Un año después: Por qué las purgas en Turquía estuvieron siempre en curso

Acción de manifestantes durante las protestas nocturnas en el parque Gezi el 15 de junio de 2013. Foto de Mstyslav Chernov.

Cuando se trata de Turquía, los representantes de la Unión Europea —ayudados y alentados por los liberales turcos del partido Justicia y Desarrollo (AKP) de quienes tenían una idea equivocada desde el comienzo— están en negación y sorpresa. Su aflicción viene de la idea de que antes de 2013, el gobierno conservador dirigido por Recep Tayyip Erdogan estaba llevando al país por un camino de esperanza y democracia. Por supuesto, ese no fue nunca el caso.

Ciertamente, en los últimos cuatro años, Turquía ha estado atrapado en un círculo vicioso de autoritarismo. En ese tiempo, las medidas represivas del Gobierno incitaron la lucha interna dentro del Estado turco y ampliaron la resistencia al gobierno de AKP, y llegaron a definir el país a los ojos de los medios internacionales.

Ahora que se cumplió un año desde que oficiales militares llevaron a cabo un cruento intento frustrado de golpe, un sitio web que registró la posterior purga gubernamental afirma que más de 100,000 maestros, funcionarios civiles, oficiales del Ejército y jueces han sido destituidos de sus puestos, por supuestas conexiones con el fallido golpe.

Con esos antecedentes, tal vez la nostalgia por la era previa a 2013 es inevitable.

En las reuniones a las que he asistido, representantes de actores europeos no estatales, en particular, está dispuestos a lamentar este periodo. Según su enfoque, el periodista de investigación Ahmet Şık nunca fue encarcelado antes de 2013 por escribir un libro sobre el antiguo aliado de Erdogan, Fethullah Gulen; y el movimiento político kurdo nunca fue reprimido ni los secularistas y socialistas cayeron víctimas de conspiraciones gubernamentales.

Su conclusión es tan simple como infundada: todo fue maravilloso antes de 2013, y aun así, algo no salió bien.

‘Los fuertes hacen lo que quieren’

Otros prevén rastros de muchas tendencias posteriores a 2013 en el periodo posterior a 2006. Durante esa época, la institutionalización de la injusticia que ha sido visible desde el inicio del periodo de AKP en 2002 reunió fuerza, mientras los controles al Gobierno desaparecieron gradualmente a medida que el AKP cimentaba control sobre más y más facetas de la vida pública.

El discurso de AKP fue socialmente conservador, pero al mismo tiempo contra el sistema y populista; se comprometieron a disminuir el poder del Ejército, y describieron la política progresiva como la raíz de la mayor parte de los problemas del país.

Al mismo tiempo, el partido comenzó a debilitar a esas instituciones en Turquía —sobre todo medios y sociedad civil— que ofrecieron material a la propia idea de democracia turca.

Mientras esto ocurría, la Unión Europea, que durante tanto tiempo ha endulzado a Turquía con integrarse al club, se quedó pasiva. Las instituciones financieras internacionales muy involucradas en el país aplaudieron al Gobierno como facilitador de un fuerte crecimiento económico.

Una visión optimista del país fue reforzada por un grupo de serios intelectuales, de los cuales algunos están en prisión. Trágicamente no lograron predecir los desequilibrios causados por el llamado proceso de democratización, que no fue nada más que el gobierno de la mayoría de AKP.

El indicador de Gezi

En 2013, los fallos de la democracia turca con AKP fueron muy claros para los observadores dentro y fuera de Turquía. En mayo de ese años, las frustraciones en torno a presunta corrupción en el gobierno de AKP, y la creciente intolerancia de Erdogan a la oposición de sus políticas llegaron a su punto máximo durante las protestas juveniles del parque Gezi en Estambul. Al menos 22 personas murieron cuando la policía recurrió al uso de la fuerza e hizo cerca de 5,000 arrestos.

Incluso antes, hubo señales de que el creciente control de AKP sobre la sociedad podría causar conflicto. La aparente obsesión del Gobierno con la biopolítica sugirió un deseo de que las familias del país encajaran en su propia imagen tradicionalista. Un referéndum de 2010 que el partido ganó rediseñó la rama legislativa de tal manera como para impulsar las facultades de la facción de gobierno y relajar controles sobre el Parlamento.

Un sistema de justicia que se deteriora rápidamente, una oposición débil y dividida y destucción de la prensa libre, todos son legados del gobierno de AKP que empezaron hace 15 años, no en 2013.

El 16 de abril, Erdogan y AKP vencieron en un reñido referéndum donde a los electores turcos se les pidió votar por el aumento de facultades presidenciales. Se llevó a cabo en un estado de emergencia que ha estado vigente deasde el fallido intento de golpe —un año y sigue.

Un sinfín de violaciones sugieren que las elecciones turcas son otra institución democrática más que está en proceso de deterioro. Ahora, el presidente puede disolver el Parlamento y designar ministros y otros importantes funcionarios sin un proceso de veto.

Puede designar a todos los principales jueces, convocar más referéndums, declarar situaciones de emergencia como la que hay en Turquía el intento de golpe y emitir decretos con fuerza de ley. Las enmiendas señalaron el fin de la república parlamentaria de Turquía.

Lo que ocurrió en Turquía es una tragedia, que empeora por el hecho de que las voces más ruidosas en el coro dijeron cosas equivocadas en un mal momento. La oposición turca tiene parte de la culpa, por no poder unirse en momentos claves cuando AKP ha presentado claras amenazas a la existencia de la oposición. La otra parte culpable es la élite internacional que ignoró las injusticias que ocurrían en Turquía tanto como pudieron, que pregonaron reiteradamente una historia de éxito que tenía todos los ingredientes del fracaso.

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