Nací en la Ciudad de México, a la que amo y odio como buen chilango. Me gusta leer, escribir, conocer gente, dar terapia con reiki y la comida sabrosa. Desde que tengo memoria he sentido una inclinación por aprender lenguas. Mi gusto por la traducción se dio por añadidura. Me parece que quienes se dedican a la traducción cumplen con una función social muy importante: establecer vínculos, generar comunicación. Creo en el acercamiento de las culturas, en la divulgación de los saberes. Como dijera Machado: “En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda; sólo se gana lo que se da.”
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Shahram Rafizadeh es un poeta iraní exiliado que vive en las afueras de Toronto. Él sigue aún con atención los eventos políticos de Irán y mantiene la esperanza del cambio.