Erdoğan de Turquía silencia críticos con la etiqueta de terroristas de «FETO»

Imagen de Arzu Geybullayeva

«¡Eres un FETO!», es una acusación comúnmente utilizada por los partidarios de Erdogan y los funcionarios del Gobierno turco, para todos aquellos que se atreven a desafiar al líder del país.

El régimen autocrático de Turquía, a través de su ejército de troles en línea y élites gubernamentales, ha elaborado una estrategia de silenciar a casi todos los críticos con la etiqueta de simpatizantes o miembros del Movimiento Fetullah Gülen, a quienes esencialmente llama terroristas, El término se refiere a un escurridizo culto religioso, liderado por Fetullah Gülen, que tuvo un papel destacado en el intento de derrocar al régimen del presidente Recep Tayyip Erdogan con un fallido golpe militar en 2016. Antes de este intento antidemocrático de destituir por la fuerza al líder electo de Turquía, a las personas afiliadas al movimiento de Gülen se les llamaba «cemaat» (comunidad). Después de 2016, los apparatchiks progubernamentales rebautizaron el movimiento como «Fetullahcı Teror Orgutu» (FETO), la «Organización Terrorista Fetullah Gülen».

Silenciar a los críticos a través del miedo

Hasta la fecha decenas de miles de ciudadanos turcos han sido acusados de ser miembros de FETO, con la consecuencia de perder sus empleos, posesiones, medios de subsistencia y, en muchos casos, su libertad. Las cárceles turcas están repletas de decenas de disidentes contrarios a Erdoğan, condenados por ser miembros de la secta de Gülen. Erdoğan ha utilizado el golpe de Estado para atacar a los perpetradores gülenistas, pero también para silenciar a muchos que han desafiado al régimen de Erdoğan, incluidos periodistas, activistas públicos y escritores.

No son solo los ciudadanos turcos quienes han sido etiquetados como miembros de FETO. A menudo, los ciudadanos extranjeros, incluidos diplomáticos, fiscales, e incluso pastores cristianos, han sido acusados de ser «kripto», miembros secretos del culto a Gülen. El éxito del Gobierno radica en fomentar el miedo que ha socavado la voluntad de las personas de enfrentarse a Erdogan. Los ciudadanos están aterrorizados de ser calificados como miembros de FETO, ya que podrían procesarlos, con la consiguiente pérdida de trabajo y ,posiblemente, terminar en la cárcel.

La calumnia general ha logrado amortiguar las iniciativas de protesta pública más amplias contra Erdogan, a pesar de sus desastrosas políticas económicas y los episodios de mala gestión que se hicieron evidentes con la gestión del Gobierno de los desastrosos terremotos de 2023, que provocaron la muerte de decenas de miles de ciudadanos.

El resultado es sombrío: la gente tiene miedo de hablar en las redes sociales, y mucho menos participa en protestas públicas, sin saber quién podría ver sus tuits o publicaciones.

La guerra entre Erdoğan y Gülen

La ironía es que Erdoğan y muchos altos funcionarios de las élites gubernamentales bajo su tutela son los gülenistas por excelencia. Tras llegar al poder en 2003, Erdogan forjó una poderosa alianza con el movimiento Gülen, que se rompió entre 2010 y 2016. El régimen ha logrado borrar la memoria pública de la alianza Erdoğan-Gülen.

En julio de 2016, el movimiento Gülen fue identificado como el principal culpable que conspiró con algunos miembros del Ejército, burócratas estatales funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, para deponer al presidente Recep Tayyip Erdoğan. Aunque el intento de golpe fracasó a las pocas horas de empezar, fue sorprendentemente violento, con los insurrectos. Murieron más de 300 civiles que se oponían al golpe. Días después, el régimen de Erdogan designó al movimiento Gülen como organización terrorista e inició una cacería mundial para capturar a miembros de alto rango de la secta, en particular, a su líder, Fetullah Gülen, que vive en Estados Unidos en estado de aislamiento perpetuo. Además, Erdogan utilizó el golpe para apuntalar un nuevo mito nacional sobre su resiliencia. Monumentos enteros como el puente Atatürk del Bósforo han sido renombrados como «Puente de los Mártires del 15 de Julio», con conmemoraciones anuales de cómo se frustró el golpe.

En términos sustantivos, Erdogan ha dedicado gran cantidad de recursos nacionales para reprimir el movimiento de Gülen, que tenía una asombrosa presencia global, que abarcaba desde los Balcanes, África Subsahariana, Europa y Estados Unidos.

Los objetivos ideológicos del movimiento de Gülen para Turquía siempre han sido relativamente turbios. En esencia, ha tratado de aceptar la modernización económica del país, al tiempo que insiste en que el progreso solo puede lograrse si se adopta el islam y los valores conservadores.

