Retratros de exilio: Sholeh Pakravan, «soldada iraní de la justicia»

Sholeh Pakravan. Foto de Maryam Mirza, usada con autorización.

Esta historia es parte de una serie que narra las experiencias de mujeres iraníes en el extranjero que buscan libertad y muestran su resiliencia. La historia conmemora la trágica muerte de Mahsa Jina Amini, mujer kurda que perdió la vida a los 22 años en manos de la policía de la moral por no cubrir su cabello por completo. Este incidente inició protestas generalizadas en Irán, que persisten hasta ahora a pesar de la creciente represión del Gobierno.

Su nombre es Sholeh, que significa “llama” en farsi, símbolo de luz que arde e ilumina. Esta cualidad puede encontrarse en el corazón de una madre que perdió a su hija por un régimen opresivo. Sholeh Pakravan nació en 1964 en Kermanshah, al oeste de Irán, fue madre por primera vez a los 23 años y dio a luz a su primera hija Reyhaneh (Jabbari) en Teherán.

Sholeh, autodenominada “soldada de la justicia”, es esposa y madre de tres hijas y también fue actriz y directora de teatro hasta 2007. Sin embargo, todo cambió cuando un “megatsunami” la golpeó, y su hija de 19 años, Reyhaneh, fue arrestada por asesinar a Morteza Abdolali Sarbandi, extrabajador del Ministerio de Inteligencia que intentó violarla.

En enero de 2023, me reuní con Shole en un café en “der Wedding”, uno de los distritos de Berlín. Describió con amabilidad y confianza lo que pasó después del arresto. Reyhaneh mantuvo una calidez maternal durante toda la conversación: “teníamos miedo de todo y de todos, y al menos por una semana, salí siempre acompañada por mis dos hijas y mi marido”. Al principio confiaron y tuvieron plena fe en el sistema, la Policía y el Poder Judicial.

Sin embargo, las cosas cambiaron.

“During the seven years and four months that Reyhaneh was in prison, I got to know a new world,” said Sholeh. “My trust dwindled day by day. I came to realize that the judiciary wasn’t as fair as I had once believed, and I witnessed the police use torture as a tool.

Imagine this: one day, right outside the courtroom, I saw a prisoner being taken to court with broken and infected legs. It was as if I had been living in my dreams until that moment, and that there was no connection between my previous life and this reality.”

“Durante los siete años y cuatro meses que Reyhaneh estuvo en prisión, conocí un mundo nuevo”, relató Sholeh. “Mi confianza disminuía día a día. Me di cuenta de que el sistema judicial no era tan justo como creía, y fui testigo de cómo la Policía usa la tortura como una herramienta.

Imagina esto: un día, fuera del juzgado, vi que llevaban a un prisionero ante el tribunal con las piernas rotas e infectadas. Fue como si hubiera estado viviendo en mis sueños hasta ese momento, y no hubiera conexión alguna entre mi antigua vida y esta realidad”.

Durante aquellos años en los que la pena de muerte era una sombra sobre la vida de su hija, Sholeh se embarcó en la misión de apoyar a los prisioneros condenados a muerte. Visitó a las familias de las víctimas y luchó por indultos bajo la ley de Qisas, un precepto de la sharia que es parte del código penal iraní. Según esta ley, la familia de la víctima tiene la opción de elegir el perdón del culpable o buscar la retribución “del mismo modo” con un castigo equivalente al crimen. Sholeh vio esto como una oportunidad para aprender cómo abordar a la familia de un hombre por cuyo asesinato habían acusado a su hija.

Sin embargo, en 2014, a pesar de las grandes campañas dentro y fuera de Irán para impedir su inminente ejecución, Reyhaneh no pudo evitar su destino trágico y fue ejecutada en la prisión de Gohardasht.

En la película “Siete inviernos en Teherán”, que inauguró y ganó el Perspektive Deutsches Kino en el festival de cine Berlinale de 2023, hay una escena desgarradora que captura el devastador momento cuando Sholeh, fuera de la prisión, recibe la noticia de la ejecución de su hija.

