Además de resaltar problemas locales, la carrera a la alcaldía de Moscú generó una animada discusión sobre varios temas de ámbito nacional. Al frente y en medio de estos se encuentra la política de inmigración. Desde luego la influencia del alcalde de Moscú sobre esta es limitada –el gran número de trabajadores inmigrantes en Rusia es principalmente un resultado de acuerdos de visado de libre circulación con la mayoría de la antigua Unión Soviética–. Esto no impide a algunos candidatos [ru] prometer la adopción de controles migratorios específicos en Moscú bajo la forma de solicitud del pasaporte o, en el caso del favorito de la oposición Alexey Navalvy [ru] «sugerir» al gobierno federal «que limite la inmigración».
Sin embargo, si la propia inmigración está en gran medida fuera del límite establecido, los candidatos deben encontrar otros aspectos del «problema migratorio» que abordar. En una entrevista con Echo Moskvy [ru], Navalny comentó el índice de criminalidad de los inmigrantes, haciendo la afirmación un tanto descabellada de que el 50% de todos los delitos cometidos en Moscú lo eran por inmigrantes. Inmediatamente fue rebatido por la periodista progresista Elena Kostyuchenko en su blog [ru].
Kostyuchenko recalcaba que la cifra procedía aparentemente de un informe sobre que el 50% de todos los delitos son cometidos por ciudadanos de origen no moscovita –es decir, la cifra incluye a rusos que viven en la región de Moscú, y en Rusia en general, además de cualquier inmigrante–. Kostyuchenko hizo los cálculos y descubrió que el año pasado la proporción de crímenes cometidos por inmigrantes era cercana al 20% de todos los delitos y al 15% para «delitos graves» (delitos administrativos como la falta de empadronamiento afectan a los inmigrantes de forma desproporcionada).
Cuando expresó sus quejas en Twitter, el asistente de Navalny, Ruslan Leviev, explicó [ru] que las estadísticas empleadas por este procedían de los informes policiales de cada distrito, que consideraba más acertados ya que las estadísticas generales necesariamente incluyen solo los crímenes resueltos. El problema con esto es, como Kostyuchenko descubrió, que dichos informes se calculan basándose en el «testimonio del testigo» — lo cual es problematico por naturaleza–.
El DemVybor de Vladimir Milov, un político que no se disculpa por ser anti-inmigración, blogueó [ru] como respuesta a Kostyuchenko:
[…] даже если бы всего 17% преступлений совершались иностранцами – то простой вопрос, а зачем нам здесь иностранцы, которые такое существенное количество преступлений совершают и создают нам криминальную обстановку? Да даже если бы и 3%? Ведь это же очень много, очень существенный довесок к нашей преступности!
[…] incluso si solo el 17% de los delitos fueran cometidos por extranjeros la pregunta es sencilla ¿por qué necesitamos extranjeros que cometen un número tan considerable de delitos y crear así un ambiente criminal aquí?. ¿Y qué, incluso si es tan bajo como un 3%?. ¡Esto también es un montón, un añadido enorme a nuestro índice de criminalidad!
Mientras, otro de los comentarios de Navalny de la entrevista de Echo Moskvy encendió una discusión mayor. Aún sobre la inmigración, afirmó que si era elegido alcalde instauraría la prohibición de bailar en público la ezginka, una danza tradicional del Norte del Cáucaso que se baila a menudo en las reuniones sociales improvisadas, algunas veces en la calle. Estas actuaciones a veces molestan a los moscovitas. Por ejemplo, poco después de que la entrevista se hiciera pública, el periodista Dmitry Bavyrin escribió [ru]:
Вы будете смеяться, но ровно сейчас у меня под окнами началась лезгинка под мобилку и гортанные крики. Считаю это незаконной агитацией за Навального.
Se van a reir, pero justo ahora, bajo mi ventana, hay lezginka con música de móviles y gritos guturales. Creo que es una campaña ilegal a favor de Navalny
Poniendo a un lado todo el concepto de prohibir el baile (más que, digamos, alterar la paz o hacer ruidos molestos), el comentario de Navalny es curioso. Después de todo la mayoría de la gente que baila lezginka en Moscú no son inmigrantes, sino del Norte del Cáucaso –dagestanos, chechenos, ingusetos– es decir, ciudadanos rusos con tanto derecho a estar en Moscú como cualquiera. De repente se aclara que muchas de las quejas sobre inmigrantes vienen de hecho de la inmigración interna– algo que no se puede detener sin recurrir a los controles de movimiento de la era soviética. Alexey Navalny no le hace un favor a nadie siendo condescendiente con miedos tan obvios como al que es de una etnia diferente, agazapados en la preocupación por la pérdida de trabajos de los rusos y en los peligros de «los inmigrantes ilegales».