Una historia de un campo de prisioneros de guerra rusos en Ucrania

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Foto de Khrystyna Burdym, utilizada con autorización.

Esta historia es parte de una serie de ensayos y artículos escritos por artista ucranianos que decidieron permanecer en Ucrania después de la invasión a gran escala de parte de Rusia que tomó lugar el 24 de febrero del 2022. Estas series son producidas en colaboración con la Asociación Folkowisko/Rozstaje.art, gracias a la cofinanciación de los Gobiernos de República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia a través de una subvención del Fondo Internacional de Visegrad. La misión del fondo es promover ideas para una cooperación regional sostenible en Europa Central.

Tenía unos ojos increíblemente azules. Sus rasgos faciales eran agradables, aunque ligeramente distorsionados por el dolor. Tenía la cara algo desañiñada. Estaba acostado en una cama de hospital, cubierto hasta el cuello con una manta de lana. Tenía las manos debajo de la cabeza. Aceptó dejarnos fotografiarlo con un movimiento de cabeza; no quería hablar. ¡Clic! En ese mismo momento, Khrystia, mi esposa, tomó la foto.

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Foto de Khrystyna Burdym, utilizada con autorización.

Si viera esta foto sin contexto hasta podría sentir compasión. Pero no aquí y no ahora. Es un soldado ruso que vino a Ucrania para quitarme la vida. Bueno, quizás, no a mi específicamente, pero pudo haber estado en Bucha, Izium o Mariúpol, junto a los soldados que le dispararon a civiles en la nuca. Cuando lo vimos, notamos que no era peligroso: era un prisionero de guerra

Lo visitamos en un campo de enfermería para prisioneros de guerra no lejos de la frontera oeste con Ucrania. Poco después de la foto, un médico pidió a los visitantes que abandonaran la habitación. La Convención de Ginebra, que ya me he aprendido de memoria, brinda atención médica gratuita a los prisioneros de guerra.

Artículo 15

El artículo 15 del Convenio de Ginebra sobre el tratamiento de los prisioneros de guerra dice que: “La Potencia detenedora de los prisioneros de guerra está obligada a atender gratuitamente a su manutención y a proporcionarles gratuitamente la asistencia médica que su estado de salud requiera.”.

Hace un año, este campamento era una colonia penal habitual para prisioneros ucranianos, pero su propósito cambió rápidamente para ser un alojamiento temporal para cientos de ciudadanos rusos. El recinto de las instalaciones está equipado con una valla de alambre de púas, torres de vigilancia y en su interior varios edificios grises y poco impresionantes.

Estuve allí como representante de la Jefatura de Coordinación para el Tratamiento de Prisioneros de Guerra. Se trata de una estructura interinstitucional ucraniana que se ocupa del intercambio de prisioneros y de la ayuda a sus familias. Llevamos al campo a periodistas, en su mayoría extranjeros, para mostrar las condiciones en las que Ucrania retiene a los ciudadanos rusos. El subjefe del campo, Roman, dirigió al grupo por el territorio como un guía turístico.

«Allí», señaló con la mano, «se ve un edificio con un cuartel donde viven los prisioneros, y justo enfrente está nuestra iglesia».

Artículo 34

El artículo 34 dice: “Los prisioneros de guerra tendrán plena libertad para el ejercicio de su religión, incluida la asistencia a los actos de su culto…”.

Cerca de la iglesia había un pequeño montón de arena. Como técnicamente todavía era una colonia penal, los prisioneros con uniformes azules cargaban la arena en carretillas y la llevaban a otro lugar del campo.

Seguimos avanzando por el camino. En una pared había retratos del hetman ucraniano de la época de los cosacos.

«Esto es para que los prisioneros aprendan un poco la historia de Ucrania», sonrió Roman. «Para que aprendan que los ucranianos y los rusos no son un solo pueblo».

Se abrió una puerta y nos encontramos en un campo deportivo. Había barras horizontales y paralelas para hacer ejercicio, además de canchas de voleibol y fútbol con bancos alrededor.

Nadie jugaba al fútbol porque era el último día de invierno y todavía hacía frío: había pasado un año y cuatro días desde el comienzo de la invasión rusa a gran escala de Ucrania el 24 de febrero de 2022.

Roman nos llevó más lejos para mostrarnos los barracones donde duermen los prisioneros. Las habitaciones eran espaciosas, con dos filas de camas cuidadosamente hechas. Estaban perfectamente limpias y tenían un olor agradable. No había rejas en las ventanas.

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Foto de Khrystyna Burdym, utilizada con autorización.

Inmediatamente recordé historias de ucranianos que regresaron del cautiverio ruso. Por ejemplo, Mykhailo dijo: «No había nada en absoluto: ni televisión, ni periódico, ni radio, y mucho menos teléfonos. Ni siquiera sabíamos cuándo era de día y cuándo era de noche. Y no sabíamos la hora porque los relojes estaban prohibidos».

Estos fueron los testimonios de los liberados: los prisioneros permanecían en su mayoría en sótanos sin ventanas y no se les permitía salir a la calle.

Es imposible verificar estas condiciones porque Rusia no permite que la Cruz Roja ni los periodistas entren en donde hay prisioneros de guerra ucranianos. Mientras tanto, los campos de prisioneros de guerra de Ucrania para prisioneros rusos siempre están abiertos a los grupos de vigilancia. Representantes del Comité Internacional de la Cruz Roja y varios grupos de periodistas lo visitan casi todas las semanas.

