¿Por qué sigue siendo tan fuerte la sinofobia en Kazajistán?

Protestas contra China en Kazajistán. Fotografía de Daniyar Mussirov. Usada con autorización.

Este artículo lo escribió Beiimbet Moldagali para Vlast.kz. En Global Voices publicamos una versión editada bajo un acuerdo de colaboración entre ambos medios.  

La sinofobia en Kazajistán sigue fuerte y constante. Sus causas son mucho más profundas que simples prejuicios contra China. Una de las causas es la información inefectiva que las entidades gubernamentales dan al público, según indican los resultados de un estudio sobre la percepción de la presencia china en Kazajistán, realizado por el Centro de Investigación Paperlab en 2022 y presentado en julio de 2023.

De acuerdo con Ruslan Izimov, examinador del estudio, Kazajistán continua susceptible a la sinofobia. Izimov es un experto en China del Centro para el Estudio de China y Asia Central «Synopsis» en Almaty, Kazajistán. El 70% de los kazajos no cree que las inversiones chinas produzcan nuevos puestos de trabajo en el país, según la encuesta del barómetro de Asia Central de 2021. Esto resulta sorprendente dado que China es el segundo socio comercial más importante de Kazajistán y un gran inversionista en su economía.  En el vecino Uzbekistán, alrededor del 70% de la población «pone las esperanzas» en las inversiones chinas.

Las raíces del sentir contra China

La sinofobia en Kazajistán tiene varias peculiaridades, según Izimov. A pesar de los estrechos lazos económicos y comerciales, las relaciones con China tienen riesgos explícitos e implícitos que forman las bases de la sinofobia en la sociedad. Para Izimov, la imagen de China esta influenciada por la «imagen histórica», en parte por la propaganda soviética de las décadas de 1960 y de 1970, y el deterioro de las relaciones entre los países durante ese período.

La frontera con China sigue siendo una de las más protegidas incluso después de que Kazajistán se independizó en 1991. Esta situación cambió luego de que se estableció la Organización de Cooperación de Shanghái en 2001, que Kazajistán integra desde su creación.

Según Izimov, las protestas en contra de China en Kazajistán surgieron por los «campos de re educación» en Sinkiang y a la represión de la población musulmana local, los problemas demográficos y el rápido crecimiento de la participación china en el sector de materias primas de Kazajistán. Además, a esta situación se suma el aumento en la preocupación de que el país pueda convertirse en un apéndice de materias primas para China.

Protestas en el consulado Chino en Almaty. Fotografía de Almas Kaisar. Usada con autorización.

Izimov también resaltó las amenazas sistemáticas a largo plazo que refuerzan la sinofobia en Kazajistán, como el incremento en el uso del agua de los ríos transfronterizos del lado chino, que podría dañar el ambiente en las regiones centrales y orientales de Kazajistán.

Expectativas de ayuda y una comunicación deficiente

La Iniciativa de la Franja y de la Ruta emprendida por Xi Jinping hace diez años ha intensificado la sinofobia asociada a las actividades de las compañías chinas. La investigación de Paperlab está enfocada en tres proyectos: la refinería de petróleo de Taiynsha-may en la localidad de Ilyichevka al norte de Kazajistán, la planta de minería y procesado para enriquecer minerales de tungsteno de Boguty «tungsteno Zhetisu» en la localidad de Nura en la región de Almaty, y la granja de viento Zhanatas en la ciudad de Zhanatas, en Zhambyl. Estas últimas dos regiones están en el sureste.

La investigadora Victoria Nem destacó la importancia del entender el contexto social y económico de las regiones donde están las compañías para comprender los principales problemas de las comunidades locales y sus demandas.

En los tres asentamientos, los lugareños plantearon que cada vez hay menos tierra disponible para pastar por una distribución injusta y corrupta por parte de los Gobiernos locales, así como a las actividades de las compañías extranjeras que ocupan más y más tierras. Además, los encuestados mencionaron frecuentemente el problema de los servicios públicos, por ejemplo la irrigación y el agua potable, la calefacción, la electricidad, la condición deplorable del pavimento y el transporte. Según Nem, en las zonas rurales no existe infraestructura para el consumidor y a de salud pública, como hospitales y farmacias.