Desde ese momento, los días y las noches se fundieron para Sholeh. Cuenta que durante las noches que siguieron a la muerte de su hija, permaneció despierta hasta el amanecer, que encontraba consuelo en fumar en el balcón. Tan pronto como oía el llamado a rezar (adhan) desde los altavoces de la mezquita del vecindario, entraba a su casa y dormía el resto de la mañana.

Inquebrantables lazos del sufrimiento

Una fuente de consuelo que salvó a Sholeh fue su vínculo con otras madres que habían sufrido la pérdida de seres queridos, ya sea por ejecuciones en prisiones o muertos en rebeliones. Entre esas madres estaba Shahnaz Akmali, cuyo hijo, Moustafa Karimbeigi, había sido víctima de las autoridades iraníes durante la rebelión de 2009. Sholeh reflexiona:

I realized that during the 1980s, the first decade after the Islamic revolution, thousands of political prisoners were executed within jail walls. It was during this time that I held the newborn Reyhaneh in my arms, and was lost in happiness. I was unaware that, in the same city, there were mothers who, in silent despair, pressed their faces into their pillows, weeping silently in fear of more trouble for their families. This ignorance didn’t just affect me; it resonated throughout society. I became connected to these mothers after Reyhaneh’s execution.

Me di cuenta de que durante la década de 1980, la primera década después de la revolución Islámica, miles de prisioneros políticos fueron ejecutados en las prisiones. Fue durante ese tiempo que sostuve a la recién nacida Reyhaneh en mis brazos, y estaba perdida de felicidad. Desconocía que en la misma ciudad, había madres que, en silenciosa desesperación, presionaban sus rostros en la almohada y lloraban en silencio por miedo a causar más problemas para sus familias. Esta ignorancia no me afectó solo a mi; resonó en toda la sociedad. Me conecté con estas madres luego de la ejecución de Reyhaneh.

Su vínculo con otras madres tuvo consecuencias. Primero, se le prohibió trabajar, y luego comenzó a recibir mensajes de excolegas que le pedían que abandonara sus actividades. Después, funcionario de inteligencia iraníes la citaron formalmente y la interrogaron. Durante este proceso, le dijeron que “sus otras dos hijas podrían simplemente morir en un accidente vehicular”, y quedó implícito que debía considerar a Reyhaneh parte del pasado y enfocarse en sus otras dos hijas.

El mensaje amenazante fue claro, pero Sholeh se mantuvo firme en su compromiso con el camino que había elegido luego de la ejecución de su hija. Sin embargo, en 2017, luego del arresto de Shahnaz Akmali, gran confidente de Shole, ella y su hija menor fueron sometidas a horas de interrogación en el aeropuerto antes de que les autorizaran salir de Teherán e ir a Estambul. Seis meses después, lograron salir de Estambul y llegar a Berlín.

Más allá de la retribución en la lucha de Irán

Ahora, más de cinco años después, se sienta frente a mi, explica las razones por las que mantiene cierta distancia de las protestas revolucionarias de “Zan, Zendegi, Azadi“. Expresa su preocupación por algunos de los lemas que usan los manifestantes, que parecen prometer retribución a las autoridades de la República Islámica de una forma que refleja las acciones de la República en sus 40 años de historia. Sholeh clarifica: “Ni siquiera busco la ejecución del líder de la República Islámica, Ali Khamenei, o aquellos responsables por la muerte de niños en las calles”.

Mientras contaba su dolor, Sholeh expresó su esperanza de que la “máquina de ejecución” se detenga pero que no busca venganza:

I will not forget or forgive those involved in torturing my daughter and taking her life, but I firmly believe execution perpetuates endless violence and must be stopped.

No olvidaré ni perdonaré a quienes torturaron y le quitaron la vida a mi hija, pero creo firmemente que la ejecución perpetúa una violencia infinita que debe detenerse.

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