
Puestos de libros abarrotados en el Festival Cultural de Kech. Foto de Allah dad Azhar. Usada con autorización.
En Pakistán se celebran festivales por todo el país, pero uno reciente en Turbat, corazón del distrito de Kech, en el sur de Baluchistán, Pakistán, fue sin duda un acontecimiento extraordinario. Turbat es una ciudad que suele mencionarse en las noticias por la violencia, los problemas de seguridad y la tensión entre los grupos militantes y las fuerzas de seguridad. En medio de esa difícil realidad, el Festival Cultural de Kech se convirtió en un espacio para que la gente exprese su creatividad, celebre la cultura y se reúna en paz.
Baluchistán también es el epicentro de una crisis prolongada de «personas desaparecidas», con cientos de casos de presuntas desapariciones forzadas que se denunciaron durante años. Los grupos locales e internacionales de derechos humanos, junto con el Comité Baloch Yakjehti, responsabilizaron a instituciones estatales por su participación en estos casos, aunque el Estado todavía niega tales acusaciones.
Por este motivo, la cobertura periodística de Turbat y Kech suele caracterizarse por publicar noticias sobre conflictos, protestas y preocupaciones sobre los derechos humanos, por lo que el Festival Cultural de Kech es una historia extraordinaria de paz, creatividad y resiliencia comunitaria que surge de una región que a menudo se ve a través de una perspectiva turbulenta.
Evento comunitario
Durante los tres días que se celebró el Festival Cultural de Kech, del 1 al 3 de octubre de 2025, el tranquilo Museo y Centro Cultural Kech se convirtió en centro palpitante de arte, música y renacimiento cultural.
Global Voices entrevistó por teléfono a Altaz Sakhi, secretario del Comité del Festival Cultural de Kech, para hablar sobre el espectáculo. Sakhi contó que la comunidad local recibió el festival con gran satisfacción. La gente asistió con entusiasmo, disfrutó de las actividades y elogió el acontecimiento como una iniciativa positiva y creativa para la región.
Sin embargo, lo que hizo único a este festival fue que no se trató de un evento patrocinado por el Gobierno, sino organizado por la comunidad. Personas de toda la región se reunieron, y las mujeres participaron en igualdad de condiciones que los hombres, lo que es raro de apreciar en una sociedad tan tribal y a menudo patriarcal como la de Baluchistán.
«Esperábamos entre 5000 y 6000 visitantes por día», dijo Sakhi. «Pero el primer día asistieron 18m000 personas; el segundo, 22,000 y el tercero, más de 40,000. Al final, casi 80,000 personas habían venido de Turbat, Panjgur y Gwadar».
Familias, niños y adultos viajaron desde Panjgur, a unos 249 kilómetros de Turbat, un recorrido de alrededor de cuatro horas en auto, y desde Gwadar, a unos 158 kilómetros, o unas dos horas por carretera. Muchos vinieron desde estas zonas lejanas de Kech para participar en el festival.
Debates atrapantes

