
En Madagascar, los manifestantes en levantan una bandera con calavera y huesos cruzados de «One Piece», con un sombrero malgache adaptado. Captura de pantalla del video ‘El presidente de Madagascar huye del país en medio de las protestas de la Generación Z’, publicado en el canal de Channel 4 News en YouTube. Uso legítimo.
Por Jessica Northey y Narda Natioranomena
A lo largo del continente africano, desde Madagascar a Marruecos, los jóvenes conocidos como la generación Z, quienes nacieron entre finales de la década de 1990 y comienzos de la década de 2000, están saliendo a las calles para pedir justicia social y que sus voces sean escuchadas.
Desde el 25 de septiembre, surgieron protestas de la generación Z en Madagascar, que primero eran por los persistentes cortes de energía y la escasez de agua que han azotado el país durante meses. Esto rápidamente se expandió para abarcar la corrupción, la creciente desigualdad, la falta de seguridad alimentaria y luego pedidos de renuncia del presidente. El 12 de octubre, cuando era claro que el enojo en su contra era un riesgo para su vida, el presidente Andry Rajoelina desapareció. Luego se informó que había viajado a Dubái a través de la isla francesa Reunión.
Las protestas pacíficas, organizadas en redes sociales, fueron fuertemente reprimidas por las autoridades, que tuvieron como resultado la muerte de 22 personas, según Naciones Unidas. En TV5 Monde, un consejero especial del presidente negó que se hayan producido muertes, para gran consternación de los protestantes, que acusaron al Gobierno de mentir.
El movimiento juvenil de la generación Z de Madagascar, inspirada por protestas jóvenes similares en Nepal, utiliza el mismo símbolo del manga japones «One Piece«, una calavera sobre dos tibias cruzadas, con un sombrero malgache adaptado. Los manifestantes marcharon en la capital, las principales ciudades y en el extranjero.
Demandas reales
Por su parte, en Marruecos, a mediados de septiembre surgieron protestas juveniles masivas contra la inadecuada y negligente atención de salud; falta de educación, y corrupción.
¿Por qué surgieron ahora estos movimientos revolucionarios de la generación Z? ¿Están conectados?
En Madagascar, desde hace tiempo hay insatisfacción con el presidente y su red de élites de personas extremadamente ricas. La riqueza visible y el crecimiento económico son evidentes en todo Madagascar, con nuevas construcciones, altas edificaciones y grandes camionetas que pululan por las calles de la capital, donde la mayoría camina en aceras inexistentes. Los jóvenes criticaron un nuevo estadio de fútbol y lo que está considerado como un mal concebido y costoso teleférico eléctrico en la capital, a pesar de la severa escasez de electricidad y agua.
El descubrimiento de minerales fundamentales, nuevos recursos y minas en el país destaca la riqueza y la opulencia de las aguas y suelos malgaches. Desde zafiros, oro, grafito y cobalto, a vainilla, lichis, cacao y café, Madagascar es cada vez más visiblemente abundante en recursos naturales.
Sin embargo, el malgache promedio es más pobre hoy que hace 20 años. El 75% vive por debajo de la línea de la pobreza, y a las compañías internacionales que extraen esos recursos no parece importarles el ambiente de Madagascar. El presidente provocó aún más indignación por su desconexión de la vida de la mayoría cuando justificó las grandes desigualdades en una entrevista con TV5 Monde Journal Afrique, cuando declaró que los pobres en las zonas rurales en Madagascar eran «felices de todas maneras».
En el caso de Marruecos, la reciente muerte de ocho mujeres al dar a luz provocó las protestas originales. Además de organizarse a través de redes sociales, los jóvenes han protestado durante días, critican el gran gasto en estadios de fútbol, mientras mujeres y jóvenes son marginados, y a sus padres se les niega una atención de salud decente.
Demandan servicios básicos que incluyen atención de salud y educación, y el fin de la corrupción, que argumentan reina en todos los niveles del Estado. Como en Madagascar, expresan un amor por su patria y un gran compromiso con la libertad de expresión.
