El 24 de febrero fue el Viernes Fantástico en Trinidad y Tobago, el glorioso día que marca el inicio del fin de semana de Carnaval, y el entusiasmo era evidente. Desde luego, los aficionados al festival han estado de Carnaval de forma continua desde que empezó la última semana de febrero, cuando el Machel Monday [2], posiblemente el mayor concierto del calendario anual de Carnaval, sacudió el estadio nacional repleto de gente con sus potentes grupos de soca y dancehall llenos de estrellas. (El evento también sacudió gran parte de la red con retransmisiones en vivo [3], presuntamente no autorizadas.)
La música para el Carnaval de 2017 es rica [4] y ecléctica [5], y ha cautivado a muchos, ya que los participantes bailan, hacen piruetas y saltan al son de un ritmo que hipnotiza. Pero si el soca es el latido del Carnaval de Trinidad y Tobago, el «mas» (forma corta de «masquerade», o disfraz) es el corazón mismo, tan puro como pícaro, y cargado de energía.
La fotógrafa del Carnaval, Maria Nunes [6], ha retratado el festival durante años. Siente un afecto especial por los tradicionales disfraces y personajes y, en un esfuerzo por preservar este aspecto de la historia del Carnaval, los captura con su cámara de forma reverente y apasionada. En su página de Facebook, explica [7]:
Without Carnival I would be at a complete loss. Carnival is where I get my energy, my enthusiasm, my inspiration to make it through the rest of the year. These few days make my soul sing and dance. I am immensely thankful for [the] people […] who dream up wonderful creations and bring them to life so beautifully. It only takes a little light to dispel darkness.
Sin el Carnaval, estaría totalmente perdida. El Carnaval me da la energía, el entusiasmo y la inspiración para pasar el resto del año. Estos pocos días hacen que mi alma cante y baile. Estoy inmensamente agradecida por [la] gente […] que sueña creaciones maravillosas y las trae a la vida de una forma hermosa. Una pequeña luz alcanza para disipar la oscuridad.
El perspicaz ojo de Nunes ofrece una mirada íntima a las representaciones de este año. ¡Es casi como estar ahí!
Lucha con palos
La lucha con palos es una tradición centenaria, de la época de la esclavitud, donde los hombres luchaban con «bois» (palos) en «gayelles» (aros), acompañados de coros o cantos (generalmente en patois) al ritmo de tambores africanos.
Las grandes multitudes se reunían para presenciar las feroces luchas que, a veces, resultaban en la mutilación, o incluso la muerte, de uno de los contrincantes. El ganador gozaba de la posición que le confería su triunfo, que conllevaba una importante moneda social.
En 1880, las autoridades coloniales prohibieron la práctica en respuesta a los disturbios de Canboulay [12], pero se reinstaló (con reglas más estrictas) en 1937. Todos los años, se recrean [13] y recuerdan los disturbios de Canboulay como símbolos de resistencia para celebrar el espíritu revolucionario que dio origen al festival.
El tradicional «mas»
El elenco de personajes [16] que conforman los tradicionales disfraces del Carnaval de Trinidad y Tobago es amplio y variado: burriquitas (disfraz de jinete montado en un burro), marineros e indios de fantasía, demonios bonitos (y aterradores), y la lista no termina. Nunes capturó algunos de los mejores de este año, que incluían la representación de una madre y su hijo de unos personajes folclóricos intimidantes: un lagahoo (criatura mítica similar a un hombre lobo, pero con poderes cambiantes) y un douen (que se cree son las almas perdidas de niños no bautizados cuyos pies miran hacia atrás).
También son muy populares los disfraces de murciélago, que tradicionalmente consisten en un traje enterizo, una cabeza ornamentada y alas espectaculares. Generalmente, la cabeza se hace de papel maché y las alas se elaboran mediante el arte carnavalesco de doblado de alambre, pero lo mejor de todo disfraz de murciélago es la danza que lo acompaña: el personaje da vueltas, embiste y agita las alas en una serie de movimientos cautivadores que imitan el vuelo de los murciélagos.
Los Moko jumbies, esos altísimos danzantes en zancos de otro mundo y que tienen sus raíces en la tradición de África Occidental, aportan su magia al Carnaval de Trinidad y Tobago. Según la tradición oral, la altura de los zancos les da la capacidad de discernir el mal más rápido que los mortales inferiores (o de menor estatura), por lo que se consideran un símbolo de protección. Los caminantes en zancos usan sus disfraces sobre zancos de entre 3 y 4,5 metros de alto; los cubren con faldas o pantalones vaporosos larguísimos para crear la ilusión de que son gigantes: es un show impresionante.
Ninguna fiesta de disfraces tradicional estaría completa sin una representación del demonio. El traje de «pretty devil» [diablo bonito] tiene su origen en el vestuario de los bufones medievales, pero evolucionado en diversas formas. Aun así, hay frecuentes toques de telas coloridas, campanas, silbidos y, por supuesto, los cuernos, que se hacen con una base de alambre cubierta de tela. El híbrido de disfraz de diablo Jab Molassie ostenta una cola de alambre, cuernos y un tridente; el artista se adorna con cadenas, candados y otros accesorios, y se unta el cuerpo con pintura, grasa, lodo o arcilla. El Jab suele girar a un atractivo son rítmico que tocan los diablillos en ollas de hojalata, algunos de los cuales también sostienen la cadena del diablo, en un intento por controlarlo mientras el personaje retoza salvajemente.
Sí, las puertas del Carnaval de Trinidad y Tobago de 2017 abrieron ese Viernes Fantástico, o como lo expresó Maria Nunes: «Tenemos el Carnaval encima. Gracias a quienes encienden su luz en la oscuridad».