¿Qué Cristo está naciendo entre nosotros hoy?

Rest on the Flight into Egypt by Luc-Olivier Merson, 1879, Museum of Fine Arts, Boston. IMAGE: Public Domain via Wikimedia Commons

Descanso en la huida a Egipto por Luc-Olivier Merson, 1879, Museo de Bellas Artes, Boston. IMAGEN: Dominio público vía Wikimedia Commons.

Estos días son los días de gloria, el día del nacimiento de Jesucristo – el Dios del amor, la justicia y la paz. Pero ¿qué tipo de Cristo está naciendo en nuestro mundo hoy en día?

Si Jesús viniera a nosotros hoy, pasaríamos gran parte del tiempo extrañados por el pañuelo en la cabeza de María; cerraríamos nuestras puertas frente al pobre hombre y su esposa embarazada. Serían nuestras casas las que le darían la espalda a Jesús y nosotros los que haríamos que naciera en una cueva.

Si Jesús viniera a nosotros hoy, pasaríamos gran parte del tiempo cuestionando su profesión. ¡Un simple carpintero de Medio Oriente! Un don nadie, incapaz de hablar un idioma extranjero. ¿Y él quiere cambiar el mundo? Qué ingenuo por su parte.

Si Jesús viniera a nosotros hoy, acusaríamos a los Tres Reyes Magos de Oriente y los pastores habrían sido arrestados antes de poder difundir las buenas noticias. Quizás habrías mostrado un poco de solidaridad hacia ellos, o quizás no.

Si Jesús viniera a nosotros hoy, escapando de Herodes, nosotros creeríamos la versión de la historia de Herodes, o debatiríamos y escribiríamos artículos, nos preguntaríamos: ¿Y si Herodes estuviera en lo cierto en querer matar al niño Jesús? ¿Y si Jesús se convirtiera en una amenaza algún día? O podríamos hablar simplemente en términos generales y caer en clichés como: «las cosas allí son complicadas».

Sin embargo, seguimos celebrándolo. Hoy en día, nuestros árboles de navidad son cada vez más grandes, y mayores son las estatuas de la Virgen María ante las que rezamos, llorando y suplicando Su perdón por olvidar que María se acurrucó en algún campo de refugiados a tan solo unos metros de distancia.

Sin embargo, lo celebramos. Nuestras calles se llenan de luces brillantes que nos ayudan a olvidar que el Buen Samaritano de hoy es la organización sin ánimo de lucro obsesionada en escribir una historia triunfante sobre el hombre herido que acaban de salvar, para así aprovecharse del éxito y aumentar el número de beneficiarios. En cambio, no tenemos tiempo para una sonrisa.

Sí, somos cristianos, pero no queremos un Cristo que no se parezca a nosotros. El Cristo que queremos va a la moda. Uno que no lleva su ropa en un saco y deambula con las sandalias rotas. Uno que habla muy bien en inglés y que, preferiblemente antes de predicar amor, pudiese justificar su propia defensa contra las acusaciones de terrorismo.

Sí, somos cristianos, pero tememos a los judíos, musulmanes, árabes, afganos y a todos aquellos que no son «nosotros». El amor es selectivo, se basa en la clase y la afiliación, pero por alguna razón Jesucristo evitó mencionar todo eso y habló de amor para todos.

Sí, somos cristianos, pero si los profetas fueran a viajar por el mundo hoy en día para entregarnos sus mensajes, morirían ahogados en el mar o disparados en la frontera, porque serían sospechosos, claro.

¿Qué Cristo está naciendo entre nosotros hoy, cuando todos los «hermanos» sobre los que Él nos preguntará en el día del juicio final están sitiados, atrapados y asesinados en los campos?

Nos abastecemos de talentos en el banco para que algún día podamos irnos de vacaciones y sacar muchas fotos que poder colgar en las redes sociales para decirle a esos amigos, a los que normalmente no tenemos tiempo de querer, lo felices que somos.

¿Qué Cristo está naciendo entre nosotros cuando lo que queremos es «seguir» todo menos la estrella que lleva al pesebre? Si el árbol de Navidad que ponemos en nuestras casas cada año es el símbolo de una nueva vida, ¿Qué vida llevamos? ¿Una vida triste que espera nuestra muerte diaria?

Hoy yo soy una refugiada que no tiene un lugar que considerar un hogar en el que celebrar o colocar un árbol y esperar regalos. Y en pocos días, mi lugar de nacimiento habrá desaparecido para siempre.

En una ocasión conseguí un árbol de Navidad de contrabando en el este de Alepo. Era un símbolo para defender mi identidad en contra del ISIS. El amigo que me ayudó a conseguirlo era musulmán. Él vive hoy entre explosiones de bombas. Los que me ayudaron a decorar el árbol eran todos musulmanes. Hoy, todos ellos están sitiados y amenazados con la ejecución sumaria.

Me gustaba pensar que tenía un árbol de Navidad como símbolo de la Anunciación en el corazón de la destrucción. Hoy se habrá convertido, como todo lo demás en Siria, en un símbolo bajo una sepultura.

Es doloroso siquiera tratar de esperar y escribir los propósitos para el año nuevo. Es doloroso que el mejor de tus deseos de Navidad sea el desplazamiento forzado de aquellos que crees que tienen una causa justa. Aquellos que ahora están en Alepo, luchando por la libertad y la dignidad, son la sal de la Tierra. Si son sitiados, bombardeados y asesinados, ¿cómo salaremos la Tierra de nuevo?

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