Vacuna contra la malaria ofrece alivio ante el mayor flagelo sanitario de África

Mujer con sus hijos cerca de su casa en Sahre Bocar, Senegal. Embarazadas y niños son los mas vulnerable a la muerte por malaria. Imagen de Jonathan Torgovnik/Getty Images/Images of Empowerment, 11 de Agosto, 2014. (CC BY-NC 4.0).

El mundo sigue temblando por las devastadoras muertes causadas por la COVID-19. Más de 2.2 millones de personas se han contagiado y han muerto unas 180 000 personas en todo el mundo.

Al 23 de abril, las naciones europeas encabenzan la cantidad global de muertes por el nuevo coronavirus. En el mismo periodo, se ha informado de 1199 muertes relacionadas con el virus en África.

Mientas tanto, África ha seguido viviendo con la pesada carga de la malaria –enfermedad mucho más mortal que azotó las comunidades africanas durante siglos. Solo en 2018, en África Subsahariana murieron 405 000 personas por malaria, informan los Centros para el Control de la Enfermedad.

La malaria es evitable y curable, pero con un clima tropical responsable de su transmisión durante todo el año- -agravado por las malas condiciones socioeconómicas– dificulta el control efectivo y el tratamiento de casos de esta enfermedad.

Ahora, una nueva vacuna contra la malaria llamada Mosquirix ofrece esperanza a las comunidades de África que han estado luchando contra el mal durante años.

Malaria, una asesina de mujer y niños

Malaria, una enfermedad tropical transmitida por el mosquito Anofeles hembra, es causada por el parásito plasmodium falciparum. Los síntomas típicos son fiebre, fatiga, vómitos y dolores del cuerpo.

Cada minuto, en muchas naciones africanas un niño muere por esta enfermedad; de cada 10 pacientes, nueve no sobreviven según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La mayoría muertes relacionadas con la malaria son las de mujeres embarazadas y niños. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) afirma que cada dos minutos un niño menor de cinco años muere de malaria –que se traduce en que 730 niños mueren diariamente de la enfermedad.

África Subsahariana e India son los más afectados por la malaria con el 85 % de casos en 2018. Además, la OMS afirma que estas seis naciones africanas representan más del 50 % de los casos totales de malaria el mundo: «Nigeria (25 %), República Democrática del Congo (12 %), Uganda (5 %), Costa de Marfil, Mozambique y Nigeria (4 % cada uno)».

En 2018, las naciones de África Subsahariana gastaron más de 12 000 millones de dolares estadounidenses en la gestión de los casos de malaria, según UNICEF.

Vacuna contra la malaria

La vacuna Mosquirix para la malaria en el Centro Comunitario de Salud Odede de Kenia del World Youth Internacional. Imagen utilizada con autorización.

Mosquirix —también conocida con el nombre científico RTS.S— es una vacuna «preeritrocitaria» para la malaria, que se refiere a la fase de la transmisión de la enfermedad antes de que la victima manifieste los síntomas clínicos que normalmente se manifiestan en esa fase, según un estudio realizado por Ashley M. Vaughan y otros dos colegas del Instituto de Investigación Biomédica de Seattle en el estado de Washington, Estados Unidos.

La idea es que la RTS.S «active el sistema inmunitario para defenderse de la primera fase» cuando el parásito entra en el flujo sanguíneo tras la picadura de un mosquito infectado.

La superficie del parásito de la malaria (plasmodium falciparum) contiene un proteína o antígeno que hace que el sistema inmunológico del cuerpo produzca anticuerpos. Mosquirix, forma atenuada del parásito, provoca la misma reacción en el cuerpo, y así produce los anticuerpos que combaten la malaria, según una investigación de 2004 conducida por un equipo de expertos dirigido por el doctor Pedro L. Alonso del Centro de Salud Internacional, Hospital Clínico, Barcelona, España.

