Niños de siete religiones cuentan cómo practican la fe en escenario de intolerancia en Brasil

Arte: Magno Borges/Agência Mural

Este texto es de Jacqueline Maria da Silva, Jariza Rugiano con ilustraciones de Magno Borges y se publicó originalmente el 20 de abril de 2023 en el sitio web de Agência Mural. Reproducimos una versión editada del artículo en virtud de un acuerdo de asociación con Global Voices.

“Se pudiera, les diría a otros niños que [las entidades] nunca nunca han hecho daño a nadie y no lo harán”, dica Janaina, de nueve años que vive en la ciudad de Diadema, en el Gran São Paulo. Las entidades a las que se refiere son los exus y las orishas, venerados en umbanda, religión afro-brasileña que cita en sus cantos.

La niña cuenta que, aunque sus compañeros sabían cuál era su creencia, no canta la música en el patio de la escuela en voz alta, pues cree que podrían juzgarla por eso. Para ella, hay prejuicios contra las religiones de origen africano.

Pone como ejemplo la creencia errada sobre el término de macumba, frecuentemente usado peyorativamente en Brasil.

“Es un pedido que hacen los guías [entidades o guías espirituales de cada persona], con el instinto de hacer el bien”, explica Janaina.

Janaina, de Diadema, dGran São Paulo, tiene nueve anos y es umbandista (Magno Borges/Agência Mural)

Esa sensación no es extraña entre los niños que tienen alguna creencia fuera de las grandes religiones monoteístas en un país como Brasil. Una investigación del instituto Datafolha de 2020, indicó que más del 80% de los brasileños se identifican como cristianos (católicos, evangélicos o espíritas).

De acuerdo con el psiquiatra Florisvaldo Torres, la religión puede traer beneficios como ayudar en la socialización y lidiar con las diferencias a partir de conceptos como igualdad y respeto. Por otro lado, alerta del peligro de experiencias religiosas que llama «castrantes».

«Puede generar culpa o miedo, e impedir o atrapar a los niños a vivir experiencias propias de la infancia y de desenvolverse emocionalmente», afirma.

Hay pocos estudios sobre esa marca de la religión e infancia, pero un informe hecho por Agência Mural en el Panel de Datos da Auditoría Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Derechos Humanos y Ciudadanía (MDHC) entre 2020 y 2022, indica aumento en el número de casos de intolerancia religiosa, inclusive, contra niños.

Los números pueden estar subestimados, pues se basan apenas en quien llam+o para registrar una denuncia. En 2020, el número de protocolos fue de 515, seguido de 529 en 2021 y 736, en 2022, por medio de la línea Disque 100.

Un informe publicado en enero de 2023 señaló un aumento de casos de intolerancia religiosa en Brasil, y que las religiones de origen africano fueron las más afectadas. El estudio fue organizado por el Centro de Articulación de Poblaciones Marginadas y por el Observatorio de Libertades Religiosas.

Además de Janaina (practicante de umbanda), la agencia se reunión con jóvenes de otras seis religiones institucionalizadas en Brasil: candomblé, islamismo, catolicismo, budismo, espiritismo y protestantismo (evangélica).

Alice, 9 años, asiste a la Iglesia Batista de Pedreira, en la zona sur de São Paulo | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

Ella crea rap para Dios

“Lo que más me gusta es oír la palabra de Dios y hablarle de las cosas del corazón”, describe Alice, de nueve años, sobre la reunión de niños en la Primera Iglesia Bautista Bíblica en Jardín Miriam. La niña va al lugar cercano a su casa, en el distrito de Pedreira, en la zona sur de São Paulo.

Todos los fines de semana, cuando sus padres están en el templo, se queda en una de las salas donde canta, dibuja, reza o lee la Biblia con compañeros de la misma edad.

Cuando crezca, quiere cantar en el tempo. Dice que la música también es una oración que Dios escucha y por eso hace raps para Jesús, y dice que le gusta la Biblia: “Él nos de el ejemplo de hablar bien con los demás, comer bien, ser ejemplo de todo”.

Ana Paula, 8 años, de São Bernardo do Campo y candomblé | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

‘Los orishas cuidan de nosotros’

Para Ana Paula, de ocho años, estar en ceremonias do candomblé escomo los días en que visita a la abuela. “Cuando estoy mucho tiempo sin ver a mi abuela y voy a su casa me de una sensación buena. Cuando rezo también, me quedo tranquila y en calma. Siento mi energía feliz”, cuenta.

Ana vive en la ciudad de São Bernardo do Campo, en el Gran São Paulo, y sigue la religión de origen africano desde los tres anos. En la enseñanza, es como si tuviera cinco años, pues se considera la “edad del santo”, o sea, cuánto tiempo tiene de iniciada la persona en la religión.

