Eduardo Galeano. Foto del usuario de Flickr Mariela De Marchi Moyano. CC BY-SA 2.0
Este artículo se publicó primero en TomDispatch y fue republicado por NACLA antes del fallecimiento de Eduardo Galeano el pasado lunes.
Eduardo Galeano es uno de los escritores latinoamericanos más importantes. Es el autor de Las venas abiertas de América Latina, la trilogía Memoria del fuego, Espejos, y muchas obras más. De su libro Los hijos de los días (Biblioteca Eduardo Galeano) mostramos a continuación una serie de fragmentos. Recibió muchos premios internacionales, incluidos el primer Lannan Prize por la libertad cultural, el American Book Award y el premio Casa de las Américas.
Mark Fried es el traductor al inglés de siete de sus libros, incluido Los hijos de los días. También ha traducido, entre otras obras, Cocuyo de Severo Sarduy. Reside en Ottawa, Canadá.
El zapato
(Enero 15)
En 1919, la revolucionaria Rosa Luxemburgo fue asesinada en Berlín.
Los asesinos la rompieron a golpes de fusil y la arrojaron a las aguas de un canal.
En el camino, ella perdió un zapato.
Alguna mano recogió ese zapato, tirado en el barro.
Rosa quería un mundo donde la justicia no fuera sacrificada en nombre de la libertad, ni la libertad fuera sacrificada en nombre de la justicia.
Cada día, alguna mano recoge esa bandera.
Tirada en el barro, como el zapato.
El festejo que no fue
(Febrero 17)
Los peones de los campos de la Patagonia argentina se habían alzado en huelga, contra los salarios cortísimos y las jornadas larguísimas, y el ejército se ocupó de restablecer el orden.
Fusilar cansa. En esta noche de 1922, los soldados, exhaustos de tanto matar, fueron al prostíbulo del puerto
San Julián, a recibir su merecida recompensa.
Pero las cinco mujeres que allí trabajaban les cerraron la puerta en las narices y los corrieron al grito de asesinos, asesinos, fuera de aquí…
Osvaldo Bayer ha guardado sus nombres. Ellas se llamaban Consuelo García, Angela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster.
Las putas. Las dignas.
Sacrílegas
(Junio 9)
En el año 1901, Elisa Sánchez y Marcela Gracia con trajeron matrimonio en la iglesia de San Jorge, en la ciudad gallega de A Coruña.
Elisa y Marcela se amaban a escondidas. Para normalizar la situación, con boda, sacerdote, acta y foto, hubo que inventar un marido: Elisa se convirtió en Mario, vistió ropa de caballero, se recortó el pelo y habló con otra voz.
Después, cuando se supo, los periódicos de toda España pusieron el grito en el cielo ante este escándalo asquerosísimo, esta inmoralidad desvergonzada, y aprovecharon tan lamentable ocasión para vender como nunca, mientras la Iglesia, engañada en su buena fe, denunciaba a la policía el sacrilegio cometido.
Y la cacería se desató. Elisa y Marcela huyeron a Portugal.
En Oporto las metieron presas. Cuando escaparon de la cárcel, cambiaron sus nombres y se echaron a la mar.
En la ciudad de Buenos Aires se perdió la pista de las fugitivas.
El derecho a la valentía
(Agosto 13)
En 1816, el gobierno de Buenos Aires otorgó el grado de teniente coronel a Juana Azurduy, en virtud de su varonil esfuerzo.
En la guerra de la independencia, ella había encabezado a los guerrilleros que arrancaron el cerro de Potosí de manos españolas.
Las mujeres tenían prohibido meterse en los masculinos asuntos de la guerra, pero los oficiales machos no tenían más remedio que admirar el viril coraje de esta mujer.
Al cabo de mucho galopar, cuando ya la guerra había matado a su marido y a cinco de sus seis hijos, también Juana murió. Murió en la pobreza, pobre entre los pobres, y fue arrojada a la fosa común.
Casi dos siglos después, el gobierno argentino, presidido por una mujer, la ascendió al grado de generala del ejército, en homenaje a su femenina valentía.
