¿Qué podemos esperar de Rusia en la COP26?

Siberia wildfires July 2021

Indendios foretales en Siberia, junio de 2021. Imagen: Observatorio de la Tierra de la NASA, dominio público.

Este artículo de Natalie Sauer apareció originalmente en Open Democracy el 28 de octubre de 2021. Se reproduce como parte de una asociación para compartir contenidos y se ha editado para adaptarlo al estilo de Global Voices.

La comunidad internacional considera a Rusia como un paria climático desde hace algunos años. Fue uno de los últimos países en ratificar el Acuerdo de París de 2015: recién lo hizo hasta septiembre de 2019, en la Cumbre de Acción Climática de Naciones Unidas.

En ese entonces, pocos habrían esperado ver las ambiciosas declaraciones que dio Rusia este año.

En abril, Vladimir Putin pidió a su gabinete que elaborara un plan para reducir las emisiones de carbono por debajo del nivel de la Unión Europea para 2050. En julio, el presidente ruso suscribió una ley que obliga a las mayores empresas del país a informar sobre sus emisiones de gases de efecto invernadero, medida que se considera el primer paso hacia la regulación del carbono.

En septiembre, se lanzó un presupuesto de estrategia de descarbonización de dos años. Finalmente, hace dos semanas, Putin sorprendió a los observadores al comprometer a Rusia con un objetivo de cero emisiones netas para 2060, igual que China y, más recientemente, Arabia Saudita.

«Este objetivo significa que ahora podemos ir a Glasgow sin vergüenza», dijo Alexey Kokorin, líder climático de WWF Rusia, en el diario de negocios ruso Kommersant. Algunos comentaristas rusos han expresado su sorpresa por el cambio de retórica de Putin. se burlan del cambio climático como una oportunidad para impulsar el rendimiento de los cultivos, pero ahora reconoce los “graves desafíos” que plantea para el país.

«Se acabó la negación del cambio climático», opinó el destacado comentarista de política exterior Dmitry Trenin, que describió el objetivo de 2060 como una señal de un «cambio radical» en el pensamiento del Kremlin.

Rusia no está en la cúspide de una revolución ecológica, pero ¿podría el cuarto mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo estar alineándose finalmente con las tendencias globales de descarbonización? ¿Y podría esto anunciar un cambio de actitud en la COP26?

Emisiones netas cero para 2060

Rusia podría aspirar a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 79 % con respecto a los niveles actuales para 2050, según el medio financiero ruso Kommersant, que ha visto el borrador de la nueva estrategia «cero».

En el «escenario intenso» de la política rusa sobre el cambio climático, las emisiones del país alcanzarán su punto máximo en 2030 y solo aumentarán un 0,6 %. En comparación, con el plan anterior, las emisiones rusas aumentarín hasta 2050 y no llegarían a cero hasta dentro de 80 años, es decir, hasta 2100.

Pero la opinión de los expertos es cautelosa sobre el alcance real del giro verde de Rusia.

Bobo Lo, investigador asociado del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), afirma que los «combustibles fósiles son la gran ventaja comparativa de Rusia, y me resulta impensable que renuncie voluntariamente. Una cosa es decir y otra hacer», añade.

Lo señaló que la Estrategia Energética 2035 de Rusia prevé actualmente un aumento del 50 % en la producción de gas hasta 2035, y la Estrategia de Producción de Carbón 2035 también prevé un aumento de la producción de carbón.

«¿Cómo es compatible todo esto con un compromiso de cero emisiones netas? No lo es, pero además 2060 está muy lejos», dice Lo. «Para entonces, estos compromisos habrán sido superados por los acontecimientos».

El ministro de Energía ruso, Nikolay Shulginov, declaró a mediados de octubre en el foro de la Semana de la Energía de Rusia que el objetivo de cero emisiones netas para 2060 significaba que el país tendría que diversificar su combinación energética y revisar la Estrategia Energética para 2035.

