Cómo los medios opositores turcos fortalecen a Erdoğan

Imagen de Arzu Geybullayeva

La complicidad en perpetuar el gobierno autoritario tiene muchas caras. La gobernabilidad no democrática está respaldada por los políticos y las grandes empresas, así como por un ecosistema mediático y un electorado que se siente sinceramente atraído por políticas autoritarias. En el caso de Turquía, se aplica todo lo anterior. Esto ha allanado el camino para que el presidente Recep Tayyip Erdoğan transforme Turquía en una distopía intolerante. De las clasificaciones de Freedom House al análisis en profundidad, se puede decir con relativa claridad que Turquía ha eliminado toda pretensión de defender la gobernabilidad democrática.

Pero el presidente Erdoğan y su gobierno no son los únicos actores que ayudan a desmembrar la democracia del país. Gran parte del peligro proviene de los propios círculos que más desprecian su régimen. Los remanentes de los críticos de Turquía se niegan rotundamente a desafiarlo en maneras que podrían socavar la agenda despótica de Erdoğan. Evitan hacer que el régimen rinda cuentas de todas las formas que importan. Esto le da a Erdoğan espacio para difundir narrativas que se convierten en políticas gubernamentales, que, a su vez, ayudan a normalizar el gobierno autocrático. En última instancia, el fracaso de los líderes de opinión de Turquía, en condiciones de ayudar a formar y motivar a la opinión pública para adoptar una posición contra el régimen cleptocrático de Erdoğan, ha ayudado a asegurar su longevidad.

No cuestionar a Erdoğan no es exclusivo de los medios. El miedo al Gobierno es generalizado y nadie quiere perder su trabajo ni ir a la cárcel por atreverse a criticar a Erdoğan. La acusación de «Feto'cu» es un buen ejemplo. Erdoğan creó la etiqueta Feto'cu a raíz del intento de golpe de Estado del movimiento Gülen en 2016. Feto, acrónimo de «Fetullah Gülen Teror Orgutu» (Organización terrorista Fetullah Gülen), lo utilizan con frecuencia simpatizantes y partidarios del Gobierno para empañar la reputación y la posición social de los críticos. Una acusación puede desencadenar una investigación policial, lo que puede resultar en perder el trabajo o incluso en la cárcel. Desde el fallido intento de golpe de Estado, esta calificación se ha convertido en un mecanismo eficaz en manos del régimen de Erdoğan para silenciar a los ciudadanos de a pie. Como resultado, muy pocos en la Turquía actual están dispuestos a criticar públicamente o siquiera en privado a Erdoğan. Los ciudadanos comunes y corrientes tienen miedo hasta de publicar o reproducir contenido en las redes sociales, ya que la Policía ha detenido a miles, incluso por el simple hecho de publicar una representación cómica de Erdoğan.

Por otro lado, a quienes tienen reconocimiento público y tienen el potencial de moldear y motivar a la opinión pública se les castiga rutinariamente. El caso de Osman Kavala, respetado filántropo y activista de derechos humanos, sirve bien como ejemplo. A Kavala lo arrestaron, acusaron y posteriormente encarcelaron de por vida tras una serie de farsa de juicios. Un destino similar tuvo el miembro del Partido de los Trabajadores de Turquía (TIP), Can Atalay, elegido diputado en mayo de 2023. Atalay fue encarcelado en abril de 2022 y condenado a 18 años de prisión por las protestas del parque Gezi acusado de “ayudar a derrocar al Gobierno».

Los funcionarios han logrado usar a personas influyentes como ejemplo para disuadir a sus pares de reprender a Erdoğan.

No queda nadie para enfrentar a Erdoğan

En lugar de una prensa vibrante y crítica, que puede informar y exponer la corrupción, las actividades ilícitas y el abuso de poder del régimen, existe una cultura de autocensura, en que la gente modera sus críticas al Gobierno y su dirigencia. Hay una renuencia activa a informar sobre temas delicados y hacer preguntas difíciles que son vitales para el interés público. Las elecciones locales programadas para el 31 de marzo, fueron un buen ejemplo. Los principales medios y los comentaristas informaron de los acontecimientos relacionados con las elecciones como si se tratara de una carrera de caballos rutinaria entre candidatos que compiten en un entorno de medios libre y justo, todo en una Turquía democrática en la que el resultado no está predeterminado.

La realidad es muy diferente: casi no se informa de varias personas, desde gobernadores provinciales y distritales (burócratas no electos) hasta oficiales militares y funcionarios públicos, que respaldan a los candidatos del Partido Justicia y Desarrollo de Erdoğan que postulaban a un cargo en esta carrera. Esto es ilegal según la ley 298 e implica a funcionarios estatales que participan en activismo político.

