
Manifestantes de generación Z frente a la oficina de Bharatpur Mahanagarpalika, Nepal. Septiembre 2025. Foto por Himal Subedi, por Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0).
Katmandú, capital de Nepal, sigue cubierta por el humo, semanas después de que la Policía disparara hacia la multitud de jóvenes protestantes, lo que causó la muerte de al menos 19 personas. Las calles, alguna vez repletas de escolares, quedaron invadidas por soldados armados.
Comenzó como una protesta contra la prohibición de redes sociales, pero no fue solo por TikTok o Facebook. Era el estallido de una arraigada frustración y de ajustes de cuentas acompañada de un siglo de inestabilidad y corrupción.
Los manifestantes de la generación Z nepalíes heredaron una democracia que sus abuelos lucharon para obtener, y que junto a sus padres la vieron desmoronarse. Para entender el enojo de 2025, debes leer una historia protagonizada por reyes, revoluciones y continuas demandas de que se asuman responsabilidades.
Durante gran parte de la historia moderna, Nepal era gobernada por reyes. La dinastía Rana tomó el poder en 1848 y estableció una oligarquía que aisló a Nepal por más de un siglo. La educación era solo para las élites, y los habitantes nepalíes tenían poco poder en el Gobierno.
Autocracia y el sistema panchayat
Después de la Segunda Guerra Mundial, los exiliados nepalíes comenzaron a formar partidos de oposición, inspirados por la independencia de India. Una revuelta en 1951, respaldada por el rey Tribhuvan, acabó con el mandato de los Rana y abrió las fronteras de Nepal.
En menos de un año, el rey Mahendra disolvió el Parlamento, prohibió partidos políticos e impuso el sistema autocrático panchayat. Los siguientes 30 años, Nepal fue gobernado por una complicada jerarquía de consejos que informaban directamente a la corona. Los disidentes políticos o rivales de la corona fueron encarcelados o exiliados. Los medios noticiosos estaban altamente censurados, pero algunos disidentes aún sobrevivían clandestinamente.
Movimiento popular de 1990

Protesta durante el movimiento popular de 1990, Katmandú, Nepal. Foto de Min Ratna Bajracharya, por Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0).
A fines de la década de 1980, la economía estaba estancada, la corrupción del Gobierno era desenfrenada y una nueva generación de estudiantes demandaban un cambio. Después de semanas del movimiento masivo en 1990 del Movimiento Popular, o Jana Andolan I, el rey Birendra accedió a volver a una democracia multipartidista.
La nueva Constitución estableció una monarquía constitucional y libertad civil.
Inestabilidad política e insurgencia maoísta
Sin embargo, la euforia rápidamente se convirtió en decepción. Los gobiernos cambiaban constantemente. En diez años entre 1991 y 2001, designaron y destituyeron un primer ministro más de doce veces. Los partidos políticos se dividieron en facciones que solo buscaban mantener el poder en vez de elaborar normas.
A medida que la desigualdad empeoraba y las comunidades rurales perdían la fe en los políticos que no lograron entregarles carreteras, electricidad o empleos, se abrió un espacio para una alternativa radical. En 1996, el Partido Comunista de Nepal (maoísta) inició una rebelión armada que demandaba el fin de la monarquía, al igual que una reforma agraria y justicia social. El conflicto ocupó gran parte de la zona rural y dejó más de 17,000 muertos para principios de la década de 2000.
La masacre real de 2001 y el reinado de Gyanendra
El país luego enfrentó un trauma nacional en 2001, cuando ocurrió una masacre real. El príncipe heredero Dipendra supuestamente disparó y asesinó a el rey Birendra, a la reina Aishwarya y a otros nueve miembros de la realeza antes de dispararse. Se dijo que estaba ebrio al momento del suceso.
El rey Gyanendra asumió el trono y, en 2005, disolvió el Parlamento, y declaró el estado de emergencia, suceso que unió a los partidos políticos de oposición, la sociedad civil y los maoístas.
En 2006, durante una protesta en masa conocida como Jana Andolan II, Gyanendra fue forzado a dejar el cargo. Ya para 2008, la monarquía quedó finalmente abolida. Nepal se convirtió en una república democrática federal, y los anteriores líderes maoístas pasaron a ser parlamentarios.
La república y nueva Constitución

