Dolor, marginación y trauma: Cachemira en aislamiento

Police in Kashmir confronting violent protesters December 2018. Image by Seyyed Sajed Hassan Razavi, Tasnim News Agency via Wikipedia. CC BY 4.0.

Enfrentamientos entre la policía y manifestantes violentos en Cachemira, diciembre 2018. Imagen de Seyyed Sajed Hassan Razavi, agencia de noticias Tasnim vía Wikimedia Commons (CC BY 4.0).

Esta historia es de Kabir, escritora que vive en Cachemira. Visita la página de cobertura especial «Dentro de la crisis de Cachemira» de Global Voices.

En los meses previos a agosto 2019, Cachemira apareció en las noticias por diversas razones –violaciones políticas y de derechos humanos y la retórica India-Pakistán que se difunde a menudo.

Pero el mes de agosto fue diferente. El aumento masivo de las tropas fue una señal amenazante e indicó que el primer ministro de India, Narendra Modi, estaba planeando algo grande y horrendo en el valle, que tanto India como Pakistán reclaman en su totalidad. Las apremiantes circulares dirigidas a las fuerzas armadas y a las oficinas gubernamentales generaron que los residentes de Cachemira se sumieran en un espiral de miedo y caos, mientras que solicitaban a los indios que se encontraban en peregrinaje o de gira marcharse inmediatamente del valle.

Todos intentaron prever el resultado, pero fue en vano. Las personas susurraban situaciones catastróficas a medida que comenzaban a abastecerse de artículos imprescindibles.

En la mañana del 5 de agosto,de 2019, todos en Cachemira despertaron con un bloqueo total. El servicio de telefonía móvil e internet fueron suspendidos. Un silencio escalofriante se apoderó del estado mientras los vecinos permanecieron en silencio.

En cuestión de horas, el primer ministro Modi anunció la abolición del estado especial de Jammu y Cachemira, que el estado sería dividido en territorios de la unión, asimismo, reformas a varias leyes estatales específicas.

Los cachemires nos sentimos traicionados. Sin embargo, la decisión fue elogiada por la prensa nacionalista india, publicaciones como Times Now y Republic calificaron la decisión de valiente.

Los cachemires autóctonos estuvieron bajo asedio, las escuelas cerraron sus puertas y no hubo acceso a los hospitales en medio del toque de queda. Informar sobre las realidades del lugar –uno de los pilares del periodismo– quedó en el olvido, puesto que los medios indios se dedicaron a celebrar en los primeros días, y la información que se filtró a través de esos medios no ofreció ningún contexto crucial para los cachemires locales.

Luchamos por establecer comunicación con nuestros seres queridos que se encontraban en diferentes regiones del estado y no tuvimos la menor idea de los acontecimientos políticos y sociales importantes. Las personas viajaron kilómetros bajo el calor abrasador, sin tomar ningún descanso en absoluto, para invertir grandes sumas de dinero simplemente para acceder a la atención sanitaria.

Las prácticas del festival islámico de Eid que se realizan el 12 de agosto fueron moderadas. No las celebramos, solo oramos por la mañana como lo dicta la práctica religiosa. No hubo juguetes ni caramelos para los niños, pues apenas sobrevivíamos con los artículos más básicos.

Como es el caso con cualquier restricción impuesta a las libertades, esto generó un fuerte impacto en las personas a nivel emocional y físico, por lo que comenzaron a comprar alimento y otros artículos imprescindibles a precios extremadamente elevados pese a las restricciones financieras. En tiempos de crisis, las prácticas de supervivencia básica parecen ser una ardua tarea.

Alambre de espino frente a las residencias gubernamentales y puentes. Imagen de Fatima Jahan. Usada con autorización.

Dolor

El miedo y el dolor se apoderaron de las calles. Nadie estaba consciente de los acontecimientos en otras casas, mucho menos de lo que sucedía alrededor del mundo. Se arrestó a quienes se creía que tenían algún indicio de afiliación política y se les trasladó a prisiones en las afueras del estado.

Cachemira –que ya es la mayor zona militarizada del mundo– se convirtió en una guarnición de fuerzas. La extraordinaria situación empeoró la salud de mi madre, quien ha estado tomando medicamentos para la diabetes. La falta de medicina y transporte empeoró la situación, por lo que tuvimos que solicitar la ayuda de un amable lugareño que nos dejó en la entrada del hospital en Srinagar.

Nos entregaron recetas y una cantidad limitada de medicamentos, ya que los doctores dijeron que tenían que racionarlos de modo que hubiese suficiente para todos en caso que la crisis empeorara. No pudimos conseguir la medicina en las farmacias locales y tras caminar por más de 11 km los pies de mi madre se hincharon, lo que despertó mis peores miedos acerca de su frágil salud.

Mi hermana, quien sufre de problemas cardíacos, no pudo acceder a la atención sanitaria durante meses, tampoco pudimos contactar a una ambulancia ni a un vehículo privado para emergencias. Fue la fase más oscura de nuestras vidas. Para vencer la ansiedad y la depresión, mi padre comenzó a fumar mucho; mientras yo me sumergí en el mundo de los libros para mantener el estrés bajo control, pero con poco éxito.

Una mañana, mientras estaba absorta leyendo Crimen y Castigo de Fyodor Dostoevsky, una amiga nos visitó con una noticia desalentadora y desgarradora: una amiga de la infancia que había estado lidiando con una enfermedad crónica había fallecido. Fue una de mis amigas más estimadas de la escuela, pese a perder contacto con ella. La noticia me estremeció. El internet es crucial –los teléfonos en el siglo XXI no son nada sin conexión a internet. Se pierden vidas y las conexiones se suspenden temporalmente cada vez que hay un bloqueo de internet.

Sin creer la noticia, observé intranquilamente mi teléfono con la esperanza de que hubiera señal, aunque fuese por una fracción de segundo, que me permitiera hablar con ella. El pánico únicamente empeoró mi sentir de impotencia y aislamiento. Con el tiempo, decidí buscar ayuda y confiarle a una amiga mi paranoia, decidimos caminar bajo el calor abrasador hacia la casa de mi amiga, puesto que todos los medios de transporte dejaron de prestar servicio.

Caminamos durante horas en la humedad. Al llegar a su casa, nos informaron acerca de su fallecimiento. Caí el suelo a medida que los recuerdos inundaron mi mente y el costo humano de un desastre político se volvió más evidente.

Soñaba constantemente sobre su vida y pasé noches en vela durante más de dos meses. Luego organicé mis pensamientos y me armé de valentía para buscar asesoramiento psicológico. Me ayudó un poco, pero cuando estás en un ciclo de tragedia interminable, nada sigue de la misma manera –jamás.

El impacto de la decisión de Modi es evidente. El bloqueo marginó aún más a los cachemires, en sus corazones y sus mentes por igual. No hay otra forma de verlo.

La derogación del artículo 370 puede o no generar repercusiones para las personas del valle de Cachemira, pero el trato que recibimos únicamente nos recuerda la brutal ocupación de nuestra tierra. La crueldad infligida en nosotros ha provocado peores tragedias humanas. Pero estas cosas se niegan a salir de nuestras mentes y solo fortalecerán nuestro deseo de tener una tierra independiente.

Visita la página de cobertura especial de Global Voices sobre los cachemires contra el estado indio.

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