Pero más que una auténtica transición ecológica, Lo interpreta el nuevo compromiso de Rusia como un intento de «ser considerado un miembro íntegro de la comunidad internacional», y señaló que es importante que los dirigentes rusos no sean «un caso atípico en un momento en el que existe un amplio consenso sobre la amenaza que supone el calentamiento global».

«Es fácil sacar cifras del aire y pretender que se hagan realidad», afirma.

¿Qué implica el objetivo ruso de cero emisiones en 2060?

Según el proyecto, la generación de electricidad en Rusia pasaría de las centrales de carbón a las turbinas de gas, la energía nuclear, la hidroeléctrica y las instalaciones de energía renovable. Las exportaciones de petróleo y gas se reducirán un 2 % anual en términos reales a partir de 2030. Más polémico es que el Gobierno ruso también se ha propuesto aumentar la absorción de carbono de los ecosistemas en un 220 % mediante métodos de conservación de los bosques, una tarea que algunos expertos dudan que sea factible a la luz del problema creciente de los incendios forestales.

Maria Pastukhova, asesora política comite de expertos europeo E3G, declaró a openDemocracy que se está produciendo un verdadero cambio en la política climática rusa. «No es una mera fachada y afectará sin duda a la estrategia energética actual», afirma.

Pastukhova prevé que Rusia se inclinará por la energía nuclear y la hidroeléctrica a gran escala, con mayor énfasis en la eficiencia energética y una transición acelerada del carbón al gas en los sectores energéticos.

Sin embargo, advierte que hay un punto en el que hay que ser cauteloso: El compromiso de Rusia para 2060 no tiene en cuenta las emisiones exportadas, y la industria de los combustibles fósiles del país tiene en cuenta el mercado asiático. En el mismo acto en el que Putin reveló el objetivo de cero emisiones, el Ministerio de Energía ruso también acordó aumentar las exportaciones de carbón de coque a India hasta 40 millones de toneladas al año.

Vasily Yablokov, responsable de energía de Greenpeace Rusia, coincide en que queda mucho trabajo por hacer para adaptar las estrategias rusas a los objetivos climáticos. «El riesgo sigue siendo que los grupos de presión de la industria de los combustibles fósiles de Rusia no renuncie al apoyo estatal de la noche a la mañana o incluso a mediano plazo», afirma.

«Argumentarán, entre otras cosas, que [el recorte del apoyo estatal] provocará un aumento de los problemas sociales e incluso el incumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, en los que, por ejemplo, el octavo objetivo pretende promover el crecimiento económico», señala Yablokov.

¿Interrupción de la discreción?

En el mejor de los casos, Rusia ha tendido a mantener un perfil bajo en las negociaciones sobre el clima. En el peor de los casos, se ha aliado con otros petroestados para obstruir la acción climática.

En las negociaciones de Naciones Unidas sobre el clima de hace apenas tres años, Rusia se alió con Arabia Saudí, Kuwait y Estados Unidos para atenuar las referencias al informe histórico del IPCC sobre los 1,5 °C, que sugería que limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C podría ayudar a evitar algunos de los peores efectos del cambio climático.

El país también ha dado largas sistemáticamente al respaldar los tratados climáticos, desde el Protocolo de Kioto de 1997 (ratificado en 2004) hasta el Acuerdo de París de 2015 (ratificado en 2019).

Los casos más raros en los que Rusia ha adoptado una postura progresista han requerido incentivos, como la perspectiva de pulir su posición de «gran potencia» o de avergonzar a un enemigo. Por ejemplo, condicionó la ratificación del Protocolo de Kioto a la adhesión de Rusia a la Organización Mundial del Comercio. Asimismo, en una reunión del Consejo Ártico en 2019, Rusia se unió a otros Estados para reconocer el cambio climático como una amenaza para la región, mientras que la Casa Blanca de Trump se negó a hacerlo.