El personal del campo alineó a los prisioneros afuera y los condujo a un edificio grupo por grupo.

Allí, aquellas figuras se convirtieron en una cadena humana que se extendía desde el primer al tercer piso, aproximadamente un centenar de soldados rusos capturados. Se detuvieron cuando se les ordenó, se pararon frente a una pared con las manos entrelazadas a la espalda y los periodistas los adelantaron escaleras arriba.

La escalera era tan estrecha que casi tocábamos a los prisioneros.

El comedor es grande y espacioso para dar cabida a todos. Después de la comida, los cautivos gritan a coro en ucraniano: «¡Gracias por el almuerzo!». Esta práctica podría ser la razón por la que uno de los informes de la misión de seguimiento de Naciones Unidas mencionó la “humillación” de los prisioneros en el campo.

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Foto de Khrystyna Burdym, utilizada con autorización.

Tenía curiosidad por probar lo que les daban de comer. Tomé una ración típica: sopa aguada de arvejas, ensalada de verduras, pasta con un pedacito de carne y mucho pan. El pan es sabroso: los mismos presos lo hornean. También cocinan. Hay mucha comida y, a veces, incluso es deliciosa.

Los informes indican que los prisioneros ucranianos están regresando 30, 40 o incluso 50 kilogramos más delgados que antes de su cautiverio en los campos rusos.

Después del almuerzo, los presos pueden llamar a sus familias. Junto con varios camarógrafos y un guardia entramos en una pequeña habitación con teléfonos. Un hombre, un moscovita, llamó a casa por primera vez desde su cautiverio. El hombre era muy joven, quizás de unos 22 años, y tenía tatuajes en inglés en los brazos y el cuello.

Lo más probable es que esté «parcialmente movilizado«: en Ucrania y Rusia, así llamamos a quienes se movilizaron durante el reclutamiento masivo en el Ejército ruso en la primera mitad de 2022. Sonó el teléfono y luego una voz de mujer respondió con calma y despreocupación. «¿Hola?» y el preso dijo: «¡Hola, mamá!» Le preguntó cómo estaba, ella respondió que el papá del preso tenía COVID, pero que todo estaba bien. ¿Cómo estaba? «Estoy en cautiverio», dijo el chico y comenzó a llorar.

No puedo sentir pena por él. Después de todo, su familia sabe que está vivo y tiene la oportunidad de hablar con él, al menos, algunas veces. Los prisioneros de guerra ucranianos no tienen esta oportunidad.

Artículo 13

Artículo 13: “Los prisioneros de guerra deberán ser tratados humanamente en todas las circunstancias”.

Mi esposa, Khrystia, seguía fotografiando el campo. Cada vez, pidió permiso cortésmente en ruso a los rusos encarcelados y presionó el botón solo después de que aceptaron.

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Foto de Khrystyna Burdym, utilizada con autorización.

Esta sesión de fotos era parte de su proyecto sobre el miedo. Aquí, en el campo, ella deliberadamente lo enfrentó. Estaba parada frente a su primer soldado ruso, un hombre de constitución fuerte con uniforme azul, y vi que estaba aprensiva, pero se recompuso y tomó la primera foto con su vieja Polaroid.

Lo que más nos preocupó fue un taller en el que los prisioneros de guerra fabricaban muebles de exterior.

Muchos portaban pequeños cuchillos, soldadores y otros objetos que podían usarse como armas. Sólo había dos guardias aparentemente desarmados para diez prisioneros de guerra.

«Créanme», nos aseguró el subdirector del campo. «No deberían preocuparles. Solo esperan ser intercambiados y no quieren complicarse la vida».

«¿Y no quieres hacerles daño?», preguntó Khrystia a Roman, subdirector del campo.

«Probablemente quiero», sonrió el funcionario. «Pero hay reglas. Somos un país civilizado».

La primera regla no escrita entre el personal del Cuartel General de Coordinación de Ucrania es no preguntar a un prisionero de guerra liberado sobre su cautiverio. Los ucranianos que regresan del cautiverio en Rusia guardan silencio en gran medida. A menudo cuentan hihistorias similares sobre torturas. Por ejemplo, hay informes sobre una práctica en la que los guardias rusos se ponen en dos filas y obligan a un grupo de prisioneros ucranianos a caminar entre ellos mientras los golpean con lo que quieran. Olexandr, que fue liberado del cautiverio, contó una historia aún más aterradora: «Me mostraron cabezas recién cortadas de nuestros muchachos puestas en una barra de refuerzo. Uno de los rusos dijo: ‘Este es Edik y este es Valera. Querían que todo estuviera de acuerdo con la Convención de Ginebra. ¿Quiere usted también seguir los convenios? Hay lugar para un tercero‘».

En el campo ucraniano ya era de noche cuando salimos. Los prisioneros rusos veían televisión ucraniana.

Era mi último día de trabajo en la Central de Coordinación para el Tratamiento de Prisioneros de Guerra. Una semana después, el 7 de marzo, se dio el siguiente intercambio de prisioneros. Durante este intercambio, 130 ucranianos regresaron del cautiverio ruso, mientras que 90 rusos regresaron a casa. Tengo la esperanza de que algún día todos los ciudadanos rusos finalmente abandonen Ucrania. Y todos los ucranianos volverán a casa.

El texto utiliza materiales del canal de Telegram de la Jefatura de Coordinación para el Tratamiento de Prisioneros de Guerra. La mayoría de los nombres se cambiaron por razones de seguridad.

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