
Niños talibés. Imagen de Soumaila Aya, usada con autorización.
En las grandes ciudades de los países del Sahel central, como Niamey (Níger), Bamako (Mali) y Uagadugú (Burkina-Faso), un fenómeno alarmante se transforma en realidad cotidiana: la mendicidad infantil.
Esos niños suelen vestir harapos, llevar un tazón en la mano y no son solamente un espectáculo de calle. Son la cara más visible de un fenómeno social profundo, mal atendido o ignorado por los políticos, pero normalizado por la población. Esta situación refleja los fallos de un sistema sociopolítico que de los países de la región del Sahel central, donde las tasas de pobreza son elevadas: según datos nacionales más recientes, cerca del 43% de la población de Burkina Faso vivía bajo el umbral de pobreza en 2021, el 45,5% en Mali y el 47,4% en Níger en 2023. Esas cifras destacan la persistencia de una pobreza agravada por complicaciones climáticas y de seguridad en esta región.
Los tres países del Sahel central tienen una población combinada de 77 millones de habitantes: más de 28 millones en Níger, más 25 millones en Mali y más de 24 millones en Burkina Faso. En Mali, según la Coalición Maliense de Derechos de los Niños (COMADE), más de 20,000 niños en situación de calle están expuestos a la mendicidad, que tiene el 43% de niños. En Níger, una encuesta de la ONG Anti Slavery, con sede en Londres, hizo un censo en 1543 escuelas coránicas. 86,824 estudiantes entre los que había 76,08o en estado de mendicidad forzada. En Burkina Faso, las organizaciones reconocen la mendicidad infantil forzada como un problema mayor, pero no existen datos.
Niños talibés, ¿limitación o explotación?
En esos tres países del Sahel, el islam es la religión mayoritaria practicada por la población: más del 60% en Burkina Faso, más del 95% en Mali y 99% en Níger.
Un niño talibé es un niño cuyos padres se lo han confiado a un maestro coránico para que reciba una educación religiosa musulmana. Los Estados no tienen control alguno sobre las escuelas coránicas.
En numerosos casos, los niños que deben recibir una educación coránica suelen ser explotados y transformados en fuentes de ingresos a expensas de la vocación espiritual inicial.
Así, en 2017, un informe de Human Rights Watch estimó que más de 50,000 niños talibés en Senegal fueron obligados a mendigar cotidianamente, a menudo bajo amenaza física. Esos niños se ven expuestos a diversos riesgos: violencia, explotación, maltrato y marginación social.
El fenómeno refleja una violación flagrante a los derechos de los niños, y los priva de su derecho fundamental a la educación, la protección y a una infancia plena. Un niño talibé contó a Global Voices:
Chaque jour, mon maître m’envoie mendier dans les rues de San (ville située au centre du Mali à 422 Km de Bamako) et, si je ne rapporte pas la somme demandée, je suis menacé ou battu. Je marche longtemps, souvent pieds nus et sans manger, avec la peur de rentrer les mains vides. Je ne vais pas à l’école, même si je rêve d’apprendre à lire et écrire pour devenir fonctionnaire. Ce qui me rend le plus triste, c’est la faim, la violence et le mépris des passants, mais parfois un sourire, un morceau de pain ou un moment de jeu me redonnent un peu de joie.
Cada día, mi maestro me manda a mendigar en las calles de San, ciudad en el centro de Mali, a 422 km de Bamako, y si no regreso con la suma solicitada, me amenaza o golpea. Camino mucho, a menudo descalzo y sin comer, con miedo de regresar con las manos vacías. No voy a la escuela, pese a que sueño con aprender a leer y escribir para ser funcionario público. Es lo que me entristece más, es el hambre, la violencia y el desprecio de los transeúntes, pero a veces, una sonrisa, un trozo de pan o un momento para jugar me dan un poco de alegría.
Un Estado ausente exacerba la vulnerabilidad
Desde hace años, el Sahel sufre de una confluencia de factores que afectan a las familias en extrema precariedad. Ahí, la mendicidad infantil encuentra un terreno fértil, se nutre de una combinación de factores económicos, sociales y familiares según el informe La infancia en peligro: Máximo riesgo en el Sahel central (2023) de UNICEF. La falta o pérdida de sustento familiar, por conflictos o desplazamiento forzado, obliga a numerosos niños librados a su suerte, a buscar solos sus medios de subsistencia.
Surgieron iniciativas ciudadanas, como en Burkina Faso, donde la asociación Suudu Baaba, por ejemplo, busca mejorar la calidad de vida de los niños a través de acciones durables a nivel comunitario. En Mali, la asociación Samusocial ofrece apoyo psicosocial y médico. Con campañas de sensibilización y campañas digitales intentan romper el silencio y llamar la atención de las autoridades.