Mapa de Nepal que muestra sus siete provincias. Imagen de SimulationWig en Wikimedia Commons (CC BY-SA 4.0).
La nueva república dio lugar a gran esperanza. La primera asamblea constituyente se formó para redactar una Constitución que garantizaría la representación de las mujeres, los dalits, las comunidades indígenas y los grupos madhesi.
Sin embargo, el proceso demoró siete años, y se vio marcado por disputas entre élites. Después de que la asamblea quedó disuelta dos veces, finalmente adoptaron una nueva constitución en 2015.
El nuevo documento estableció un régimen federal que dividió a Nepal en siete provincias y también garantizó derechos e inclusión. Sin embargo, el documento fue creado en medio de una controversia y muchos grupos marginados dijeron haber quedado excluidos.
Corrupción política y creciente desigualdad
Durante los siguientes años, el país tuvo coaliciones con las mismas personas, incluido K.P. Sharma Oli, Sher Bahadur Deuba y Pushpa Kamal Dahal, conocido como “Prachanda”, en los roles de primer ministros, todos sin excepción dijeron que garantizaban reformas, pero cuestionaron sus activos o los malversaban por clientelismo o corrupción.
A medida que la emigración aumentaba, casi el 14% de los habitantes trabajaba fuera del país, y las remesas de dinero se habían convertido en el sustento económico del país. Pero la brecha entre ricos y pobres se estaba expandiendo. Las escuelas y hospitales en zonas rurales se estaban deteriorando, mientras que la élite presumía su riqueza.
Las redes sociales se convirtieron en alivio y reflexión, un lugar donde la frustración ardía. Etiquetas como #NepoKids [hijos del nepotismo] y #YouthsAgainstCorruption [jóvenes contra la corrupción] resaltaron los privilegios de la élite.
Ya para 2024, la economía nepalí estaba ahogada por la inflación, el desempleo juvenil y el estancamiento político. La respuesta del Gobierno no fue mejorar a través de reformas, sino imponer nuevas normas que restringieran las plataformas en línea y casas editoras digitales.
Los estudiantes lideraron protestas en 2025
A comienzos de septiembre, un grupo de estudiantes comenzó a organizarse a través de aplicaciones encriptadas y por grupos fuera de línea. Al cabo de unos días, miles de estudiantes marcharon en Katmandú, Pokhara y Patan.
Sostuvieron carteles como “Alto a la corrupción, no a las redes sociales”. Muchos adolescentes crecieron oyendo historias sobre el movimiento por la democracia, pero solo habían vivido disfunción.
Cuando creció la multitud fuera del Parlamento, la Policía disparó gas lacrimógeno y luego municiones reales. Los hospitales estaban inundados por estudiantes con uniformes escolares. De acuerdo con medios locales y a organizaciones de derechos humanos, al menos 19 personas murieron. El Gobierno impuso un toque de queda, apagó las redes móviles y desplegó a las fuerzas armadas.
Esa noche, la rabia pública erupcionó, el ministro del Interior renunció. El gabinete revocó la prohibición, pero las protestas se extendieron más allá de Katmandú por el enojo que se desató por la desigualdad y la corrupción.
En la agitación que se formó, la multitud atacó a los edificios gubernamentales y a los hogares de los políticos. El Ejército recató al primer ministro anterior Deuba y a su esposa, Arzu Rana Deuba, luego de los manifestantes atacaron su residencia.
Liderazgo provisional y pedido de asumir responsabilidades

Sushila Karki en la Cumbre por la Democracia Estados Unidos-Nepal, 2021. Foto por de la Embajada de Estados Unidos en Katmandú, de Wikimedia Commons (dominio público).
Con la capital en confinamiento militar, el presidente Ram Chandra Poudel nombró a la exjueza suprema Sushila Karki como primera ministra provisional, lo que la convierte en la primera mujer en obtener el puesto en Nepal.
Karki, de 73 años, es una jueza jubilada de la Corte Suprema conocida por sus resoluciones contra la corrupción. Su nombramiento tuvo el respaldo de los jóvenes representantes que ayudaron a liderar las protestas.
El gobierno en funciones de Karki se ha felicitado por el compromiso de investigar los asesinatos, restaurar el orden y de hacer nuevas elecciones en marzo de 2o26. Si eso contribuye a generar confianza o no, es otra cuestión totalmente distinta.
Continuidad y esperanza: lecciones de la historia
La historia de Nepal ha sido una de auges seguidos por estancamientos: revolución, esperanza, parálisis. Cada vez, de 1951 a 1990 a 2006, la revolución derrumbó un antiguo orden, pero luego no logró generar un cambio sostenible.
Para la generación Z, el desafío es si el momento puede alcanzar su logro. El movimiento ya ha hecho historia: los ha hecho asumir responsabilidades, ha designado a una mujer en el puesto más alto en el país y ha dejado claro que la acción cívica aún es posible en un sistema dañado.
Las calles de Katmandú están en silencio, pero la tensión continúa. los estudiantes aún hacen vigilias todas las noches en recuerdo de los fallecidos. Las paredes de las universidades están cubiertas por grafitis que dicen: “Si no es ahora, ¿cuándo?”.
Human Rights Watch y Amnistía Internacional han hecho un llamado para hacer investigaciones independientes por el actuar de la Policía y el Ejército, que sostiene que actuó para proteger el orden público, teniendo en cuenta que muchos de los implicados eran menores de edad.
En sus primeras declaraciones como primera ministra provisional, Karki instó a mantener la calma durante este periodo de disturbios. Declaró “el cambio debe venir por medio de instituciones, no por medio de disparos”. Pero también se mostró de acuerdo con que los jóvenes nepalíes estaban “en lo correcto al exigir dignidad y oportunidades”.
Aún queda por ver si las protestas marcarán el comienzo de un trayecto hacia la reforma o si simplemente será el capítulo más reciente en la larga historia de esperanza y decepción de Nepal.
Pero hay una constante. Cada uno de nuestros movimientos desde la caída de los Rana ha sido liderada por estudiantes que creían que su país podía ser mejor. Con eso en cuenta, las protestas de 2025 no fueron por ningún motivo una pausa en la historia. Más bien, fueron una continuación.