Los científicos que trabajan con el laboratorio farmacéutico británico GlaxoSmithKline crearon la vacuna en 1987. Los primeros ensayos clínicos se realizaron en 1995 con adultos voluntarios que vivían en Estados Unidos y Bélgica. En 1998, la vacuna se probó en adultos voluntarios en Gambia.

La segunda serie de ensayos clínicos se llevó a cabo entre 2004 y 2007 en Mozambique. En el ensayo del 2004 participaron 2.022 niños entre uno y 4 años, mientras que en losensayos aleatorios de 2007 participaron 214 niños.

La tercera serie empezó en mayo de 2009 y terminó a principios de 2014 con la participación de 15 459 niños de siete países africanos: Burkina Faso, Gabón, Ghana, Kenia, Malaui, Mozambique y Tanzania. 

La OMS lanzó el primer estudio piloto de la RTS.S en Malaii, seguido de Ghana y Kenia en abril de 2019.

Tras los resultados de la tercera serie de ensayos, el profesor Peter Aaby del Proyecto Sanitario Bandim en Guinea-Bissau y otros cuatro colegas identificaron tres problemas de seguridad con la vacuna RTS.S: «alto riesgo de meningitis, malaria cerebral y la duplicación de las muertes femeninas».

Aaby y sus colegas recomendaron que la «aplicación piloto» de la investigación de la vacuna empezada en 2019 empleara la «mortalidad general» para evaluar la prestación de esa vacuna y que «se haga un seguimiento de las poblaciones estudiadas durante los cuatro o cinco años completos del estudio antes de tomar una decisión sobre la aplicación».

Sin embargo, en enero 2016, la OMS informó de que ya había recomendando más pruebas de la RTS.S en una «serie de aplicaciones piloto» con el objetivo de «abordar las carencias de conocimiento» antes de que se certificara la seguridad de la vacuna para el público en general.

Aplicación piloto de la vacuna

La vacuna administrada por una enfermera del Centro de Salud Comunitario Odede. Imagen utilizada con autorización.

La ministra de Salud de Kenia, Sicily Kariuki, al inicio de la aplicación piloto de la RTS.S el 13 de septiembre de 2019, declaró que la vacuna se empleará en los condados donde «la carga mayor de malaria sea más del 20 %», en concreto: Kakamega, Vihiga, Bungoma, Busia, Kisumu, Homa Bay, Migori y Siaya.

El centro de salud de Odede, situado en el contado de Siaya, es uno de los hospitales rurales elegidos por el Ministerio de Salud para aplicar la vacuna experimental en Kenia.

Gabriella Ocenasek de World Youth International, organización no gubernamental australiana, informó a Global Voices mediante un comunicado de prensa que la vacuna se administra tres veces a los niños de seis, siete y nueve meses, y se repite a los dos años. Hasta marzo de 2020, más de 250 niños habían recibido la vacuna en el centro de salud.

Una madre expresó sus temores iniciales de que su hijo «reaccionara a las vacunas«:

When I brought John in for his first jab, I feared he was going to react to the vaccines as many people had believed, but he took it well and he never cried or fell sick due to the vaccine. I have been letting my community know that this is good for our children, everyone needs it.

Cuando traje a John para su primera inyección, tuve miedo de que reaccionara a las vacunas como mucha gente había creido, pero lo tomó bien no lloró y no se sintió mal tras el pinchazo. Quiero que mi comunidad sepa que es bueno para nuestros hijos, todos la necesitan.

Pese a esto, la OMS todavía no ha aprobado el uso público de la vacuna. Eso dependerá de los resultados que surjan después de esta fase de aplicación experimental.

Si los resultados son positivos sin efectos colaterales debilitantes, la vacuna RTS.S será la clave para reducir de forma drástica la mortalidad infantil relacionada con la malaria.

Será un cambio radical en la gestión de la malaria en África Subsahariana, una región afectada con este flagelo durante siglos.

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