La COP26 se anuncia como la más importante desde París en 2015, con las reglas del Acuerdo de París –el «reglamento de París», para abreviar– y la financiación del clima para los países en desarrollo entre las negociaciones más urgentes.

Para algunos, el anuncio de Putin de que no asistiría a la cumbre ya sugiere que falta la metamorfosis verde de Rusia.

«Se puede leer [la ausencia de Putin] de dos maneras», dice Lo del IFRI. «Una: la delegación rusa anuncia alguna iniciativa radical que Putin, al estar ausente, no se siente obligado a cumplir. Dos: van con el objetivo de 2060, que será inaplicable o irrelevante. En cualquier caso, el Gobierno ruso está completamente comprometido con la maximización de sus ventajas comparativas en combustibles fósiles».

Pashtukhova, de E3G, discrepa. Cree que la ausencia de Putin se debe, en parte, a que el presidente chiho Xi Jinping no va a asistir: «Estoy segura de que, si [Xi] hubiera asistido, Putin también habría estado ahí».

Sin embargo, el analista también considera que la inasistencia del presidente forma parte de una estrategia del Kremlin para presionar a Occidente a levantar las sanciones que están perjudicando la transición ecológica y la economía rusa. Por ejemplo, Gazprom, empresa rusa de gas de propiedad mayoritariamente estatal, sigue sometida a sanciones por la anexión rusa de Crimea y el apoyo a la guerra en Ucrania.

Es más, el enviado ruso para el clima, Ruslan Edelgeriyev, ha señalado que la cuestión de las sanciones es primordial. Pastukhova señala que el banco estatal ruso VEB es el responsable de la elaboración de la taxonomía verde del país (sistema de clasificación para el desarrollo sostenible) y actualmente está sometido a sanciones.

Ningún debate sobre las finanzas verdes [de Rusia] puede evitar la necesidad de levantar las sanciones, al menos en la parte «verde» de las finanzas», afirma.

Compromisos y plazos

Aunque Rusia es uno de los mayores emisores de metano del mundo, sobre todo por su deficiente infraestructura de oleoductos y gasoductos, ya ha indicado que no se sumará al compromiso hasta que su industria del gas y el petróleo pueda acceder a la tecnología y la financiación que actualmente le están vedadas.

En cuanto al reglamento de París, el tema de los plazos para la actualización de los compromisos climáticos es crucial. Los países vulnerables están presionando para que los objetivos se revisen cada cinco años a partir de 2031, argumentando que los plazos más cortos fomentan una mayor ambición. Sin embargo, en la última COP, celebrada en Madrid en 2019, Rusia defendió un plazo de diez años porque se adaptaba mejor a su planificación nacional.

Los delegados también debatirán el sistema de compensación de carbono de Naciones Unidas, el llamado Mecanismo de Desarrollo Sostenible. Este mecanismo permite a los países financiar proyectos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en otros países y reclamar las emisiones ahorradas como parte de sus propios esfuerzos para cumplir sus compromisos climáticos.

En este caso, se espera que Rusia intente hacer rentables sus vastos bosques. En una propuesta presentada en octubre, el país parece estar presionando para que se amplíen los periodos de acreditación de las actividades forestales, en un intento de atraer la inversión privada en la gestión forestal. También está presionando para que las normas de contabilidad del carbono sean más flexibles.

Por último, según Yablokov y Pastukhova, es poco probable que Rusia cumpla con la financiación del clima para los países en desarrollo. El presidente de la COP26, Alok Sharma, describió la financiación del clima como «una prioridad absoluta«. Espera que los países desarrollados cumplan su promesa de 2009 de dar a los países vulnerables 100 000 millones de dólares al año para ayudarlos a adaptarse a los impactos del calentamiento del planeta.

Pero en referencia a las promesas fallidas de Occidente –como la financiación climática– el enviado ruso para el clima, Ruslan Edelgeriyev, subrayó recientemente que «Rusia no dará pasos desiguales».

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