No están dispuestos a que los sacrifiquen por infraestructura futbolística, y protestaron en las calles, se apoyan entre ellos. Los médicos voluntarios atienden a los protestantes heridos, los abogados representaron víctimas gratis y las comunidades dan alimentos, en un contexto de alto riesgo de represión y violencia estatal. Las protestas en ambos extremos del continente africano son sorprendentemente similares.
Pasados coloniales
Probablemente en Madagascar una de las causas raíz sea clara. Aunque Francia y los medios internacionales parecen haber olvidado este problema, tratarlo de manera transparente podría tener profundas repercusiones a lo largo de África y en el mundo. En 2009, cuando Andry Rajoelina, entonces alcalde de la capital, inició su primer golpe de Estado, fue mientras se refugiaba en la embajada francesa. En 2014, cinco años después, se convirtió en un ciudadano francés naturalizado. Desde su golpe en 2009 y su presidencia en Madagascar en 2018, ha habido una afluencia de negocios franceses e influencia sobre la antigua colonia francesa.
Las elecciones presidenciales de 2023 tuvieron numerosas anomalías, que incluyeron encarcelamiento de manifestantes y hostigamiento a opositores. Además de eso, según el artículo 46 de la Constitución malgache, Rajoelina estaba impedido de postular a la presidencia del país tras haber obtenido la ciudadanía francesa. Que un antiguo poder colonial regrese a un país independiente es impensado para lps jóvenes africanos.
En Madagascar hubo un derramamiento de sangre en 1947 cuando una rebelión anticolonial llevó a una violenta represión en todo el país. Como las atrocidades cometidas en Argelia a finales de la década de 1950, el Ejército francés llevó ejerció violencia masiva en Madagascar entre 1947 y 1949. Esto incluyó ejecuciones, torturas, violaciones, destrucción de pueblos enteros y la horrorosa práctica de arrojar prisioneros malgaches desde aviones, que se conoce como «vuelos de la muerte«.
El número de muertes es difícil de confirmar, pero se estima que mataron a 100,000 malgaches, comparado con los cientos de ciudadanos franceses. Esta brutalidad y sus cicatrices duraderas están documentadas en películas como Tabataba de Raymond Rajaonarivelo, y novelas como «Mitaraina ny tany» (La tierra se lamenta); en el caso del norte de África, en la película La Batalla deAlgier de Gillo Pontecorvo.
Ahora, 65 años después de la independencia, la población malgache reclamó, de manera pacífica y respetuosa, que Francia se lleve a su presidente de vuelta, antes de que huyera en un avión militar francés. Francia comparte responsabilidad por la crisis malgache de 2009, y por la actual. Reflexionar sobre esto podría provocar una amplia autorreflexión en países europeos.
El fracaso de los sistemas educativos franceses y europeos para abordar honestamente sus pasados coloniales es parte de un problema sistémico de injusticia global y control oligárquico sobre los medios y los recursos del planeta. Esta amnesia alimenta el aumento de la ultraderecha europea hoy en día, perpetúa la extracción y la destrucción de las antiguas colonias, y exacerba nuestras desigualdades globales y la crisis ecológica.
Aunque se han identificado hilos comunes, el factor colonial ha sido ignorado en su mayoría. En África, los jóvenes tienen el creciente sentir de injusticia de que los antiguos poderes coloniales continúan explotando recursos, economías y sociedades, sin ningún reconocimiento de crímenes del pasado y sin hacerse responsables de continuar esos legados. Esto no solo daña a África y a las excolonias en todo el mundo, también sustenta el malestar constante, o lo que Alistair Horne describe como un legado de «veneno» con violencia y desigualdad en Europa y sus socios coloniales.
Los jóvenes de África y de la mayoría global, desde Madagascar a Marruecos, desde Filipinas a Nepal, se han levantado para protestar contra estas desigualdades y pedir justicia social. Mientras abren nuestros ojos a la oportunidad de una mayor reflexión sobre los aún presentes efectos del colonialismo en el siglo XXI, ellos, y cualquier proceso de transición que venga, merecen nuestro apoyo total.






