La frontera colombiano-venezolana es una belleza majestuosa de dos caras, que carga con el peso del prolongado conflicto armado en Colombia, el masivo tráfico de drogas y los grupos armados ilegales que entran y salen de ambos países como si no hubiera controles de inmigraciones a la manera europea. Las palmeras y la falsa calma que pueden aparecer en el camino de Cúcuta a San Cristóbal a las siete de la mañana pueden dar una idea equivocada y pensar que es una tierra pacífica.
Jonathan Pfaehler narra su experiencia de cruzar la frontera Colombia-Venezuela en un post que escribió como invitado en el blog Caracas Chronicles [en].