COVID-19: Cambiar a internet no es opción en naciones en conflicto en Medio Oriente

Escena callera en Saná, Yemen, donde la mayoría de quienes tienen acceso a internet son hombres jóvenes, 28 de abril de 2015. Foto de Rod Waddington vía Flickr (CC BY-SA 2.0).

La pandemia de COVID-19 ha obligado a los Gobiernos de todo el mundo a imponer confinamientos, lo que obliga a miles de millones de personas a quedarse en casa. Esta excepcional situación ha provocado un cambio de paradigma en el estilo de vida.

Trabajar, aprender y socializar en línea se ha convertido en la norma, ya que la gente ha reducido dramáticamente su tiempo en el mundo exterior para limitar cualquier posibilidad de contraer el nuevo coronavirus.

El uso de internet no es nuevo, pero la COVID-19 adelantó este cambio global en el que internet domina todos los aspectos de la vida de quienes tienen acceso a la red.

Si el camino a seguir es internet durante esos tiempos de pandemia, ¿que pasa con las naciones afectadas por guerras con acceso limitado a internet?

Pandemia COVID-19 acelera la transformación digital

La pandemia de COVID-19 y las medidas sin precedentes tomadas para frenar su propagación han cambiado nuestras vidas; ha provocado cambios fundamentales en la forma de funcionar de las sociedades y las empresas.

A medida que el mortal virus destruye el mundo y puede seguir destruyéndolo hasta que no se descubra una vacuna, internet ha tomado las riendas. Los estudios muestran cómo el tráfico de internet se ha disparado entre el 50 y 70 % desde que empezó la COVID-19.

Atrapados en casa, las personas recurrieron en masa a internet  para seguir con sus rutinas cotidianas como ir de compras, trabajar y aprender, comunicarse y socializar. Muy probablemente, esto tendrá un impacto duradero tras el fin de la pandemia.

Una creciente brecha digital

El acceso a internet está ampliamente disponible y ofrece un apoyo a las naciones ricas durante la COVID-19, pero no es el caso de casi la mitad de la población mundial que no tiene ese acceso. La mayoría de estas personas vive en en naciones pobres y asoladas por la guerra donde la infraestructura está fallando y, sin embargo, la necesidad de información es más urgente.

En los países en guerra, muchos ciudadanos enfrentan esta crisis adicional sin internet. Mientras que en las naciones ricas y en paz, internet ha permitido a los ciudadanos mitigar el impacto del confinamiento y les ha permitido seguir trabajando, estudiando, comunicando, socializando y accediendo a la información.

En algunos países de Medio Oriente y Norte de África, la COVID-19 se produjo en medio de una crisis económica y de conflictos o insurrecciones a gran escala. Los años de conflicto en Yemen, Siria y Libia han causado gran sufrimiento, traslados y destrucción. La infraestructura ha sido objeto de ataques de las partes en conflicto con desprecio por las vidas civiles.

Por ejemplo, en Siria más del 50 % de la infraestructura ya no está disponible.

En Libia, gran parte de la infraestructura de telecomunicaciones ha sido destruida o robada, incluido un cuarto de las torres de telefonía móvil del país. Como resultado, los servicios básicos –electricidad, higiene, agua y enternet– se han paralizado.

En Yemen, cuya situación ha sido calificada como la peor crisis humanitaria del mundo por Relief Web, el acceso a internet es un obstáculo importante. Solo un 27 % de yemenís, sobre todo hombres jóvenes en las áreas urbanas, tiene acceso.

La mayoría de jóvenes se esfuerza por encontrar la manera de conectarse al mundo exterior. «Internet es nuestro oxigeno y es tan importante como la comida. Me mudé de mi ciudad a la capital para poderme conectar», dijo Ghomdan, periodista yemeni que pidió a Global Voices que solo utilizara su nombre de pila.

Las mujeres en la región se ven afectadas de manera desproporcionada por esta brecha digital. Con relación a los hombres, son pocas las mujeres con acceso a internet, lo que refleja una brecha regional de desigualdad de género con Yemen, Siria y Libia cerca de las últimas posiciones en la clasificación.

El conjunto de normas sociales conservadoras, menor acceso al aprendizaje y a los recursos financieros y un entorno en línea hostil impide a las mujeres la posibilidad de conectarse y acceder a la información en línea y reduce al mínimo la participación en los debates en línea.

Internet: costosa, de baja velocidad y poco fiable

En Libia, Siria y en Yemen, azotados por conflictos y caos económico, los usuarios enfrentan una internet de baja velocidad y a costos prohibitivos.

Yemen tiene la menor velocidad de internet del mundo con un promedio de solo 0.38 megabits por segundo en 2019: se necesitarían unas 30 horas para descargar una película de unos 5 gigabytes. En enero de 2020, los daños en un cable submarino hundieron el país a un apagón de internet durante más de un mes.

La pandemia de COVID-19 ha obligado el cierre masivo de las escuelas, que afecta al 90 % de estudiantes de todo el mundo, que ha llevado a una cultura de aprendizaje virtual y educación en línea que resulta casi imposible sin una conexión segura y de alta velocidad de internet.

Esto también impide a que las personas comuniquen y que los periodistas informen y lleguen una gran audiencia. La baja velocidad les dificulta navegar, descargar o subir material y comunicarse con las fuentes. También niega el acceso a recursos valiosos y fundamentales para la redacción de informes, nuevos artículos y acontecimientos diarios.

Sin una internet fiable, las conversaciones en línea o las llamadas a través de WhatsApp o Facebook a menudo se interrumpen o se desconectan.

Censura y falta de contenidos en árabe

A menudo la guerra suele incluir una guerra de información con las distintas partes beligerantes que tratan de controlar sus poblaciones; censuran internet y mantienen a los ciudadanos bajo estrecha vigilancia.

Por ejemplo, las autoridades de Saná en Yemen, y de Damasco en Siria, bloquean gran número de páginas web, incluidos sitios web de noticias nacionales, árabes y extranjeras. Esas restricciones limitan el acceso a la información fundamental sobre la pandemia.

Para eludir la censura, los usuarios con conocimientos técnicos recurren a las redes virtuales privadas (VPN) para acceder a los contenidos bloqueados. Aunque muchos son reticentes a hacerlo «ya que es una carga más a la ya limitada banda ancha, lo que hace más lenta la velocidad de descarga», según Coda Story.

Si bien los hablantes nativos de árabe representen casi el 4.5 % de la población mundial, menos de un 1 % del total del contenido mundial en línea está en árabe.

El rápido aumento del número de usuarios de internet en árabe no ha significado mayor contenido en árabe –que sigue siendo uno de los idiomas menos representados en línea. Casi el 70 % de las páginas está en inglés. La mayoría de fuentes en línea sobre la pandemia no están disponibles en idiomas nativos o indígenas, lo que dificulta el acceso a la información de salud pública en línea a personas con niveles deinglés y de alfabetización básicos.

El acceso a internet está considerado como un facilitador fundamental de los derechos humanos y los Gobiernos de todo el mundo se han comprometido a proporcionar un acceso universal y asequible para 2020, pero la mayoría de la población mundial se ha quedado atrás.

La pandemia de COVID-19 ha expuesto la brecha entre quienes tienen acceso seguro a internet y quienes ven esto como una perspectiva lejana. El actual conflicto en Medio Oriente solo exacerba y amplia más esas brechas.

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