Los lugareños atribuyen estos problemas al desempeño poco satisfactorio de los cuerpos ejecutivos locales, la distribución inefectiva de los presupuestos, la inoperancia de los gobernantes rurales («akims») para tomar decisiones sin coordinación con los akims regionales y de otros distritos, y la corrupción.

En este contexto, los lugareños ven a un inversionista extranjero como una forma de resolver los problemas urgentes, aunque no esté dentro de la responsabilidad social empresarial. Esto crea la idea de que los inversionistas están obligados a resolver las necesidades sociales. Los inversionistas están abiertos a los lugareños y están preparados para dialogar y ayudar a mejorar las regiones. Sin embargo, el proceso de interacción entre los lugareños y el inversionista tiene la mediación del gobierno local.

Nem explica que los lugareños no suelen estar enterados de la asistencia que las compañías brindan. Por ejemplo, en la localidad de Ilyichevka, la empresa Taiynsha-may entregó casas para migrantes del sur y para los oandas (kazajos étnicos que migraron a Kazajistán desde otros lugares) que trabajaban en la planta, hicieron reparaciones en la escuela, dieron transporte para los estudiantes en invierno, construyeron un pozo para que el pueblo tuviera agua y trajeron un camión de bomberos, ahora el único en el pueblo.

“Los lugareños no tenían idea de la mayoría de las actividades sociales de la compañía. La empresa depende exclusivamente del Gobierno local en estos asuntos», dijo Nem.

La investigadora Anastassiya Reshetnyak asegura que los Gobiernos locales no suelen estar interesados en la imagen de los inversionistas extranjeros y que «están conformes una vez que se soluciona el problema». Las empresas a veces no informan al público, a pesar de ejecutar los consecuentes proyectos. Reshetnyak declaró que el proyecto Zhanatas es el campo eólico más eficiente del país, pero los lugareños no creen que las «turbinas de viento chinas» puedan ser «ecológicas».

Los lugareños suelen relacionar los problemas ambientales con el trabajo de las empresas chinas, según la investigadora Aliya Tlegenova. Añade además que estos proyectos están rodeados de mitos, y que la sinofobia suele manifestarse porque la información que circula a su alrededor es precipitada y limitada.

La falta de confianza en los organismos oficiales es un factor importante. Los investigadores lo vinculan con la limitada participación ciudadana, que se ve aún más perjudicada por lo difícil que resulta adquirir información a través de estos organismos, a pesar de la consagración de los derechos en la Convenio de Aarhus y el Código de Ambiente de Kazajistán.

Asimismo, además del derecho a la información, los ciudadanos pueden participar en audiencias públicas en las que pueden votar a favor o en contra de un proyecto, pero no suelen estar enterados o descubren demasiado tarde cuándo tienen lugar. A veces los entidades gubernamentales permiten que muy pocas personas participen y esto lleva la atención de problemas ambientales a cuestiones de justicia social.  Tlegenova dijo:

Local residents are confident that the main role of government agencies is to hide information about the harmful environmental impact of Chinese companies. While it is difficult to put pressure on local and central authorities for tighter control over enterprises, the main antagonists in the eyes of local residents become Chinese companies, which by default «have ulterior motives and vested interests.»

Los lugareños están seguros de que el papel principal de los organismos estatales es esconder información sobre el impacto ambiental negativo de las empresas chinas. Aunque es difícil poner la presión sobre las autoridades centrales y locales para un mayor control sobre estas empresas, los mayores antagonistas en los ojos de los habitantes son las empresas chinas, que por defecto «tienen segundas intenciones e intereses personales».

Reshetnyak está segura que el problema está en la gestión. Algunos organismos estatales están involucrados en decenas de proyectos de inversiones chinas, como la compañía nacional KazakhInvest, el Comité de Inversiones del Ministerio de Asuntos Exteriores, entre otros ministerios y Gobiernos locales. Sin embargo, los akims de los distritos rurales no suelen tener influencia sobre las empresas.

La investigadora argumenta que la narrativa que afirma que «las autoridades son sinófilas y los ciudadanos sinofóbicos» solo sirve como excusa para no divulgar información y resolver los problemas a puertas cerradas, a pesar de la creciente demanda de información de parte de la población.

Los investigadores creen que la sociedad puede sobreponerse a la sinofobia. Al asegurar la transparencia y la responsabilidad, el Gobierno podría negociar las decisiones sobre la asistencia y las inversiones con las comunidades locales.

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