Fragmentos de memoria y el intento de golpe de Estado de Trinidad y Tobago

Imagen de Yasin Abu Bakr entregándose a las fuerzas del regimiento de Trinidad y Tobago en 1990, recopilada con elementos de Canva y capturas de pantalla de imágenes, filmadas por Walt Lovelace y utilizadas con su autorización.

Todo trinitense tiene una historia relacionada con el golpe de Estado. Durante las «vacaciones de verano» de 1990, hice las prácticas en Trinidad and Tobago Television (TTT), la única emisora de televisión estatal en el país en ese momento. Entré a la estación el viernes 27 de julio como si fuera un día normal. Mirando atrás, 32 años después, no puedo señalar nada tangible que sugiriera que las cosas se fueran a desviar de manera tan salvaje.

Aunque eso no es completamente cierto. Normalmente los golpes de Estado se cuecen a fuego lento, no te despiertas una mañana y decides apoderarte de un país por la fuerza; requiere planificación. ¿Podría haber sido el asesinato por parte de la policía en 1985 de Abdul Kareem, miembro del grupo radical islamista Jamaat al Muslimeen, liderado por Yasin Abu Bakr una posible causa?

También hubo dificultades de carácter sociopolítico. La Alianza Nacional para la Reconstrucción había ganado las elecciones generales de 1986 por mayoría aplastante y se había convertido en el primer rival exitoso del Movimiento Nacional del Pueblo, que había gobernado el país desde su independencia de Gran Bretaña en 1962. Los precios del petróleo bajaron después del auge de mediados de la década de 1970 a 1980, y el primer ministro A. N. R. Robinson había introducido medidas de austeridad que el movimiento obrero, el sector empresarial, la oposición y el público en general recibieron con gran indignación, Pero ¿era la austeridad una justificación suficiente para la traición? En cualquier caso, como joven estudiante de artes televisivas, me centré principalmente en mi trabajo en la TTT.

Mi turno terminó temprano en la tarde, y a la salida, alguien me preguntó si no me importaba recoger una caja de cintas U-matic y dejarla en al estación a tiempo para el noticiario de la noche. Pedí a un amigo que me llevara, y unas horas más tarde, mientras nos dirigíamos de regreso a Puerto España por South Quay, la carretera que corre paralela a la costa en el extremo sur de la capital, notamos humo oscuro que salía del centro de la ciudad.

Ignorando mi advertencia, mi amigo dio la vuelta y se dirigió hacia el corazón de la ciudad. No teníamos radio en el auto, por lo que no sabíamos que los miembros de la Jamaat habían encontrado la manera de entrar en la Casa Roja, sede del Parlamento, e intentado derrocar a nuestro gobierno democráticamente elegido, y todo en plena sesión de la cámara. El grupo también se había infiltrado simultáneamente en el cuartel general de la Policía, habían hecho estallar una bomba (de ahí era el humo que nos sacó de la ruta original), Radio Trinidad y la vecina TTT, que Bakr utilizó como canal de comunicación para afirmar que la Jamaat tenía el control del país.

Si no nos hubiéramos desviado hacia Puerto España, yo podría haber estado entrando y saliendo de Television House, como se llamaba antes de que fuera capturada, antes de que los hombres que estaban dentro fueran tomados como rehenes por casi una semana. Muchos sufrieron efectos psicológicos de por vida. En cambio, mi vida sí estuvo en peligro cuando mi amigo intentó dejarme en la TTT para entregar las cintas. Nos encontrábamos como a una cuadra de distancia cuando un pequeño grupo de insurrectos comenzó a avanzar hacia nosotros como gigantes, todos con rifles automáticos. Se colocaron en fila, bloqueando el camino. Mi amigo, mirándolos incrédulo, tuvo que frenar, mientras yo le gritaba que retrocediera.

Algunos días más tarde, el personal de producción de la TTT fue convocado a una reunión en Camp Ogden, base clave del Ejército. El hecho de que una unidad móvil de transmisión externa hubiera estado cubriendo un partido de fútbol amistoso internacional en el estadio nacional y justo en el momento de la incursión resultó fortuito: la señal a Television House finalmente fue bloqueada y la estación pudo transmitir desde la unidad móvil. Había un estricto toque de queda y solo quienes tenían pases especiales para medios de comunicación podían entrar en escena y tratar de obtener cualquier material que pudieran. La tarea era considerada «demasiado peligrosa» para las mujeres, no obstante, me las arreglé para conseguir un pase y acceso a una cámara.

