En la capital del carnaval del Caribe, desfile de orgullo gay hace su debut

«El sentimiento de alegría recorre la ciudad donde nací y crecí, las mismas calles donde es aceptable año tras año, para miles de juerguistas marchar durante el jolgorio del carnaval». Fotografía: Maria Nunes. Usada con autorización.

Por Andre Bagoo

Todavía sonrío por lo ocurrido el sábado 28 de julio. Se hizo historia en Trinidad y Tobago con nuestro primer desfile de orgullo gay. Desde ese día estoy procesando la experiencia. El sentimiento de alegría recorrió la ciudad donde nací y crecí, las mismas calles donde es aceptable año tras año, para miles de juerguistas marchar durante el jolgorio del carnaval. ¿Qué fue diferente ese sábado? La diferencia fue que todos tuvimos una razón para marchar. Todos tuvimos una importante declaración que hacer. Tantos amigos de la comunidad LGBTI, algunos volvieron a Trinidad después de haber emigrado en búsqueda de una mejor calidad de vida en el extranjero, una vida donde están cubiertos por disposiciones básicas que los protegen de la discriminación en los lugares de trabajo, en el acceso a los servicios gubernamentales y donde son totalmente reconocidos como seres humanos igual que cualquier otro.

Muchos amigos me dijeron en privado que nunca pensaron que verían un desfile de orgullo gay en Trinidad y Tobago. Pude sentir su emoción cuando recordaron los años en este país, donde la comunidad LGBTI es objeto de discriminación a diario en los sitios más comunes, en la escuela, en casa, en la barbería, en el supermercado, en sus profesiones, en la iglesia, en el campo de juego y sí, sólo al caminar en la calle. El desfile del sábado 28 fue un momento de pura alegría y amor.

Desde entonces, he notado las reacciones de representantes religiosos. Uno describió el desfile como «preocupante». Otro insinuó que las minorías no deberían tener protección: «El país entero tiene derecho a determinar los valores que quiere promover». Todo esto se ha dicho con seriedad. Pero hubo más de los hombres sagrados. Un funcionario cuestionó si homosexuales nacen así. «No hay evidencia de que las personas sean homosexuales por naturaleza». Dijo que ser homosexual es una elección. Y bueno, la implicación natural es que todos los que marchamos el sábado estamos eligiendo nuestra subyugación.

Otro llegó a decir que los homosexuales se aislaban solos: «adoptan esta posición social y se aíslan en que todos están en su contra, pero lo que practican va contra las operaciones sociales normales». Parece que este representante sugiere que son los homosexuales quienes controlan las habitaciones de otros, quienes han dejado las leyes homofóbicas de la era colonial en los libros, quienes explícitamente han insertado una disposición en la ley antidiscriminación y se han autoeliminado de la protección del Estado. Esta es su versión de las «operaciones sociales normales».

Tengo novedades para estos críticos, y para quienes sienten que los homosexuales desembarcaron repentinamente de una nave espacial. Los homosexuales han existido por siglos. Pregúntenle a los cientos de millones que fueron perseguidos y masacrados por los nazis. Pregúntenle a Shakespeare y a los homosexuales que han estado en Trinidad mucho antes de ese sábado. Asegurar que somos un repentino producto extranjero es un acto de revisionismo tan intencionalmente ciego que es odioso.

Lo que realmente molesta a los líderes religiosos no es cualquier argumento simplista sobre biología (no importa si naciste o te hiciste homosexual, el hecho es que eres homosexual). Ni es sobre derechos religiosos (nadie busca cambiar su doctrina privada). Lo que molesta a estos líderes no es nada relacionado a algún principio inclinado a la oclocracia (de otra forma, sus propios miembros se levantarían en su contra y podrían recomendar cambios a las doctrinas atrasadas de la iglesia). Tampoco es alguna fidelidad a la Biblia (que les ha enseñado todo menos amor).

Lo que en verdad molesta a los líderes religiosos es el hecho de que en este país hay homosexuales y no estamos avergonzados.

Pueden quitarme el derecho a la igualdad usando cualquier sofisma fanático que quieran idear. Pero ¿saben lo que nunca me quitarán? Gracias a los organizadores del Festival de Artes de Trinidad y Tobago, nunca se llevarán mi orgullo de 2018.

Andre Bagoo es poeta y periodista trinitense. Su cuarta colección de poesía, The City of Dreadful Night, fue publicada en mayo de 2018. 

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