Erdogan declaró que solo estaba interesado en tomar medidas enérgicas contra el liderazgo de la organización y pidió a los seguidores de Gülen que renunciaran a su afiliación. Gran parte de la red global de empresas, organizaciones benéficas y escuelas de Gülen ha sido cerrada, especialmente en los países en desarrollo, principalmente debido a la presión directa que ejercen las autoridades turcas sobre los países más pobres, muchos de los cuales finalmente priorizaron seguir cayéndole bien a Ankara, y eligieron confiar en el desarrollo de lazos comerciales con Turquía. Dentro de Turquía, el movimiento está completamente extinto. Incluso antes del golpe de Estado de 2016, Erdogan ordenó a su gobierno que confiscara todos los activos de Gülen, incluidos negocios, bancos y periódicos.

Lo que queda, sin embargo, es la continua dependencia de Erdogan de Gülen como medio para silenciar a críticos, disidentes y opositores de diversas tendencias.

Recordando la alianza Erdogan-Gülen

Pero ¿cómo es que la sociedad turca llegó a olvidar los estrechos vínculos de Erdogan con Gülen? Como veteranos periodistas de investigación como Ahmet Sik han documentado con tanta precisión en numerosas publicaciones, Fetullah Gülen y Erdoğan forjaron una alianza de conveniencia. Después de llegar al poder en 2003, Erdogan dio a Gülen y a sus seguidores acceso a grandes cantidades de poder. A los gülenistas se les dieron destacados puestos gubernamentales de alto perfil y muy solicitados, incluidos, entre otros, las fuerzas del orden, el Ejército, los nombramientos judiciales como fiscales y jueces, y como diplomáticos en el Ministerio de Relaciones Exteriores. ¿Por qué? Porque Gülen podía conseguir votos para Erdoğan por su gran número de seguidores. Además, Erdoğan pudo utilizar las relaciones globales y la red existentes de Gülen. Por ejemplo, a finales de la década de 2000, Erdoğan ganó una influencia en el Congreso de Estados Unidos, debido a las relaciones establecidas de Gülen con los congresistas.

A cambio, Gülen pudo realizar un sueño que su movimiento de culto había estado buscando durante mucho tiempo: quitarle el reconocimiento oficial al estado laico establecido por Kemal Ataturk. Durante décadas, Fetullah Gülen ha tratado de reinventar Turquía y acabar con su orientación prooccidental.

Desde la década de 1960, sus seguidores lograron ganar clandestinamente puestos en el Ejército y la burocracia, pero es probable que fueran muy pocos para implementar el deseo de Gülen de forjar un estado islamista más piadoso que eventualmente podría transformar la sociedad.

La alianza con Erdogan cambió las reglas del juego. Por primera vez en la historia del movimiento, los jueces y fiscales gülenistas comenzaron a perseguir activamente a los bastiones laicos del Estado. Esto incluyó enjuiciar y encarcelar oficiales militares de alto rango, ejemplificado por los juicios de Ergenekon y Sledgehammer, que ayudó a facilitar la politización del Ministerio de Justicia a través del referéndum público de 2010, y una mayor marginación de las élites laicas con enjuiciamientos selectivos y campañas en los medios. Esencialmente, Erdoğan empoderó a un monstruo de proporciones incalculables que finalmente se volvió contra él.

El deterioro de la alianza de Erdogan con Gülen comenzó como resultado de graves diferencias políticas que dieron lugar al intento de Gülen de derrocar a Erdogan en 2016. El mayor error de Gülen fue creer que tenía la misma voz que Erdoğan en determinar la política del Gobierno, lo que se hizo evidente durante los intentos de Erdoğan de negociar un acuerdo de paz con los kurdos de Turquía en 2010, al que Gülen se opuso fundamentalmente.

La brecha entre los dos se amplió hasta el punto de que Gülen intentó socavar las conversaciones de paz: envió a funcionarios encargados de hacer cumplir la ley para arrestar al jefe de inteligencia de Turquía, Hakan Fidan (ahora ministro de Relaciones Exteriores), que dirigía las conversaciones. A partir de entonces, comenzó una guerra sin cuartel entre dos aliados. La rabia de Erdogan contra Gülen se disparó a partir de entonces, lo que lo incitó a preguntar: «¿Qué es lo que han querido [es decir, Gülen], que no les dimos?». Erdogan se sintió traicionado por su antiguo aliado. En el momento en que el conflicto salió a la luz, Erdogan trató de restar importancia a sus críticas sobre su antiguo patrocinio de Gülen, e indicó: Fuimos engañados [por Gülen para que pensáramos que éramos aliados]”.

La asociación entre Erdogan y Gülen ha causado un daño incalculable a Turquía. Dos líderes islamistas y sus respectivos seguidores han utilizado la autoridad del Estado para socavar importantes vestigios del Estado de derecho. En su lugar, lo que le queda al país es más de diez años de conflicto en la que Erdogan y Gülen han gastado todas sus energías para eliminarse mutuamente. Por ahora, parece que Erdogan ha prevalecido y, lo que es más importante, ha dominado la capacidad de destruir a cualquier nuevo oponente a través de la etiqueta de FETOista, ya sean ciudadanos comunes o figuras públicas conocidas, lo que lo ayuda a silenciar la disidencia desde las protestas del parque Gezi de 2013.

A pesar de sus éxitos relativos en hacer que los ciudadanos se olviden de su profunda conexión con Fetullah Gülen, los observadores están trabajando para aumentar el conocimiento del público de que Erdoğan es la persona que empoderó a Gülen.

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