Las imágenes que capturé de lo que quedaba tras el ataque solo cuentan una pequeña parte de la historia, y aunque contribuir a la narrativa tiene valor, creo también que no es suficiente. Sin justiciasin teniendo una disculpa colectiva ni un discurso nacional profesional y guiado sobre nuestro trauma, lo único que nos queda son fragmentos.

Aparte de un período de encarcelamiento mientras se tramitaban las apelaciones, Bakr y sus hombres no cumplieron condena por lo que hicieron. Se entregaron con copias de un acuerdo de amnistía en los bolsillos, pero esa amnistía fue invalidada tiempo después por el consejo privado con la advertencia de que había pasado mucho tiempo y ya no tenía sentido procesarla. Nos llevó 20 años movilizar una comisión de investigación sobre el intento de golpe de Estado, e incluso entonces, no se investigó satisfactoriamente sobre los hallazgos encontrados. Intenta construir una imagen de cómo la insurrección de 1990 nos cambió para siempre, tanto como democracia como sociedad. Los fragmentos están tan gastados por el dolor, el tiempo y la inercia, que me pregunto si todavía encajan.

Obviamente, se ha intentado entrar en detalles. The National Trust y Los Archivos Nacionales, los medios y la Rotunda Gallery en la Casa Roja recopilaron testimonios, fotografías y varios recuerdos de diferentes experiencias del golpe de Estado. El asalto al Parlamento se encuentra transcrito en Hansard. La actual presidenta, Paula-Mae Weekes, determinó una conmemoración anual del intento de golpe de Estado, instaló letreros con los nombres de las 24 víctimas frente a la Casa del Presidente. Una de las sobrevivientes, Wendell Eversley, camina todos los años para conmemorar a los fallecidos en la insurrección, y la gente presenta sus respetos en el memorial de la Llama Eterna. Los sobrevivientes escribieron libros para poder documentar sus terribles experiencias, y el cantante de calipso David Rudder también grabó una canción sobre la tragedia.

Pero más de 30 años después, tras una generación, ¿estamos más cerca de comprenderlo y curarnos, o sigue aún la herida en carne viva? Mientras Trinidad y Tobago sigue lidiando con la violencia policial y  crímenes violentos (que muchos vinculan directamente con el intento de golpe de estado y la incapacidad del Estado para responsabilizar a los perpetradores), la corrupción endémica y el tráfico de drogas (que Bakr insistó en que estaba tratando de limpiar), sospecho que todavía tenemos más preguntas que respuestas.

He escuchado todo tipo de opiniones sobre 1990 —desde canonizar a los insurgentes hasta sugerir que la única manera de que el país se recupere de los efectos dominantes del golpe, es que la Policía «elimine» a quienes lo usan como una clase magistral para salirse con la suya— y los dos extremos hacen que me dé cuenta de lo importante que es para nosotros salvar los pedazos rotos del espejo que tenemos. Pero aún así, es igual de importante que llenemos las lagunas, ya que tal vez Bark está muerto, pero Jamaat puede darnos respuestas. Solo conseguiremos una imagen real trabajando colectivamente. No será 100 % veraz, existen complejidades demasiado complicadas como para enfrentarlas, pero nos veremos a nosotros mismos.

¿Podríamos recopilar toda la información en un solo lugar? ¿Y si ese sitio fuera una especie de museo que pudiera relatar los hechos y sus efectos posteriores? ¿Sería un espacio virtual más fácil y rentable de conseguir, con un alcance más amplio? La insurrección de 1990 debería figurar en el programa escolar, pero necesitamos una visión completa. Sé que somos una nación joven, aún estamos aprendiendo. Pero no podemos tratar asuntos críticos como si nada, dejando a un lado su trascendencia. Nos hemos vuelto francos, y con razón, sobre las maneras en las que los colonizadores han intentado encubrir partes de nuestra historia temprana. Pero los acontecimientos recientes también tienen su importancia, y si no nos apoderamos de ellos, otro se apoderará, y seguramente estarán repletos de inexactitudes y distorsiones que hacen que muchos nos creamos y regurgitemos mentiras.

Creemos información veraz sobre nuestra historia y hagámosla más accesible. ¿Podrían los Archivos Nacionales, por ejemplo, cobrar una cuota de socio por el acceso en línea a su material? Sea como sea que elijamos conservar los fragmentos de 1990 como legítimos y necesarios para apoderarnos de nuestro destino colectivo, debemos hacerlo con sumo cuidado, antes de que pase el tiempo y distorsione nuestra memoria.

Los fragmentos solo tienen significado cuando se juntan; esparcidos, no tienen el poder suficiente para contrarrestar los efectos que perduran de aquel oscuro y sangriento día. Combinados, solo deben asegurar que el golpe de Estado de Trinidad y Tobago no pueda dar el golpe de gracia.

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