) entrevistó a adolescentes de entre 14 y 18 años para recopilar sus experiencias con la supervisión en escuelas. Uno de los participantes reflexionó: “Tratamos a los niños como monstruos y como delincuentes, entonces… es como una profecía autocumplida”. En 2017, Electronic Frontier Foundation advirtió: “La tecnología educativa sin control podría llevar a la próxima generación a considerar normal vivir en un mundo digital en el que los usuarios cedan sus datos a cambio de servicios gratuitos sin cuestionar nada, un mundo que es menos privado no solo por defecto, sino por diseño”. Algunos estudiantes y padres se resistieron, y en algunos casos lograron bloquear el uso de ciertas tecnologías en las escuelas.

Ojos por todas partes

Los trabajadores también se sienten vigilados. Entre 2020 y 2022 se duplicó el número de empleadores grandes que utilizan herramientas para supervisar a sus empleados. Y no se trata solo de los conocidos mecanismos de control que usa Amazon con quienes trabajan en sus almacenes, el empleado de oficina medio también se ve afectado. Un estudio realizado en 2023 a 2000 empleadores reveló que más de tres cuartas partes usaba algún tipo de vigilancia del trabajo a distancia con sus empleados. Las empresas hacen seguimiento de sus trabajadores con métodos como el monitoreo de internet, escáneres de huellas dactilares, seguimiento del movimiento ocular, recolección de datos de redes sociales y análisis de voz, entre otros. “Nos encontramos en medio de un cambio en el ámbito laboral tan significativo como lo fue la Segunda Revolución Industrial de finales del siglo XIX y principios del XX”, según la revista MIT Technology Review. “Y nuevas políticas y protecciones podrían ser necesarias para corregir el equilibrio de poder”.

Incluso los autos pueden convertirse en herramientas de vigilancia. Tanto el viaje al trabajo como llevar a los niños a la escuela puede hacerse en un auto que recopila datos. En 2023, se descubrió que el 84 % de las marcas de autos vendían o difundían información personal con intermediarios de datos y empresas. Ese mismo año, se supo que los empleados de Tesla se habían estado enviando por chat grabaciones privadas captadas por las cámaras de los autos de los clientes. Esto no ocurrió una ni dos veces, fueron muchas ocasiones entre 2019 y 2022. Los vídeos incluían desnudos, accidentes y episodios de violencia vial; algunos incluso se “convirtieron en memes que se decoraban con leyendas o comentarios divertidos antes de publicarlos en los chats privados”. En 2024, Volkswagen fue responsable de una filtración de datos que dejó expuesta la ubicación precisa de cientos de miles de vehículos en toda Europa durante meses en internet. En Estados Unidos, los investigadores descubrieron que algunas cámaras lectoras de matrículas transmitían en directo por la red videos y datos de los autos.

A principios de 2025, para ayudar a la Policía de Las Vegas a encontrar al responsable de la explosión del Tesla Cybertruck frente al Trump International Hotel (que utilizó ChatGPT para planear el ataque), los ejecutivos de Tesla entregaron los videos grabados por la cámara del vehículo. Aunque los medios elogiaron este caso particular y el papel de los ejecutivos de Tesla, la situación plantea interrogantes sobre la vigilancia en general, la aplicación de la ley y los límites de la privacidad.

Los investigadores señalaron, en relación con el seguimiento de datos en sentido amplio, que “las tácticas y herramientas que ya utilizan las fuerzas del orden y las autoridades de inmigración podrían adaptarse para rastrear a cualquier persona que desee o incluso que esté considerando abortar”. Encontrar más formas de documentar y localizar personas también puede traducirse en métodos cada vez más amenazantes bajo diferentes administraciones políticas y en contextos que ofrecen aún menos protección a los grupos marginados.

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