Emsallam Hdaib pasa la mayor parte de su tiempo en casa, perezosamente oscilando entre el lienzo y el ordenador, y ocasionalmente el sofá. Siempre con un cigarrillo colgando entre sus dedos o descansando en sus labios manchados de nicotina.
Vive en la planta alta de la casa que su familia posee desde 1967, año en que Israel ocupó Cisjordania y cuando la familia de Hdaib se vio obligada a escapar de su pueblo de Palestina donde vivían como “felahyeen”, o granjeros.
Durante los últimos seis años, Hdaib ha sido un abierto activista, capaz de desafiar a la mayoría conservadora de Jordania y sus acepciones tradicionales de género, sexualidad y libertad de expresión a través del arte y el rap.
También ha cuestionado la esencia de la sociedad árabe con música que a menudo se centra en orientalismo, los barrios de refugiados palestinos y el racismo, asuntos que no solo afectan a la ciudad en la que vive, Amán, sino a ciudades que van de Damasco, en Siria, hasta Saná, en Yemen.
Con 25 años, Hdaib se ve como alguien no limitado por fronteras, afirma que siente empatía por las víctimas de las devastadoras intervenciones extranjeras en Irak, Siria, Yemen y Libia. Aunque no lo dice en esta ocasión, tiene una particular aversión hacia la política exterior estadounidense.
Hdaib niega que su habilidad para resonar entre quienes está atrapados en zonas de guerra tenga que ver con su identidad como “refugiado palestino de segunda generación”, un término que utiliza para definirse pese a haber nacido en Jordania y nunca haber visitado Palestina.
“No me siento así debido a mis circunstancias, me siento así porque soy humano”, afirma Hdaib mientras sirve Nescafé aguado en dos tazas. Estamos en el mes sagrado de Ramadán, durante el cual se supone que los musulmanes deben abstenerse de consumir comida desde el amanecer hasta la puesta de sol.
La legislación jordana también dictamina que el consumo público de comida durante el Ramadán es ilegal. Es obvio que Hdaib tiene inclinación a desafiar tradiciones ancestrales, pero beber café durante un tórrido día de junio no tiene mucho que ver con desafiar al Islam. A un nivel más elemental, beber un templado café aguado e inhalar repetidamente el humo de un cigarrillo Kent tiene más que ver con ser libre.
Sometimes it feels like Jordan is an open air prison especially when you think of visiting the nearest countries to it. So you just avoid doing very basic rights like drinking water in public when it’s Ramadan [in order to] not to be jailed.
A veces Jordania parece una prisión al aire libre, especialmente cuando te planteas visitar los países cercanos. Así que, para evitar ser encarcelado, simplemente evitas hacer cosas tan simples como beber agua en público durante el Ramadán.
Recientemente, el Ministro de Interior de Jordania canceló la actuación prevista de la banda libanesa Mashrou’ Leila, lo que constituye la segunda ocasión en que el Gobierno toma esta decisión.
Los parlamentarios alineados con el Frente de Acción Islámica, la rama jordana de Hermanos Musulmanes, argumentaron que la orientación sexual del cantante principal de la banda (Hamed Sinno, abiertamente homosexual) era contraria a las normas tradicionales y culturales del país, y la razón principal para cancelar la actuación.
Dima Tahboub, parlamentaria y antigua portavoz de la coalición islámica, indicó a la CNN que la sexualidad del cantante era “exactamente” la razón por la se canceló la actuación.
Muchos han afirmado que el compromiso de la banda con la Primavera Árabe, los derechos humanos y la libertad de expresión para los árabes la convierte en una organización peligrosa, que amenaza la largamente consagrada legitimidad de los regímenes autoritarios en la región.
En una declaración pública, Mashrou Leila calificó al pueblo jordano de “progresistas simpatizantes de los derechos humanos” que permanecen comprometidos con el “pluralismo intelectual y cultural”. La declaración de la banda no es una simple afirmación retórica, es posible que refleje una realidad creciente en Jordania, tal y como muestra claramente el trabajo de Hdaib.
En 2016, Hdaib cuestionó las normas de género cuando representó lo que en su opinión eran las dificultades que atravesaban las mujeres árabes que habían tenido relaciones sexuales antes del matrimonio.
La imagen muestra el esqueleto de un mujer anónima que parece haber sido pisoteada y cuyos miembros se extienden a cada esquina del lienzo.
A su alrededor un mar rojo, que presuntamente refleja la sangre del incontable número de mujeres que han perdido la vida a manos de aquellos en los que se supone que deben confiar.