Por ese período en la enseñanza, se le considera una yalasé, título que permite que ayude en las “obligaciones”, tareas relacionadas con el calendario festivo del candomblé. “Ya he decorado dulces y flores”.

Milena, 9 años, de Vila Marari, zona sur de São Paulo, es espírita | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

Evangelización espírita a través de dibujos

Milena, de nueve años, acostumbra expresar su religiosidad a través de dibujos. Tiene un archivo lleno de dibujos y dos dibujos pegados en en la cabecera de su cama, unos de Jesús y otro del ángel de la guardia, para dar seguridad mientras duerme.

Muchos de los trazos se hacen durante la evangelización infantil, encuentro de niños en el centro espírita que frecuenta cerca de su casa, en Vila Marari, zona sur de São Paulo. Milena cuenta que, antes de clases, los niños cantan música religiosa infantil y rezan el Padre Nuestro. En seguida, reciben pase magnético.

“Me siento en un banquito, cierro los ojos y quedo rezando para mí. Quedo feliz”, cuenta.

En el espiritismo, Milena aprendió que cuando reza es como estar llamando a Dios. Ese contacto, según ella, se puede hacer también en casa por medio del Evangelio, en el hogar o las oraciones antes de dormir, para evitar pesadillas y espantar la tristeza.

Moshood, 11 años, de Diadema, en el Gran São Paulo, es musulmán | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

Estudio árabe para entender el islam

Moshood, de 11 años, vive en Diadema, también en el Gran São Paulo. Practica el islam con su padre, nacido en Nigeria y que dirige una mezquita. El niño frecuenta el lugar todos los viernes para acompañar el hadiz, respuestas que el profeta Mahoma tomaba ante algunas situaciones y que sirven como orientación religiosa.

En el mismo lugar, toma clases de árabe hace cerca de un año. “Quería ir más a fondo en mi religión. Mi familia encontró esas [clases] de árabe y fue algo muy bueno para mí, hice nuevos amigos y estoy aprendiendo mucho”, explica.

La rutina religiosa en casa de compone de práctica de cinco oraciones por día, dice. A pesar de no estar obligado a ayunar hasta la adolescencia, el muchacho no se alimenta de día durante el Ramadan, celebración del Corán caracterizada por el ayuno.

“Cuando completas todo el ayuno, Dios apaga todas las cosas malas que has hecho. Por eso me gusta ayunar, una forma de limpieza”, dice. “No es que haga cosas erradas, ¿de acuerdo?”, culmina.

Luiza, de 8 años, de Vila Clara, zona sur de São Paulo, es budista | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

Mantra budista y un juzu en las manos

Luiza, de ocho años, aprende sobre el budismo en línea en casa, en el barrio de Vila Clara, zona sur de São Paulo. Además de las clases, se reúne todas las noches con la familia para orar frente al altar en la sala, réplica del que hay en el templo. La práctica se hace con un juzu en la mano, cuentas de oración que se usan para estar atentos.

Luiza evita tratar de religión con compañeros de la escuela. “Rezo por ellos [compañeros], pero ellos no tienen que saber que soy budista”, explica .

En casa, tiene dos libros sobre la religión. Uno es el «Daigo», que usa para pintar, y el otro es «Niño del cerezo», que dice que le gusta leer porque trae enseñanzas sobre la familia.

Isabelly, de nueve años, vive en Suzano, y es católica | Imagen: Magno Borges/Agência Mural

Responsabilidad como acólita

“Toco el timbre, hay veces que ayudo en el ofertorio”, describe Isabelly, de nueve años, y cita la parte de la misa católica en que el pan y el vino se destacan como representación del cuerpo y la sangre de Cristo. Estas son algunas de sus atribuciones como acólita, una especie de auxiliar del padre durante la celebración de la Iglesia católica apostólica romana, función que ejerce desde los cuatro años.

Actualmente, es ayudante en la iglesia matriz Santa Suzana, en Suzano, ciudad en el Gran São Paulo, donde vive con sus padres.

Frecuenta semanalmente un curso específico sobre las tareas, con clases administradas por su madre. Ahí aprende sobre los accesorios de la comunión, las posiciones en el altar y las oraciones.

“Aprendemos las historias da Biblia, las enseñanzas e cómo usar los mandamientos en nuestra vida”, señala.

Isabelly cuenta que las aulas también ayudan a asociar enseñanzas bíblicas a los acontecimientos diarios, como el acto de honrar a los padres, como describe los Diez Mandamientos.

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