Al sur de África, el despliegue de internet por COVID-19 del Gobierno de Namibia ha sido bueno, al menos en el papel.
En junio de 2020, cundo la pandemia se arraigó en Namibia, la Comisión Electoral de Namibia decidió estar totalmente en línea para contratar funcionarios que trabajaran en las elecciones locales de noviembre. La razón expresada fue evitar aglomeraciones y reducir la posibilidad de contagios durante la pandemia.
El impulso tecnológico de Namibia de llevar a más ciudadanos en línea durante la pandemia parece brillante. Pero una mirada más de cerca revela cómo, históricamente, la mayoría de poblaciones nativas namibias marginadas han sido excluidas, sobre todo las que viven en el norte del país a lo largo de la frontera angoleña.
«Nos enojamos cuando nos enteramos de que las autoridades electorales de Namibia, debido a las normas de COVID-19, iban a usar aplicativos electrónicos para reclutar observadores, contadores o monitores electorales de los Gobiernos locales», dijo a Global Voices Monica Ndeilenga, secretaria de la oficina de la juventud del propio partido gobernante de Namibia.
Remember — in our rural settlements here, there’s hardly any internet connectivity or satellites to power internet kiosks. Coupled with acute employment, this meant youth eager to become election officers had to fork out $15 for bus fares to towns hundreds of kilometers away just to register.
Recuerda, en nuestros asentamientos rurales acá, apenas hay conexión a internet o satélites para impulsar cabinas de internet. Junto con un fuerte desempleo, eso quiere decir que jóvenes dispuestos a ser funcionarios electorales debían desembolsar 15 dólares por tarifas de bus a pueblos a kilómetros de distancia solamente para registrarse.
La región de Ohangwena, donde trabaja Ndeilenga, se ubica al norte de Namibia, y es un vasto enclave donde la expectativa de vida es de 46 años en promedio, según la Agencia de Estadística de Namibia.
Una breve descripción del maquillaje racial de Namibia ayudará. Namibia tiene una población de 2.5 millones de habitantes, y cerca de 8 % son descendientes de alemanes, holandeses y británicos blancos, o colonizadores portugueses. Según la Agencia de Estadística de Namibia en 2018, esta población era propietaria del 70 % de las tierras fértiles del país y gran parte de sus activos monetarios. Los grupos étnicos negros nativos de Namibia quedan al margen en la periferia y prosperidad, como los kavang, cuyas vidas giran en torno a la pesca, agricultura y ganadería.
Estas poblaciones indígenas están furiosas porque el cambio de Namibia hacia servicios públicos digitales durante la crisis de COVID-19 los ha dejado en un dilema.
El cambio de Namibia a plataformas en línea para procedimientos electoral pese a que muchas partes del país aún carecen de acceso a internet es muy problemático. Como resultado, las últimas elecciones se vieron marcadas por baja concurrencia de votantes y disputas por máquinas electorales presuntamente adulteradas.
Sin cabinas de internet baratas, las excluidas poblaciones remotas del norte del país tienen pocos medios y entusiasmo para supervisar las elecciones en sus propias localidades. Esto amplía la brecha cívica entre el próspero sur y el norte, menos afortunado. La región de Ohangwena es un ejemplo excelente, donde las autoridades admitieron una participación electoral terriblemente baja para las elecciones.
«Los procedimientos electorales en línea, las máquinas de votación electrónica sin rastros en papel en poblaciones remotas y racializadas desalientan aún más a los marginados», dice Yasin Kakande, analista de derechos de internet de Namibia. «Ese es el lado malo de que el Gobierno de Namibia establezca una narrativa de métodos de elección por internet aparentemente eficaces durante la pandemia».
Internet con auspicio estatal
Namibia empequeñece a sus vecinos cuando se trata de proporcionar internet pública y gratuita en respuesta a la pandemia, pero su acto aparentemente generoso también oscurece los motivos políticos subyacentes.
Según la ministra de educación de Namibia, Anna Nghipondoka, que habló con Global Voices por teléfono, el objetivo es revertir las interrupciones en la educación debidas al brote de COVID, y también permitir que los estudiantes obtengan información útil de salud pública por vía electrónica.
En junio, el Ministerio de Universidades y Tecnología anunció que proporcionará mensualmente computadoras portátiles gratuitas y 10 gigabytes de datos a 32 000 estudiantes necesitados. Las empresas privadas de telecomunicaciones del país, que tienen una relación enredada con el Gobierno, se unieron al plan.