En ese rubro, las acciones de los Gobiernos de la región no han bastado. En Níger, las autoridades han prohibido la mendicidad infantil en la capital, Niamey. Aunque la medida agradó a muchos, es difícil de aplicar por lo extendida que está la mendicidad infantil y por falta de soluciones alternativas para las familias y las escuelas coránicas. El tema suele quedar relegado a un segundo plano, se le percibe como culturalmente sensible o sin prioridad política. Un informe de la ONG Save the Children confirma que miles de niños de la calle de ese país suelen ser reclutados por grupos armados. El informe dice en su página 9:
Dans ces pays, où 60% à 90% de la population est musulmane, le discours religieux y est utilisé comme un moyen efficace de ralliement des adolescents. Ce discours idéalise le rôle du combattant en mettant en exergue des promesses soit pour le bonheur ici-bas soit pour une récompense dans l’au-delà.
En esos países, donde entre el 60% y el 90% de la población es musulmana, el discurso religioso se usa como un medio eficaz de encuentro de adolescentes. Ese discurso idealiza el rol del combatiente, pues destaca las promesas, ya sea para la buena suerte acá o por una recompensa en el más allá.
Los niños mendicantes enfrentan condiciones de vida difíciles que ponen en riesgo su desarrollo. Gédéon Sangare, empresario de construcción maliense, entrevistado por Global Voices, señala:
Je croise des dizaines d’enfants livrés à eux-mêmes dans les rues. Ils mendient pour survivre, mais derrière cette réalité se cache une violence silencieuse : beaucoup sont exploités et battus. Ce qui est inadmissible, c’est le silence des autorités face à ce drame. La mendicité infantile est trop souvent considérée comme une fatalité culturelle, alors qu’elle représente une véritable urgence sociale et sécuritaire. Certains anciens talibés devenus ouvriers racontent qu’ils n’ont appris aucun métier qui puisse leur garantir un avenir digne à l’âge adulte.
Me he cruzado con decenas de niños dejados a su suerte en las calles. Mendigan para sobrevivir, pero detrás de esta realidad se esconde una violencia silenciosa: muchos son explotados y agredidos. Lo que es inadmisible es el silencio de las autoridades ante este drama. La mendicidad infantil suele ser considerada como una fatalidad cultural, y representa una verdadera urgencia social y de seguridad. Algunos obreros, que antes fueron talibés, cuentan que no aprendieron ningún oficio que les garantice un ingreso digno en su edad adulta.
Una generación en peligro
La banalización de la mendicidad infantil constituye una bomba de tiempo para el futuro del Sahel. Ese generación, privada de oportunidades, se arriesga a considerar la pobreza y la sobrevivencia como un destino normal. Eso amenaza su desarrollo personal, y la estabilidad social y económica de toda la región. En Níger, la Asociación Nigeriana para Tratar la Delincuencia y Prevenir la Delincuencia indica en su informe de marzo de 2020 que la explotación de los talibés supera el marco local, y debe tratarse como fenómeno regional. En su informe señala en su página 5:
Les logiques de trafic et d’exploitation des talibés s’inscrivent dans des dynamiques migratoires locales et régionales (pays limitrophes mais aussi du plus large bassin Sahélien et de l’Afrique Centrale), et doivent donc être analysées en vue de ces interactions.
Las lógicas del tráfico y de explotación de los talibés se inscriben en dinámicas migratorias locales y regionales (países limítrofes, pero también en la cuenca saheliana y de África central), y deben analizarse ante esas interacciones.
Alassane Maiga, especialista en protección, cohesión social y resiliencia comunitaria, y miembro de la sociedad civil maliense, declaró a Global Voices:
La mendicité infantile au Sahel s’inscrit souvent dans un contexte religieux où les enfants (Talibés) confiés à des maîtres coraniques mendient sous prétexte de se forger une résilience spirituelle. Toutefois, cette apparence masque la précarité profonde des familles, dont la pauvreté pousse les enfants à mendier pour survivre.
La mendicidad infantil en el Sahel se suele inscribir en un contexto religioso en el que los niños (talibés) confiados a maestros coránicos mendigan con el pretexto de que se forjen resiliencia espiritual. Sin embargo, esta apariencia oculta la precariedad profunda de las familias, cuya pobreza obliga a los niños a mendigar para sobrevivir.
Ante el grave problema, es urgente que los Gobiernos se asocien con la sociedad civil a las organizaciones internacionales para unificar las iniciativas. Ciertamente, cuantos más niños quedan fuera del sistema educativo profesional, hay más riesgo de que terminen como delincuentes y como miembros de grupos rebeldes armados que amenazan la propia estabilidad del Sahel.