Del mismo modo, no se informa, o se informa poco, del tiempo de emisión desigual dedicado a los candidatos. La emisora estatal TRT, financiada por los contribuyentes, ha dedicado más de 40 horas a los candidatos del AKP y menos de 30 minutos a toda la oposición política. Esto también es una violación de la ley 5767, que obliga a la emisora estatal a ser imparcial e independiente. Mientras tanto, el RTUK, ardiente regulador estatal conocido por censurar y regular el contenido de las noticias, guarda silencio.

La elaboración de perfiles de los candidatos del AKP antes de las elecciones, también es problemática. Murat Kurum del AKP, que postula para destituir a Ekrem İmamoğlu, actual alcalde de Estambul del Partido Republicano del Pueblo (CHP), es un ejemplo. Kurum, que se desempeñó como ministro de Ambiente, enfrenta numerosas acusaciones sobre las decisiones que tomó durante su tiempo como ministro. En febrero de 2024, el exministro fue criticado por autorizar una licencia de operación de una mina de oro que tuvo un deslizamiento de tierra en el que murieron nueve trabajadores. Durante su periodo como ministro, Kurum aprobó un informe de evaluación de impacto ambiental a pesar de las advertencias de los expertos sobre los posibles riesgos de deslizamiento y resbalones en las instalaciones mineras. Pero de estas y otras acusaciones no se informan con suficiente claridad o frecuencia a los votantes antes de la votación. Por otro lado, si el candidato opositor y actual alcalde de Estambul, İmamoğlu, tuviera algo que ocultar, la prensa se apresuraría a revelarlo. El impacto de la información sobre el proceso es altamente destructivo, por no mencionar la magnitud de la desinformativos sobre los candidatos de oposición.

Esta práctica de no cuestionar las acciones pasadas de los candidatos del AKP también se dio durante las elecciones generales de mayo de 2023. En ese momento, prácticamente ningún medio cuestionó seriamente la legitimidad del presidente Erdoğan para postular al cargo. La Constitución establece que el presidente sea graduado universitario. Erdoğan no lo es. Con excepción de algunos informes de noticias, hubo cobertura limitada de este matiz, que tenía el potencial de designar a Erdoğan como candidato ilegítimo en las elecciones generales de mayo, y en todo su tiempo como presidente, desde 2014.

El ambiente lleno de temor, impunidad e intimidación contra los críticos deja poco espacio, si es que deja espacio, para cuestionar la legitimidad del Gobierno, y también otras cuestiones. El discurso en torno al terrorismo, por ejemplo, se centra exclusivamente en la cuestión kurda. Se informa mucho sobre la acción militar contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), señalado como organización terrorista en Turquía y por sus aliados occidentales, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea. En Turquía no se explica por qué el Gobierno apoya activa y materialmente a Hamás y a ISIS. Hay un cuerpo de investigación y escritos que demuestran claramente la complicidad de Ankara en acoger a Hamas en suelo turco, permitir transferencias financieras a la organización en Gaza y defender activamente a sus líderes con pasaportes turcos. En 2016, el veterano periodista de investigación Can Dundar fue sentenciado acusado de espionaje por revelar transferencias de municiones a ISIS y otros grupos islamistas radicales en Siria.

Es en esta atmósfera de miedo al arresto, a la calificación u otras formas de persecución que lo que queda de medios libres en Turquía está ayudando a normalizar la narrativa del Gobierno, en torno a cuestiones domésticas y cuestiones con impacto nacional y mundial, incluido el apoyo al terrorismo.

Mustafa Kemal (Ataturk), en su famoso discurso a la juventud de la nación, dijo una vez:

Your first duty is to forever conserve and defend Turkish independence and the Turkish Republic…[and that] in the future, there will be malignant people at home and abroad who will hope to divest you from this treasure…O child of the Turkish future! Even in these situations and circumstances, your assignment is to recover the Turkish independence and republic

Tu primer deber es conservar y defender para siempre la independencia turca y la República Turca… [y que] en el futuro, habrá personas malignas en el país y en el extranjero que esperarán despojarte de este tesoro… ¡Oh, hijo del porvenir turco! Incluso en estas situaciones y circunstancias, tu misión es recuperar la independencia y la república turcas.

Un cambio de gobierno en Turquía requiere algo más que elecciones. Requiere un público bien informado, que esté capacitado para tomar decisiones de liderazgo informadas. Esta fortaleza solo puede darse si hay una prensa activa que compita por dar noticias precisas, verificadas y objetivas. Queda por ver si pueden hacer que el Gobierno rinda cuentas y hacer un mayor esfuerzo para retratar las realidades del reino autocrático de Erdoğan.

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