Además, en agosto, el Gobierno se unió a las dos mayores empresas de telecomunicaciones del país para proporcionar una plataforma de aprendizaje electrónico y tabletas a más de 400 000 estudiantes y profesores de primaria y secundaria en todo el país.
Los esfuerzos centralizados de internet de Namibia son impresionantes en comparación con países vecinos como Zimbabue, donde miles de estudiantes carecen de acceso a internet.
A nivel nacional, menos del 2 % de 804 000 estudiantes de escuelas primarias y secundarias, estatales y privadas, pueden acceder a la educación por internet, según admite Nghipondoka, del Ministerio de Educación. En particular, en regiones remotas del norte como Ohangwena y Omusati, solo el 18 % de las escuelas tienen conectividad y electricidad.
Ahí es donde el regalo de internet gratis apenas tiene impacto.
Lindani Petrus, estudiante de ingeniería de 20 años del Centro de Formación Profesional de Katima Mulilo en el norte, dijo a Global Voices:
Free internet is a good gift for our education and health alerts, but this is a case of having a shiny new laptop but no electricity. Power us first.
Internet gratuita es un buen regalo para nuestra educación y alertas de salud, pero este es un caso de tener un computador nuevo y brillante pero sin electricidad. Hay que tener primero.
Al controlar quién tiene acceso a internet, el gobierno actual también puede mantener el control político de todas las demás narrativas en Namibia. La Organización Popular del Sudoeste (conocida comúnmente como SWAPO), antiguo movimiento de la guerra de liberación, ha gobernado hasta Namibia con casi impunidad desde la independencia en 1990. Pero SWAPO ha iniciado ahora una lucha por su propia existencia mientras se desangra.
Gracias a la creciente corrupción, la represión y los fracasos manifiestos, SWAPO ha pasado de tener un 80 % de control en el parlamento en 2014 a solo un 65 % en la actualidad, en gran medida debido a que los habitantes de importantes ciudades del marginad norte –e incluso de la capital, Windhoek– han empezado a rechazar a SWAPO.
Mientras tanto, SWAPO ha invertido mucho en relaciones lucrativas con empresas nacionales de internet, junto con la empresa china Huawei, como medio de control digital y electrónico de la población de Namibia.
Este despliegue de internet gratuita durante la pandemia debe verse como un conocimientos de pánico de que, en medio de la pandemia, el discurso público en Namibia se ha vuelto cada vez más en línea y el Estado corre el riesgo de quedar aislado de la conversación a menos que pueda controlarla, según Yasin Kakande, analista de derechos tecnológicos.
Por ejemplo, en octubre, ciudadanos comunes y corrientes de Namibia organizaron #ShutItDownAll [ciérrenla del todo], campaña en línea y fuera de línea para obligar a las autoridades a actuar ante los lamentables incidentes de violación y violencia sexual en el país. Los activistas habían aprovechado la naturaleza descentralizada del espacio de internet, sin cuestionamientos.
Suministrar internet gratis a los estudiantes y modificar los procedimientos electorales en línea con aplicativos de internet pueden dar al partido gobernante la oportunidad de afirmar una mayor autoridad e influencia en los espacios digitales.
SWAPO no puede permitirse perder su poder ni su lucrativo acuerdo financiero con Huawei, especialmente durante una pandemia. Con internet gratis, aparatos y datos, y moviendo los procedimientos de votación en línea, mantienen la máxima autoridad y control sobre internet.
Los gestos digitales pueden parecer actos generosos y receptivos, pero en realidad excluyen a las poblaciones nativas de Namibia, marginadas y en gran medida desconectadas.
>Para quienes quedan desconectados, ese es el verdadero apagón.
Este artículo forma parte de una serie de publicaciones que examinan la interferencia sobre los derechos digitales mediante métodos como la interrupción de las redes de emisoras y la desinformación durante acontecimientos políticos claves en siete países africanos: Argelia, Etiopía, Mozambique, Nigeria, Túnez, Uganda y Zimbabue. El proyecto está financiado por el Fondo Africano de Derechos Digitales de Colaboración en Política Internacional de Tecnología de la Información y las Comunicaciones para África Oriental y Meridional (CIPESA)..