Argentina recupera la nieta nº 129 que fue separada de su familia durante la dictadura

Las Abuelas de Plaza de Mayo. Foto de Emergentes, foto compartida públicamente en Facebook y usada con permiso.

La tarde del 9 de abril, el organismo de derechos humanos Abuelas de Plaza de Mayo convocó a una conferencia de prensa para anunciar la noticia de la restitución de la nieta nº 129, desaparecida en 1977 durante la última dictadura argentina. La nieta en cuestión es una mujer de 42 años que vive en España, y su identificación suma una victoria más a favor de la lucha de la organización, que ha trabajado intensamente desde fines de la década de los setenta para reunir a niños y niñas separados de sus familias biológicas.

Alrededor de 30 000 personas fueron víctimas de desapariciones forzadas durante la dictadura argentina, que empezó con el golpe militar del 24 de marzo de 1976 y terminó con la asunción del presidente electo Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983. Los hijos de las víctimas, en buena parte de los casos, nacieron en cautiverio y fueron apropiados por el Estado a través de adopciones ilegales y certificados de nacimiento falsos.

En 1987, el gobierno argentino estableció una base nacional de datos de ADN con muestras de sangre de familiares de niños secuestrados, una herramienta crucial que ayudó a las Abuelas a confirmar la paternidad de los hijos encontrados. El grupo estima que la dictadura robó unos 500 bebés, hoy adultos de alrededor de 40 años.

La nieta 129, cuya identidad no se reveló durante la conferencia de prensa, es hija de Norma Síntora, secuestrada en mayo de 1977 cuando estaba embarazada de ocho meses, y Carlos Alberto Solsona, quien se encontraba fuera del país en ese momento y, por ende, tuvo que permanecer exiliado. Ambos eran militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Se presume que Norma dio a luz a su hija en la maternidad del centro de detención clandestino de Campo de Mayo.

La nieta había estado en contacto con las Abuelas desde 2013, pero no fue sino hasta 2019 que accedió a hacerse la prueba de ADN. Su padre y su hermano esperan aún reunirse con ella pronto.

En la conferencia de prensa organizada con las Abuelas, Solsona dijo: “Creé una especie de mecanismo de defensa, una coraza para evitar que esto me destruyera. Yo estoy en los 70 años y empecé a buscar a mi hija cuando era un treintañero […] Nadie tiene idea de las miles de noches que pasé sin dormir esperando este momento».

También reconoce que aún cuando, para él, tal encuentro será maravilloso, para su hija será probablemente difícil, como lo ha sido para otros nietos encontrados por las Abuelas.

«Una foto fuera de foco»

La búsqueda de los nietos es una tarea delicada y extensa, y se hace más difícil a medida que pasan los años y los nietos crecen y se afianzan en sus identidades actuales. El trabajo no solo involucra una investigación minuciosa y el análisis de documentación y de ADN, sino también el acompañamiento psicológico para las familias y para el nieto en cuestión.

Cada caso de nietos desaparecidos y encontrados tiene sus particularidades. Detrás de cada búsqueda y reencuentro se revela un larga historia de dolor e incertidumbre, una familia rota, la necesidad de buscar la propia identidad. A veces también hay negación, pues hay personas que prefieren no abandonar a las familias de acogida.

Esta lista de reproducción compartida por el canal en YouTube de las Abuelas de Plaza de Mayo presenta un ciclo de documentales producidos por las Abuelas y el Canal Encuentro que «le ponen la voz y el cuerpo a sus propias historias, en las que se mezclan lo íntimo y personal con lo político y social»:

El testimonio de Catalina de Sanctis es un ejemplo. De acuerdo con el resumen Sanctis, «supo, desde finales de los años noventa, que era hija de desaparecidos por confesión de sus apropiadores e intentó ocultarlo. Necesitó recorrer un largo proceso para abrir los ojos a la verdad y al fin sacarse una piel y ponerse otra: la suya»:

Es como si [la vida] fuera una foto fuera de foco, que se ve borrosa […] ahora se ve nítidamente la imagen […] Toda mi vida fue un esfuerzo. Un esfuerzo por adaptarme, por que me quieran, por todo […] tener miedo de lo no conoce, me sentí tironeada, manipulada […] En un punto es sentir que se traiciona al otro.

Otro testimonio, el de Mariana Zaffaroni, ilustra la complejidad del proceso que pasó al saber la verdad de su propia identidad:

…cuando a vos te vienen a decir que toda tu vida pasa a ser completamente diferente porque ni siquiera te llamás como te llamás, ni cumplís años cuando vos festejás el cumpleaños, ni tus padres son tus padres, ni vos sos quien sos, la culpa parece ser del que viene a decírtelo. [Después, cuando] lo puede racionalizar, se da cuenta de que es una estupidez […] Si ellos no hubiesen buscado, yo no me hubiese enterado y yo seguiría con mi vida normal como la tenía hasta recién.

Y continúa:
[…Después] cuando los fui conociendo [a la familia verdadera] y ellos me empezaron a contar cómo eran ellos [mis padres]… lo poco que me contaban de mis padres, porque yo no quería escuchar […]. [Después] yo sola empecé a preguntar. [En un momento, durante un viaje en el verano] que estaban todos mis primos, […] estábamos todos sentados en sandalias o en ojotas y [nos] miramos así… todos teníamos los mismos pies, ¡o sea, era una cosa recontra loca! Todos teníamos las mismas orejas…  Es como el patito feo cuando encuentra a los cisnes.

#Nieta129

Al igual que pasa con cada nieto restituido por las Abuelas de Plaza de Mayo, la noticia se celebró y se compartió en las redes sociales con la etiqueta #Nieta129. Claudia Acuña, miembro del medio colectivo La Vaca, destacó lo que se recupera con cada uno de los hijos y nietos que vuelven a sus familias:

Por su parte, «Pato» citó al escritor uruguayo Eduardo Galeano, que veía gran esperanza en aquellas que el gobierno argentino del momento llamaba «las locas de la Plaza de Mayo»:

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