Poblaciones de aves costeras disminuyen drásticamente en el Caribe francés, y persisten las tradiciones de caza
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Algunas tradiciones perduran, aunque los tiempos y las circunstancias cambien. En algunas islas del Caribe, la caza de aves playeras, que se remonta a la época colonial, es una de esas costumbres que perduran, sobre todo en las islas Caribe francés de Martinica y Guadalupe. También se practica, aunque en menor medida, en la isla anglófona de Barbados, en el este d el Caribe, mientras que en el continente sudamericano, la caza de aves costeras es más frecuente en Guayana Francesa y Surinam.
Las aves playeras vienen en todas las formas y tamaños, desde el majestuoso morito de mar y el elegante cuchara de cuello negro, hasta el minúsculo champiñón de arena y el elegante champiñón de arena. Sin embargo, muchas aves playeras son extraordinarias en un aspecto particular: son viajeras de larga distancia. Con un diseño aerodinámico, se ha registrado que varias especies vuelan más de 5000 kilómetros, sin parar. Descansan y reposan en los humedales del Caribe y en las zonas costeras durante su migración de otoño. Los humedales también les dan refugio y, para algunos, un hogar para el invierno. Sin embargo, miles son abatidos por cazadores por deporte durante esta época.
En el Caribe francés, los viajes de muchos tienen un final trágico. La ONG regional BirdsCaribbean cuenta la triste historia de Machi y Goshen, dos aves que fueron rastreadas por satélite. Tras haber logrado evitar el huracán María durante su migración, la pareja fue abatida en el mismo pantano de Guadalupe. Esto fue una llamada de atención para los conservacionistas de toda América:
Machi and Goshen were two Whimbrels fitted with satellite tracking tags by scientists at the Center for Conservation Biology. We learned that these two sturdy birds took detours around the violent tropical storms of 2011 and made their way further south through the eastern Caribbean. Machi, in particular, had taken some extraordinary trips in his lifetime, clocking many thousands of miles since he was first tagged in 2009. But in 2011 – just ten years ago now – a sad fate awaited them. News broke that Machi had been shot by hunters at a swamp in Guadeloupe. The news of Goshen’s death, in the same area, swiftly followed. They had weathered the storms, only to end their lives at the barrel of a gun.
Machi y Goshen eran dos zarapitos adaptados con marcas de seguimiento por satélite de los científicos del Centro de Biología de la Conservación. Nos enteramos de que estas dos robustas aves se desviaron alrededor de las violentas tormentas tropicales de 2011 y se dirigieron más al sur a través del este del Caribe. Machi, en particular, había realizado algunos viajes extraordinarios a lo largo de su vida, y recorrido muchos miles de kilómetros desde que lo marcaron por primera vez en 2009. Pero en 2011, hace ya diez años, les esperaba un triste destino. Se supo que a Machi lo habían abatido unos cazadores en un pantano de Guadalupe. La noticia de la muerte de Goshen, en la misma zona, no tardó en llegar. Habían resistido a las tormentas solo para que su vida acabara en el cañón de un arma.
Poco después, BirdsCaribbean y otros organizaron envío de cartas a los responsables del Gobierno francés, en la que cientos de personas pidieron una mayor regulación de la caza en el Caribe francés. Este esfuerzo tuvo bastante éxito, dio lugar a restricciones más estrictas en Guadalupe, incluidas regulaciones de caza que ahora incluyen límites de bolsa para cada especie. Estas normas se revisan, ajustan y fijan anualmente por decreto en cada territorio francés de ultramar.
Este año, una alianza de grupos conservacionistas se opuso a los decretos de 2020-2021 sobre la caza en las islas francesas. Se enviaron más de mil cartas de científicos preocupados y del público en general, para solicitar la suspensión de la caza de la aguja de Guinea, especie especialmente preocupante, en Guadalupe. También solicitaron la suspensión de la caza de diez aves costeras y cuatro aves canoras, todas en mal estado de conservación, en Martinica. Un juez aprobó parcialmente las solicitudes.
BirdsCaribbean ha producido recientemente un video (ADVERTENCIA: por momentos angustioso de ver) en inglés, francés y español, en el que se destaca el problema.
La situación en Barbados es mejor para las aves y quienes las cuidan, ya que la caza de aves costeras ha disminuido desde la década de 1990. En la isla quedan pocos humedales naturales y la mayoría de los «pantanos de tiro» de los cazadores en los primeros tiempos han cerrado. Según BirdsCaribbean, parece que a los barbadenses más jóvenes no les interesa la caza, que además se está volviendo costosa. Además, Asociación de Cazadores de Fauna de Barbados se ha autorregulado con límites de capturas. El primer refugio de humedales de la isla en el que no se puede disparar, el Refugio de Aves Costeras de Woodbourne, se creó en 2008. También se está intentando rehabilitar el pantano de Graeme Hall como santuario natural y primer parque nacional de la isla.
Aun así, BirdsCaribbean ha expresado su profunda preocupación:
Here are two facts that are indisputable: Firstly, shorebirds are declining at an unprecedented rate. Taking the example of the Lesser Yellowlegs, its numbers have fallen by 60-70 percent since the 1970s!
Secondly, we believe that we can make a difference if conservationists and hunters work together to build a well-managed, sustainable hunting program. Historically, hunters have played an important role in conservation; for example, the nonprofit Ducks Unlimited has worked with landowners and federal and state agencies to conserve, restore, and manage millions of hectares of wetland habitats for ducks, other wildlife, and people. The dialogue among all stakeholders must continue. We all know that regulations and monitoring are essential, going forward, or the steady decline in shorebirds, most of which are migratory, will continue with disastrous results. So, enforcement of the laws that already exist, and development of future ones, is vital.
Hay dos hechos que son indiscutibles: En primer lugar, las aves costeras están disminuyendo a un ritmo sin precedentes. Tomando el ejemplo de la pata amarilla menor, ¡su número ha disminuido en un 60-70 por ciento desde la década de 1970!
En segundo lugar, creemos que podemos marcar la diferencia si los conservacionistas y los cazadores trabajan juntos para construir un programa de caza bien gestionado y sostenible. Históricamente, los cazadores han desempeñado un papel importante en la conservación; por ejemplo, la organización sin ánimo de lucro Ducks Unlimited ha trabajado con los propietarios de tierras y las agencias federales y estatales para conservar, restaurar y gestionar millones de hectáreas de hábitats de humedales para los patos, otros animales salvajes y las personas. El diálogo entre todas las partes interesadas debe continuar. Todos sabemos que la reglamentación y el seguimiento son esenciales, de cara al futuro, o el declive constante de las aves playeras, la mayoría de las cuales son migratorias, continuará con resultados desastrosos. Por ello, es vital hacer cumplir las leyes que ya existen y desarrollar otras futuras.
La conservación tiene siempre una considerable dimensión humana. Las aves playeras del Caribe, cuyo número está disminuyendo tan rápidamente, ya deben enfrentar bastantes presiones de humanas: la principal es el cambio climático, más la contaminación y la destrucción del hábitat por el turismo y otros proyectos costeros. Al menos, la caza es un reto que puede reducirse con mayor cooperación y un cambio de actitud.
Deslinde de responsabilidad: El autor es un ávido observador de aves y secretario de BirdsCaribbean.