Libertadoras mexicanas
(Setiembre 17)
Y se acabó la fiesta del Centenario, y toda esa fulgurante basura fue barrida.
Y estalló la revolución.
La historia recuerda a los jefes revolucionarios, Zapata, Villa y otros machos machos. Las mujeres, que en silencio vivieron, al olvido se fueron.
Algunas pocas guerreras se negaron a ser borradas: Juana Ramona, la Tigresa, que tomó varias ciudades por asalto;
Carmen Vélez, la Generala, que dirigió a trescientos hombres;
Angela Jiménez, maestra en dinamitas, que decía ser Angel Jiménez;
Encarnación Mares, que se cortó las trenzas y llegó a subteniente escondiéndose bajo el ala del sombrerote, para que no se me vea la mujer en los ojos;
Amelia Robles, que tuvo que ser Amelio, y llegó a coronel;
Petra Ruiz, que tuvo que ser Pedro, la que más balas echó para abrir las puertas de la ciudad de México;
Rosa Bobadilla, hembra que se negó a ser hombre y con su nombre peleó más de cien batallas;
y María Quinteras, que había pactado con el Diablo y ni una sola batalla perdió. Los hombres obedecían sus órdenes. Entre ellos, su marido.
La mamá de los periodistas
(Noviembre 14)
En la mañana de hoy de 1889, Nellie Bly emprendió su viaje.
Julio Verne no creía que esta mujercita linda pudiera dar la vuelta al mundo, ella sola, en menos de ochenta días.
Pero Nellie abrazó el planeta en setenta y dos días, mientras iba publicando, crónica tras crónica, lo que veía y vivía.
Este no era el primer desafío de la joven periodista, ni fue el último.
Para escribir sobre México, se mexicanizó tanto que el gobierno de México, asustado, la expulsó.
Para escribir sobre las fábricas, trabajó de obrera.
Para escribir sobre las cárceles, se hizo arrestar por robo.
Para escribir sobre los manicomios, simuló locura, y tan bien actuó que los médicos la declararon loca de remate; y así pudo denunciar los tratamientos psiquiátricos que padeció, capaces de volver loca a cualquiera.
Cuando Nellie tenía veinte años, en Pittsburgh, el periodismo era cosa de hombres.
En aquel entonces, ella cometió la insolencia de publicar sus primeras crónicas.
Treinta años después publicó las últimas, esquivando balas en la línea de fuego de la primera guerra mundial.
Día contra la violencia doméstica
(Noviembre 25)
En la selva del Alto Paraná, las mariposas más lindas se salvan exhibiéndose. Despliegan sus alas negras, alegradas a pinceladas rojas o amarillas, y de flor en flor aletean sin la menor preocupación. Al cabo de miles y miles de años de experiencia, sus enemigos han aprendido que esas mariposas contienen veneno. Las arañas, las avispas, las lagartijas, las moscas y los murciélagos miran de lejos, a prudente distancia.
El 25 de noviembre de 1960, tres militantes contra la dictadura del generalísimo Trujillo fueron apaleadas y arrojadas a un abismo en la República Dominicana. Eran las hermanas Mirabal. Eran las más lindas, las llamaban mariposas.
En su memoria, en memoria de su belleza incomible, hoy es el Día mundial contra la violencia doméstica. O sea: contra la violencia de los trujillitos que ejercen la dictadura dentro de cada casa.
El arte de vivir
(Diciembre 9)
En 1986, el Nobel de Medicina fue para Rita Levi Montalcini.
En tiempos difíciles, durante la dictadura de Mussolini, Rita había estudiado las fibras nerviosas, a escondidas, en un laboratorio improvisado en algún rincón de su casa.
Años después, tras mucho trabajar, esta tenaz detective de los misterios de la vida descubrió la proteína que se ocupa de multiplicar las células humanas, y recibió el Nobel.
Ya rondaba los ochenta años, y decía:
—El cuerpo se me arruga, pero el cerebro no. Cuando sea incapaz de pensar, sólo quiero que me ayuden a morir con dignidad.