Carnaval uruguayo: ¿el más largo del mundo?

Un grupo de Murga actuando con motivo de la toma de posesión del presidente Tabaré Vázquez, Montevideo, 2 de marzo de 2005. Foto por Marcello Casal. Licencia abierta.

Es febrero de 1994 en una noche calurosa de Montevideo. Felipe Fernández, un niño de seis años, corre y juega entre los asientos del Teatro de Verano, el principal anfiteatro de la capital uruguaya. Su padre es periodista especializado en Carnaval por lo que las melodías y las letras entraron en su vida sin que tenga recuerdos de cuando lo hicieron.

En marzo terminó el Carnaval montevideano, el más largo del mundo, y nadie mejor que él —hoy periodista afincado en Abu Dabi— para que nos cuente en qué consiste esta práctica cultural tan arraigada en este país sudamericano.

Juan Manuel Montoro (JMM): ¿Por qué se dice que el Carnaval de Montevideo es el más largo del mundo?

Felipe Fernández (FF): Porque implica cuarenta noches de concurso oficial en el que cuarenta compañías teatrales recorren todos los barrios de la ciudad. Se ensaya durante siete meses y en esas cuarenta noches se exhiben tanto en teatros comerciales de dos mil a tres mil personas, como en tablados improvisados que pueden usar la parte de atrás de un camión como escenario.

En muchos casos es interesante que para muchas personas de los barrios periféricos, esas son las únicas actuaciones que verán en vivo en sus barrios en el año. El Carnaval tiene un poder de penetración impresionante porque hablamos de zonas de la ciudad con una oferta cultural muy reducida.

El concurso en sí va en paralelo a toda esta recorrida y se desarrolla en el Teatro de Verano.

JMM: ¿Cómo es el sistema de categorías de esas representaciones teatrales?

FF: Hay cinco categorías, que se dividen así:

Murga: Es la más importante y consiste en canto y letra. Se desarrolla en 45 minutos con melodías que suelen ser preexistentes. Aquí se valora mucho lo poético. El espectáculo empieza con un repaso crítico del año —este año, por ejemplo, la ganadora fue sobre las abejas y la sed porque se habló de la sequía que hubo en el país en 2023.

Comparsas: Son comedias musicales basadas en el candombe. Hay seis tambores en escena y una banda musical. Todas las músicas son originales y cuentan una historia que puede no relacionarse con los temas de agenda. La ganadora de este año fue sobre una familia en la que una hija quería buscar a su padre a quien no conocía.

Revistas: Se emparentan al teatro de revistas de Buenos Aires en el que se destaca el baile. Son coreografías con momentos de actuación, como un musical.

Humoristas: Es una categoría en la que debe predominar el humor y todo lo demás es secundario, con temática libre. El reglamento no plantea cómo debe ser.

Parodistas: Es una de las categorías más identitarias del Carnaval uruguayo. Yo no he encontrado un equivalente en otros carnavales. Son conjuntos que deben parodiar una manifestación cultural dada, como un libro, una película, un hecho determinado. Hay una apertura de telón muy espectacular, muy buen vestuario y muy buenos cantantes. Consiste en dos parodias enlazadas. Este año ganaron Los Zíngaros con una parodia primero de la película Tutsi y el segundo un homenaje a su fundador, Pinocho Sosa, fallecido hace dos años.

JMM: ¿Cuáles son los orígenes de la murga y el Carnaval montevideano?

FF: La murga uruguaya es resultado de una comparsa artística de Cádiz (en Andalucía, España) que llega a principios del siglo XX en una gira sudamericana y que por algún motivo se tiene que quedar un tiempo. Entonces se forma La Gaditana Que Se Va. En Uruguay evoluciona de forma distinta porque reúne poesía, humor y crítica.

Al principio la murga uruguaya tocaba temas más costumbristas. Le cantaban a cosas mundanas como el colchón. Con la llegada y salida de la dictadura (1973–1985) se empezó a incorporar gente del teatro que empezó a transformarla. A eso se le suma la creación de murgas jóvenes con un perfil más universitario. Sin dejar de ser popular, empezó a tratar temas con otro nivel de abstracción: cantarle al ser humano, a la democracia.

JMM: ¿Cómo funciona la ideologización de las murgas, que suelen estar identificadas con la izquierda?

FF: Las murgas no son de derechas y, por eso, se da esa discusión sobre si son o no la voz del pueblo. Con la fundación del Frente Amplio (NdR: coalición orgánica de izquierdas en Uruguay) en 1971 empiezan a identificarse más, incluso muchas de las críticas son a los propios gobiernos del Frente Amplio (20052020) por no ser «suficientemente de izquierdas». De todos modos, no hay que olvidarse de que hasta hace pocas décadas la Intendencia de Montevideo, que es quien organiza el espectáculo, solía ser del Partido Colorado (partido tradicional de centro, centroderechas y derechas) y esos mismos gobiernos apoyaron históricamente a las murgas como espectáculo popular. También hay políticos que no son de izquierdas que son muy carnavaleros, como Jorge Gandini (del Partido Nacional, partido conservador liberal que hoy lidera la coalición de gobierno).

Una idea muy instalada entre los libretistas más exitosos es no caer en el panfleto ni rezongar a las personas por lo que votaron. Quizás sí a través de la ironía y la sátira, pero no como una bajada de línea.

JMM: Los uruguayos decimos que somos grises y aburridos. Sin embargo, nos jactamos de tener el Carnaval que tenemos. ¿Cómo son compatibles esas dos cosas?

FF: Andrés Alba es un investigador que dice que la catarsis murguera es discursiva, no es de los cuerpos. En otros carnavales del mundo la diversión pasa por el desenfreno, aquí no. Quizá antes sí, porque había guerras de agua y comparsas barriales, pero fíjate que al carnavalero no le gusta el desfile inaugural de Carnaval porque el nuestro es un carnaval de teatro.

Cuando pensamos en Carnaval en Uruguay pensamos en algo muy distinto al Sambódromo de Río de Janeiro, a Venecia con sus máscaras o al Mardi Gras en Nueva Orléans. Lo más parecido a eso es lo que llamamos el Desfile de las Llamadas que sí tiene un origen histórico relacionado a la liberación de los esclavos durante dos días al año en el que podían vestirse con las ropas de los amos.

JMM: ¿Cómo funciona la fanaticada en el Carnaval montevideano?

FF: El Carnaval montevideano tiene algo muy particular que lo hermana al fútbol. Marcel Keoroglian, un actor y figura clave del Carnaval, siempre dice que no conoce otra actividad artística en la que antes de empezar la función se oigan gritos de “¡Vamos a meter, vamos a dejar la vida!”. Todo eso pasa antes de subirse a un escenario a concursar. Eso también se traslada a las rivalidades que hay entre distintos conjuntos.

Pero esto también ha cambiado porque las ciudades han ido cambiando: ahora hay una reglamentación de ruidos molestos que han alejado a las murgas de los barrios. Entonces ya no ensayan donde quieren, sino donde pueden. También hay identificaciones profesionales: Los Diablos Verdes son de La Teja y estaban muy emparentados con el sindicato del vidrio. También hay conjuntos grandes que trascienden a los barrios como Agarrate Catalina, que tienen hinchas de toda la ciudad y, a escala, es como si fueran Nacional o Peñarol en fútbol.

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