La práctica de ‘asesinatos de honor’ se ha incrementado en Jordania en años recientes o, al menos, aquella de la que hay registro.
Según el Observatorio de Derechos Humanos, no solo los asesinatos de honor alcanzaron un punto culminante en 2016 sino que, además, Jordania carece de la necesaria infraestructura institucional para proteger a las mujeres supervivientes de intento de asesinato o violencia doméstica.
Según una ley de prevención del crimen de 1954, las mujeres en peligro pueden ser “detenidas indefinidamente” y su liberación a menudo requiere de años de procedimientos burocráticos y declaraciones de la familia de que la mujer no va a estar en peligro.
La música de Hdaib también tiene muchos seguidores y ha obtenido la reputación de abordar sin tapujos cuestiones que durante mucho tiempo han sido consideradas tabú en el país. Lleno de referencias explícitas a la sexualidad, la libertad de expresión y la libertad en general, Hdaib niega que su trabajo sea político, aunque afirma que no puede separar su música de la política.
“Soy de Oriente Medio, fui alimentado con la política”, afirma.
En una canción titulada “Edward Sa’ed”, Hdaib aborda directamente el asunto de la identidad palestina. En “Lawla al 3aib” y en “Ghareeb”, el foco está en la pobreza. Y la lista de canciones sobre política no se detiene ahí.
En marzo de 2016, Hdaib publicó una canción titulada “Santandano”.
En esta canción, una frase se repite una y otra vez:
“Eres libre, y todo el mundo también es libre”.
La canción describe el mundo como un mercado en el que, en palabras de Hdaib, “puedes tomar lo que quieras”: religión o ateísmo, heterosexualidad u homosexualidad.
Afirma que casi nadie en Jordania habla de los derechos de los homosexuales, y que hasta 2014, se censuraba cualquier comentario a favor de la comunidad LGBTQ+.
En 2014, Hdaib ofreció una entrevista a Roya, popular programa de televisión jordano, y más tarde se encontró con que sus palabras habían sido tomadas fuera de contexto, distorsionadas y, en su opinión, censuradas.
“Lo publicaron en YouTube sin cortes, pero por televisión lo emitieron editado», afirma.
En la actualidad, Hdaib aboga abiertamente por los derechos de la comunidad árabe LGBTQ+ y afirma que la intolerancia contra la homosexualidad no es islámica.
Como ejemplo, menciona a Abu Nawas, el poeta del siglo VIII que es recordado hoy día por su homoerotismo.
Para Hdaib, si Abu Nawas, que llegó a trabajar para los califas, pudo escribir abiertamente sobre la homosexualidad en los siglos VIII y IX, ¿por qué no puede hacerlo cualquier jordano?
El problema, según Hdaib, no es Mashrou Leila o el hecho de que se cancelara el concierto.
Los ataques apoyados por la ley a la libertad de expresión, así como la obstrucción de voces progresistas, han sido algo recurrente en el reino hachemita.
En enero de 2017, el Departamento General de Inteligencia de Jordania arrestó a varios exfuncionarios gubernamentales y miembros del sindicato de profesores, por publicaciones en los medios sociales críticas con asuntos relacionados con la corrupción endémica en el país.
Para él, la cancelación del concierto es simplemente la punta del iceberg; el asunto de fondo sigue siendo que se produzcan cambios estructurales en la manera de pensar de la próxima generación de jordanos.
Para Hdaib, progreso es dar y tomar; Jordania se negó a acoger a Mashrou Leila por segunda vez consecutiva, pero el camino hacia el progreso, según él, está pavimentado con cambios internos, deliberados y lentos, cambios, afirma, que tienen lugar a diario en el corazón de la sociedad jordana.
Al final, como millones de árabes, Hdaib sueña con un mundo árabe libre de intervención extranjera. De Bagdad a Jerusalén, pasando por Damasco, Hdaib sueña no solo con llevar allí su trabajo, sino también, en sus propias palabras, con “experimentar la tierra”.
Quizás entonces, a través de la música, el arte y la literatura, y no con armas, bombas de racimo e imposiciones artificiales de democracia, la región, al menos así lo espera Hdaib, progresará hacia una apertura real y sustancial. Mientras tanto, Hdaib seguirá rapeando y, por extensión, resistiendo.
Este artículo fue posible gracias al Centro Pulitzer para el reportaje de crisis, del cual Aman es estudiante.