Participantes en una charla en el Festival Cultural de Kech. Foto de Allah dad Azhar. Usada con autorización.
El Festival Cultural de Kech ofreció una serie de charlas sobre política, educación, poesía y otros temas. Una de las más interesantes y de mayor aceptación se centró en el rol de las redes sociales en la región. Em el debate, a cargo de Sarfraz Shah, periodista de Turbat, participaron los oradores invitados Sabukh Saeed, formador en medios de Islamabad, y Baneesh Bakhsh, la primera presentadora de televisión baluchí, que viajó desde Karachi para participar.
En esta región, que a menudo se ve afectada por cortes de internet y censura, la charla analizó la influencia de los medios tradicionales y las redes sociales, y abordó las cuestiones de desinformación, información falsa y adicción en línea. También se mencionó cómo las redes sociales se utilizan para promocionar marcas locales en los mercados nacionales y mundiales.
Shah señaló en la presentación que tales debates son esenciales para mejorar la alfabetización de medios e incentivar a las comunidades locales para que cuenten sus historias de manera más efectiva.
A pesar de los frecuentes cortes de internet y de las interrupciones en los teléfonos móviles en Turbat, los organizadores lograron llevar a cabo varias charlas sobre cómo los medios empoderan a los jóvenes y promueven el pensamiento crítico. «Quisimos mostrar a nuestras nuevas generaciones, la generación Alfa y la generación Z, la música tradicional, la poesía y los juegos locales que casi desaparecieron», explicó Sakhi.
Una celebración del arte y la cultura
En el festival hubo casi cien puestos que ofrecían desde libros y pinturas hasta comida tradicional y perfumes. Según los organizadores, los participantes gastaron más de 6.2 millones de rupias (22,000 dólares) en libros y arte, lo que superó todos los índices anteriores. «Los libros, las pinturas y las fragancias están conectados: alimentan el alma», agregó Sakhi.
En entrevista telefónica con Global Voices, el periodista local Sarfaraz Shah destacó el impacto social del festival. «En un lugar como Turbat, con restricciones al acceso a internet y la libertad de expresión, organizar una jornada de alfabetización de medios fue revolucionario», dijo. «También fue inspirador ver la gran participación de las mujeres: no hubo ni un solo caso de mal manejo o disturbio. Todo salió de maravillas».
Durante el festival se revivieron los juegos tradicionales baluchís, como el Esh’t Chooki, uno de los más antiguos y queridos por la cultura baluchí. Los organizadores afirmaron que querían reconectar a las generaciones más jóvenes, en particular a la generación Z y la generación Alfa, que crecieron lejos de sus raíces culturales bajo la influencia de las redes sociales, con los juegos tradicionales y el patrimonio cultural.
Maalid, otra antigua y entrañable tradición baluchi, es un baile que se practica para expresar alegría, amor y unidad. A lo largo de la historia, se interpretó en momentos de celebración o como gesto simbólico de afecto hacia un ser querido, un amigo o un guía espiritual. Estas actuaciones permitieron a las generaciones de más jóvenes vislumbrar el rico patrimonio de Baluchistán.

Representación en la noche del Festival Cultural de Kech. Foto de Allah dad Azhar. Usada con autorización.
«Incluso los rivales políticos se sentaron juntos en armonía», señaló Shah. «Fue un mensaje de unidad y de paz de una región que el resto del país a menudo no comprende».
Para Yasmeen Ghani, joven participante de Turbat, la experiencia fue abrumadora e inspiradora. «El último día, había tanta gente, que apenas pude encontrar un lugar para estar parada», recordó durante una entrevista por WhatsApp con Global Voices. «Una muchacha que conocí instaló un puesto pequeño y vendió todo lo que tenía, nunca se imaginó semejante resultado».
Ghani comentó que en el festival también se exhibieron vestidos tradicionales baluchís con bordados hermosos. Estas prendas, conocidas por su intrincado trabajo manual y sus diseños llamativos, tenían un precio que oscilaba entre los 8000 y 300,000 rupias (entre 30 y mil dólares), lo que refleja la habilidad, el tiempo y el valor cultural que invirtieron los artesanos locales.
«La mayoría de los puestos de comida y arte estaban a cargo de mujeres», añadió Ghani. «Este festival demostró que las mujeres no están encerradas en sus hogares, sino que son creativas, seguras de sí mismas y capaces».
Durante décadas, la cobertura informativa de Baluchistán se centró en problemas de seguridad. Los festivales como el Festival Cultural de Kech, que celebran la unidad, la paz y el amor por el conocimiento, rara vez aparecen en las noticias.
Difundir eventos así ofrece una contranarrativa positiva, que enfrenta las ideas erróneas que existen sobre la cultura baluchí y los habitantes de la región, y promueve una cultura de esperanza y resiliencia.






2 comentarios
Thank Global Voices for translating my Story in Spanish language.
Its feel really good and encouraged me to write more for global voices and special thanks to Valeria vesconi
I’m really thankful to Global Voices for letting me have access to these articles and to you, Fareed Khan, for sharing such emotive and extraordinary text related to an event that makes people feel relaxed and welcomed in a tough society. The pleasure is all mine.