En Cuba se desarrolla una iniciativa por la gestión ambiental participativa y la ecología política

El legado del Centro de Educación y Promoción para el Desarrollo Sostenible (CEPRODESO) es la creación de una red ambiental con compromiso político (Foto: Ramón Crespo)

*Este artículo fue publicado originalmente en Periodismo de Barrio. Puede consultar la versión original aquí y leer otros artículos de Ramón Crespo Hernández aquí.

El Centro de Educación y Promoción para el Desarrollo Sostenible (CEPRODESO) realizó sus primeros trabajos en comunidades de áreas protegidas de Vueltabajo (Pinar del Río) a inicios de los 2000. En aquel momento se les pedía a los habitantes eliminar la tala y la caza, pero no se les ofrecían alternativas viables que estuvieran en armonía con sus costumbres.

“En la propia vida de esos sujetos estaba la práctica y el saber ambiental acumulado de convivir con la naturaleza, y nuestra labor fue (re)construir un conocimiento colectivo. Si bien estaba dirigida a cambiar los comportamientos perjudiciales, partíamos de la posición de hacerlos plantearse qué querían transformar en el presente y proyectar para su futuro”, relata Juan Francisco Santos Estévez, coordinador de la organización.

“Nosotros definimos la educación ambiental como un proceso que posibilita a las personas elevar su nivel de competencia para establecer formas de interacción sostenibles con el mundo”, agrega.

Ver a la naturaleza sobre la base de una relación de iguales, afirman, es la mejor opción para construir una sociedad que ame y respete todas las formas de vida y, a su vez, se respete más a sí misma.

“La ecología política se ha convertido en nuestra filosofía de vida, en la premisa de la relación que, como seres humanos, queremos tener con el medio ambiente”, asegura Juan Francisco Santos.

El presupuesto de la ecología política, explica Santos, es “considerar a la naturaleza un sujeto de derecho como el ser humano, algo que es bien difícil pues limita el antropocentrismo al que se nos ha acostumbrado”.

La cultura occidental ve al medio ambiente como una fuente de bienes puestos a disposición de la humanidad. Así, se habla de recursos naturales, en términos económicos, cuando en realidad se hace referencia a organismos vivos y ecosistemas; no a objetos de consumo.

Para tratar de cambiar esa “mentalidad”, CEPRODESO toma como base la educación popular del pedagogo brasileño Paulo Freyre.

Hoy, con un perfil distinto al de los orígenes, este Centro ofrece talleres para niños, acompaña a delegados de consejos populares, estimula la investigación en el ámbito académico e impulsa un programa de comunicación alternativa, en la búsqueda de generar acciones de responsabilidad social.

Creado en 1999, CEPRODESO cuenta con solo seis especialistas, quienes han consolidado una apuesta por la gestión ambiental participativa y la ecología política. A lo largo de casi 18 años, el grupo, subordinado institucionalmente al Centro de Servicios Ambientales, ha interactuado con decenas de experiencias, movimientos y organizaciones de Cuba y América.

Sus “hijos mayores” más conocidos –colectivos formados en la metodología de la educación popular ambiental– son TECMA (Teatro Callejero Medioambiental) y CREA (Cómo Realizo Educación Ambiental), capaces ya de constituir sus propias redes y articulaciones en la telaraña mayor que representa la red nacional de educadores y educadoras populares del Centro Martin Luther King, Jr.

“Lo que hacemos necesita de un esfuerzo múltiple de organismos y entidades, pero también de la sociedad civil”, apunta Juan Francisco Santos.

Además de estas actividades, CEPRODESO convoca bianualmente al Encuentro Latinoamericano de Experiencias en Educación Popular Ambiental, un espacio donde se discuten temas fuera de la agenda común cubana y trascendentales para el continente.

La séptima edición reunió a más de cien personas de Latinoamérica y el Caribe. Para dialogar cara a cara con sus “contrapartes” cubanas, asistieron representantes de organizaciones como el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), Marcha Mundial de Mujeres, la Red Alforja o Amigos de la Tierra Internacional.

Aunque no recibió una alta atención mediática –por abrir sus sesiones en Pinar del Río, en el extremo occidental de la Isla–, el encuentro abordó algunos de los problemas medioambientales más urgentes para la región: la mercantilización de lo natural, la salinización, la pérdida de biodiversidad, las políticas públicas sobre el ambiente y las resistencias al extractivismo.

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