Los convenientes usos de la doctrina del “Extraño Enemigo” de México

Frontera entre Estados Unidos y México. Foto de Pixabay, dominio público.

Hay una línea en el himno nacional mexicano que está inserta en la memoria de millones de mexicanos y que, me parece, sería un nombre apropiado para la manipulación de información del gobierno mexicano. Dice:

Mas si osare un extraño enemigo, profanar con su planta tu suelo/Piensa ¡oh patria, querida! que el cielo, un soldado en cada hijo te dio.

Para muchos mexicanos, las palabras del himno nacional son difíciles de entender. Muchos mezclan «mas si osare», las primeras tres palabras de la línea, y lo convierten en “Masiosare”, y creen que es el nombre del “enemigo extranjero”, el invasor que debe ser repelido. Creo que a estas personas se dirige esta estrategia gubernamental ejecutada de manera impecable.

Me refiero, claro, a un conjunto de acciones dirigidas a encauzar la opinión de personas. Se trata de una forma de convencer al vulgo de que no hay nada más que exigirle al gobierno mexicano –a la administración del priísta Peña Nieto, para ponerlo con toda claridad– por lo que resta del sexenio, que termina en noviembre de 2018.

El “extraño enemigo” no fue nada difícil de encontrar. Hoy el villano favorito del mundo occidental es un individuo senil de bronceado permanente y cabello dorado que acusa unas retadoras canas. El hombre que es nada menos que el inquilino de la Casa Blanca y líder del gobierno de Estados Unidos.

La doctrina, antes de ser impartida a los destinatarios, vino acompañada de su respectivo shock therapy, y de varios meses de magnificar el discurso del pánico previo a la jornada electoral de noviembre de 2016 en los Estados Unidos de América. En la víspera, la terapia ya había surtido efectos: los destinatarios de la doctrina, es decir, la mayoría de los mexicanos, estaban resignados a pagar más pesos por un dólar estadounidense, a despedirse de sus esperanzas de alcanzar el llamado sueño americano y a enfrentar una crisis económica de esas que el Partido Revolucionario Institucional, el PRI, el partido de Enrique Peña, recetó al pueblo una y otra vez sin recato durante el siglo pasado.

¿El culpable de todos los males? El déspota, el tirano, el malvado gobernante ¡al otro lado de la frontera! Y ¿de este lado? ¿nadie exigirá que el presidente Peña, Luis Videgaray, secretario de Relaciones Exteriores de México, y José Meade, dos veces secretario de Hacienda y Crédito Público, y sus equipos rindan cuentas por no haber “preparado el terreno”, por haber dejado a México a merced del villano?

¿Qué hay de sus antecesores? ¿qué hicieron ellos para evitar que millones de mexicanos migraran a Estados Unidos de América porque en México no tenían –y siguen sin tener– esperanza alguna de vivir una vida digna? ¿Van a rendir cuentas por ello, por su incapacidad de construir un Estado que garantizara los derechos fundamentales de cada uno de los que se vieron obligados a cruzar la frontera?

Unos han tenido el descaro de ir a los Estados Unidos de América, como el gobernador Graco Ramírez, o el Secretario de Relaciones Exteriores Jorge Castañeda a decirle a las personas que tuvieron que migrar, que su país los va a apoyar. ¿Cómo exactamente? Si justo su país les dio la espalda y por eso tuvieron que salir. Además, ellos no tienen interés de regresar sino de permanecer en el lugar que identifican como su hogar, ¿puede usted culparlos por eso?

Con el auge del “extraño enemigo”, los «no extraños» –los ciudadanos comunes y corrientes– olvidaron a los conocidísimos pillos como el exgobernador Javier Duarte, y a quienes les permitieron escapar. También a todos los interesados en mantener un sistema de justicia corrupto y putrefacto, incapaz de hacer que los antisociales respondan por sus ofensas.

Hoy las masas no los identifican como los culpables de la inmundicia en que vivimos, hoy se piensa en alguien más, alguien sí, virtualmente intocable por nuestros mecanismos de control… conveniente ¿no?

Y con este artículo, invito a los lectores mexicanos a que continúen informándose, preferiblemente a través de medios independientes. A que tiendan una mano a los desafortunados destinatarios de la doctrina en cuestión y a que centremos todos nuestros esfuerzos en exigir –a través de los mecanismos legales– un mejor gobierno aquí, en el lado de la frontera que nos corresponde.

Un versión de este ensayo se publicó originalmente en Mexican Times.

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