Durante pandemia de nuevo coronavírus, adiós a familiares en velorios queda restringido en Brasil

Las medidas de restricción en entierros ya están vigentes en las periferias de Brasil. Ilustración: Magno Borges/Agência Mural.

Este texto es de Raquel Porto. Se publica aquí en virtud de una asociación para comartir contenido entre Global Voices y Agência Mural.

El acto de velar el cuerpo de seres queridos, homenajearlos, enterrarlos y cremarlos se encara de formas diferentes en diversas culturas desde que el mundo es mundo. En situaciones adversas, ese ritual puede sufrir algunos cambios que hacen que el adiós sea más doloroso.

Fue lo que pasó con mi família y que ya comienza a ser una nueva rutina en velorios de Brasil y en otros países afectados por la pandemia de COVID-19. El 19 de marzo, mi família perdió a la tía Ester Santos Porto, de 68 años.

Ester nació en Laranjeiras, ciudad de cerca de 29 000 habitantes del estado de Sergipe, en el noreste del país y se mudó a São Paulo en la década de 1970. Como nordestina aguerrida, enfermera, madre celosa y batalladora, luchó mucho, pero perdió una gran batalla contra el cáncer.

Como si no fuera suficientemente triste, la situación empeoró cuando nos dimos cuenta de que, con una muerte en medio de una pandemia, la despedida tendría restricciones. Cada país adoptó una forma de lidiar con los velorios y entierros en tiempos de aislamiento por el nuevo coronavírus. En algunos no se permite a ningún familiar cerca del féretro.

En Brasil, en São Paulo, la Secretaría Municipal de Salud informó por medio de un decreto que los velorios y enterros deben quedar restringidos a 10 personas en total. Los velorios está limitados ahora a una hora de duración, y en casos confirmados de coronavírus, los ataúdes deben estar lacrados.

Y así fue con mi tía, en el velorio realizado el 21 de marzo. Fue velada en el cementerio de Vila Formosa, zona este de São Paulo, con cajón abierto, pero rápidamente. Pocos pudieron darle el último adios: de 11 hermanos, apenas dos estuvieron ahí. Dejó tres hijos y un nieto.

Una cantidad que se podía contar con los dedos de las manos. Además, no se podía estar mucho rato en la sala donde estaba el ataúd en la escasa hora en que se le pudo velar.

El cementerio de Vila Formosa es el mayor de São Paulo y uno de los más grande de América Latina. Desde el inicio de la pandemia, los funcionarios empezaron a usar ropa especial, y por el riesgo de contagio, se lacran los ataúdes y las familias tienen unos diez minutos para despedirse de sus seres queridos.

Mi padre, y otros hermanos de la tía Ester, no pudieron estar presentes, por elección y consejo de los demás familiares. Son parte del grupo de riesgo por ser de edad avanzada, hipertensos, diabéticos o por tener otros males inmunodepresivas. No pudieron vivir el ritual para despedirse, para evitar el riesgo de contagio.

Pandemia en Brasil

El nuevo coronavírus, que generó la actual pandemia, se originó en la ciudad china de Wuhan en diciembre de 2019, se esparció por centenares de países y registró millares de muertes en el mundo. En Italia, uno de los países más afectados por el COVID-19, había más de 8000 muertos hacia fines de marzo.

Hasta el 12 de abril de 2020, Brasil tenía registrados 22 169 casos confirmados y 1223 muertes, según datos del Ministerio de Salud. El primero caso en el país se confirmó el 26 de febrero. El Gobierno federal estima que el pico de casos en el país debe darse entre mayo y junio.

La política adoptada por el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta –a pesar de choques con el presidente Jair Bolsonaro– sigue las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de aislamiento social, de lavarse las manos con jabón, de usar alcohol en gel y cuidados especiales con las personas mayores de 60 años.

El presidente brasileño cita constantemente preocupación por la economía, por la paralización de actividades para cumplir la cuarentena, como justificación para defender lo que llama aislamiento vertical (solo personas del grupo de riesgo harían aislamiento). Bolsonaro, inclusive, frecuentó locales públicos, como comercios, lo que generó aglomeraciones, lo que sería contra las reglas, y amenazó con destituir a su ministro.

En mi casa, no pudimos dar el hasta luego a la tía Ester, como debe haber sucedido con muchas otras famílias brasileñas durante la pandemia. El consejo que doy, por más triste que pueda parecer, es que hagamos los homenajes a distancia. 

Los rituales de despedida son herramientas que nos ayudan a lidiar con el luto. Son importantes para seguir sin sentir nostalgia. Pero, por un tiempo, deberemos habituarnos a los cambios.

Me quedo con buenos recuerdos de una tía valiente, elegante, amable y que nos llenaba de curiosidad, pues tenía un cerebro dentro de un recipiente con formol en su consultorio. Y ese relato es mi forma de homenajearla. Es como Emicida: “Escribo como quien manda cartas de amor”.

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